“Tené cuidado con lo que deseás, se puede convertir en realidad”, dijo una vez el gigante escritor inglés Oscar Wilde, a fines del siglo XIX. Título de películas y parte de canciones e innumerables prosas, esa frase cobra una notable vigencia en estos días para el frente Cambiemos.
Para el jefe de campaña y estrategia del oficialismo, Marcos Peña, la candidatura de Cristina Kirchner en la cancha significaba casi un ticket asegurado a la victoria por el efecto que creían casi axiomático de corrimiento de voto a favor y en contra del eje K/Anti-K. Las cosas hoy no estarían pareciendo tan fáciles.
Con la campaña formalmente ya iniciada y el electorado más involucrado (al menos un poco) en la contienda de las PASO, las encuestas muestran a una clara candidata liderando en la provincia de Buenos Aires y todos los demás nombres por debajo. Sin embargo, cuando se tira el guante para que lo recoja el ardid de la polarización –es decir, si se elegirá al actual oficialismo o al de antaño– surge un empate técnico, con el massismo en un tercer lugar más relegado (por ahora).
Dos fuentes calificadas del comando de campaña metropolitano de Cambiemos –de la mesa chica que aúna Nación, Provincia y Ciudad– negaron a Noticias Urbanas algunas versiones filtradas desde el Frente Renovador. “Dicen que ahora vamos por ellos y a atacarlos para levantarse el precio ellos mismos. No es así”, explicaron. “No hay nada que polarizar con Massa, es operación de él. Nosotros tenemos que salir a buscar a nuestro votante porque los errores nuestros los absorbe él. Pero no hay que ir por los votos de nadie, solo los nuestros. Dependemos de nosotros mismos: si estamos bien, Massa no tiene chances”, grafican desde la Provincia.
Sin embargo, los dos dirigentes admitieron: “Lo que perdemos nosotros va para ellos, así que tenemos que cuidarnos”. El oficialismo sabe que todo el espectro electoral reluctante a votar por opciones kirchneristas o cristinistas (la ex presidenta o Florencio Randazzo) se divide casi en su absoluta totalidad en dos boletas para escoger: Cambiemos y massismo. Los disconformes con el oficialismo van en gran proporción en dirección al tigrense y su alianza con Margarita Stolbizer.
Pero también especulan con que aquellos que a la hora de las decisiones clave (es decir, octubre, no las PASO) quieran ponerle un final a Cristina puedan virar hacia el oficialismo con un voto poco convencido pero más táctico. “Si el kirchnerismo gana en agosto, el efecto de polarización va a barrer a Massa y nos traerá sus votos para derrotar a Cristina en octubre”, argumenta uno de los cerebros de la campaña, pero remata (para relativizar lo especulativo del mensaje): “Igual jugamos a ganar en las PASO y eso buscamos”.
Parece lineal y sencillo pero no lo es, como no lo es nada en la compleja realidad bonaerense, en la que se entremezclan también actores fundamentales como la gobernadora María Eugenia Vidal y el presidente Macri, que no son candidatos pero que sí tienen una influencia a la hora de decidir el voto –mayor que la de los propios nombres impresos en la boleta, en este caso–. Vidal mantiene su imagen positiva alta y el respaldo del electorado hacia ella es mayor que al de la gestión nacional, especialmente en el Conurbano bonaerense, donde se define el 70 por ciento de los sufragios.
Por el momento, los números no dan ni un respiro para Cambiemos y nadie fuera de micrófono manifiesta seguridad en el triunfo. Y comienzan a provocar temores algunos problemas menos tenidos en cuenta antes del cierre de listas, como son los agujeros electorales en La Plata y, especialmente, en Mar del Plata.
Se trata de los dos distritos con mayor cantidad de votantes fuera de La Matanza y fueron esenciales para el triunfo de Vidal en 2015 así como para recortar la diferencia en el balotaje que Scioli le sacó a Macri en la Tercera Sección. Desde el comando de campaña apuntan especialmente a las gestiones municipales como factores que jugaron a favor de la decepción del electorado propio, aunque los indicadores sociales –sobre todo del municipio de General Pueyrredón, en donde se encuentra La Feliz– exhiben que la política económica nacional también es una de las cuestiones a sopesar.
Sea como fuere, el intendente Carlos Arroyo –vale recordar que ganó las primarias ante una dirigente radical y fue ungido por una coalición vecinalista– es señalado como la razón principal del “problema marplatense”. El remedio que encontró de urgencia la jefatura de campaña se llama “Elisa Carrió”: este mismo sábado la diputada y candidata porteña encabezará un acto en la ciudad balnearia emblemática, acompañada por el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli.
“Carrió mide bien en Mar del Plata y en La Plata y va a ayudar, porque los números no son los esperados por ahora”, confirmaron desde Cambiemos. También le tienen preparados a la líder de la Coalición Cívica –la tercera dirigente con mejor imagen en la Provincia– varios encuentros con Vidal, incluso respondiendo a la gente a través de Facebook, como ya lo hizo con Rodríguez Larreta.
La gran apuesta para remontar en el Conurbano es la obra pública y comenzar a exhibir tal vez el mayor logro tangible del gobierno de Cambiemos: la lucha contra el narcotráfico. La ministra Patricia Bullrich mejora en las encuestas y se amplificará la comunicación de los logros obtenidos (muchos recuerdan que ese tema volcó varios votos a favor de Vidal en detrimento de Aníbal Fernández en 2015). No fue casualidad la participación del Presidente esta semana en una quema de toneladas de cocaína capturada. Es que si los números positivos del combate al narco se replicaran en la economía, todo lo antedicho sería mero papel en blanco.