Hasta ahora, todos ellos habían funcionado más bien como brazos separados de diferentes cuerpos políticos. Pero una “clara oposición al macrismo”, según el eslogan de su convocatoria, los unió. Este martes quedó conformada la primera alianza política de cara a la elección presidencial de 2019. Y la conforman distintas partes de un mismo colectivo: los movimientos sociales, que habitualmente se dan a conocer organizando piquetes por toda la Ciudad.
El lanzamiento, que se realizó en el tradicional café porteño La Paz, que antaño cobijó a intelectuales de distintas tendencias, formalizó lo que ya se venía anunciando desde hacía semanas. Las fuerzas políticas de los movimientos sociales más importantes decidieron juntarse para dar la pelea política en los próximos comicios.
La columna vertebral de este armado la conforman el Movimiento Evita, Libres del Sur y el Partido del Trabajo y el Pueblo, que son las patas políticas de los piqueteros de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), Barrios de Pie y la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Es el trío de organizaciones conocidas como “los Cayetanos”, porque tuvieron su bautismo cuando marcharon un 7 de agosto, día del patrono de los trabajadores, contando con el aval lejano, pero potente, del papa Francisco. Otro movimiento que se sumaría al eje central es Unidad Popular, el partido de Claudio Lozano y Víctor de Gennaro, vinculado a los gremios de la CTA.
Desde aquella marcha fundacional a San Cayetano, estos grupos se convirtieron en el principal polo de poder de los movimientos sociales y son actores privilegiados en las negociaciones con el Gobierno para el reparto de los planes. Así acordaron, entre otras cosas, la Ley de Emergencia Social que previó, en el arranque del mandato macrista, un desembolso por 30 mil millones de pesos en cuatro años. También son los que acordaron con el Ministerio de Desarrollo, entre otros, el proyecto para la escrituración de miles de viviendas en villas de la Ciudad y del Gran Buenos Aires.
Ese poder de negociación y movilización, que quedó demostrado también en las diferentes marchas que se realizaron desde la asunción del nuevo Gobierno, los llevó a pergeñar una alianza electoral. Tienen un punto en común: casi todos, en algún momento, formaron parte o coquetearon con las políticas del kirchnerismo, pero luego fueron tomando distancia. Así, por caso, el Movimiento Evita, de Emilio Pérsico, el Chino Navarro y Leonardo Grosso, estuvo hasta su epílogo con la gestión de Cristina, pero en la última elección decidieron apoyar al exministro kirchnerista Florencio Randazzo.
Libres del Sur, de Humberto Tumini y la diputada Victoria Donda, entre otros, fue y vino entre algunas opciones progresistas y otras peronistas, como el massismo. Unidad Popular, cuyos dirigentes también abrazaron al primer kirchnerismo, se fue achicando e hizo acoples con fuerzas como Proyecto Sur, de Pino Solanas, pero vio cómo su poder iba mermado hacia la nada. Las últimas experiencias electorales de Lozano y De Gennaro fluctuaron entre malas y pésimas.
El nuevo espacio, además de su “clara oposición al macrismo”, rechaza sus “políticas de ajuste y exclusión”. También lo integran otras agrupaciones de menor convocatoria, como Seamos Libres, Movimiento Popular La Dignidad, Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) y Patria Grande.
De todos modos, la posición de todos estos movimientos es particular: si bien está clara su postura antioficialista, la convivencia con el Gobierno en estos primeros años fue menos conflictiva de lo que se esperaba originalmente. Acaso porque el presidente Mauricio Macri y la ministra de Desarrollo, Carolina Stanley, fueron mucho más concesivos con sus pedidos y reclamos de lo que se esperaba. A tal punto que hoy los cortes más masivos no provienen de estos espacios, sino de los piqueteros de izquierda del Polo Obrero. La nueva etapa de ajuste que anuncia el Gobierno, en sintonía con el pedido desesperado de fondos al FMI, abre una brecha de fuertes incógnitas sobre esta tensa relación de conveniencia.
La idea de la nueva fuerza política es formar un “frente nacional” capaz de disputar poder en las urnas en todo el país. Entre otras cosas, proponen una “reforma del Estado con mayor transparencia”, “integrar el comercio internacional desde lo regional” y “repoblar el campo”. En un principio pensaban armar un acto en el microestadio de Ferro, aunque finalmente su presentación en sociedad terminó produciéndose en el café La Paz.
Por otra parte, estos mismos grupos piqueteros avanzan en otro plan de institucionalización de su poder: como integrantes del (por ahora) informal Sindicato Único de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), pretenden que se les conceda un escaño dentro de la CGT. Por ahora, aunque los contactos con la central obrera son cotidianos, no tuvieron suerte.