La afirmación describe a la perfección el estado actual del armado político de Propuesta Republicana (Pro) a nivel nacional y los vaivenes que lo afectan ante la escasa base partidaria que el macrismo cosecha en las provincias. El autor de la afirmación no fue otro que el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, quien aspira a llegar a la Presidencia en 2015. Sin dudarlo, aseguró que estaría dispuesto a compartir fórmula con el gobernador cordobés José Manuel de la Sota para los próximos comicios presidenciales, e incluso agregó que competiría con él en internas abiertas para definir quién de los dos sería el candidato de un frente común.
Los dichos del ingeniero se produjeron luego de la mentada foto junto al gobernador de Córdoba, con la que los operadores del Pro intentan mostrarlo como un político dispuesto a las alianzas más disímiles. La otra lectura que subyace de ese encuentro es, en cambio, el escaso armado que Pro tiene en Córdoba, provincia que, es bueno aclarar, es una de las más importantes a nivel político y electoral si se aspira al Sillón de Rivadavia.
La falta de una estructura consolidada en esa región es solo un ejemplo de lo que ocurre en el resto del país, donde Macri se ve en la obligación de optar por famosos de cualquier actividad para que lo representen. Al caso del cómico Miguel del Sel en Santa Fe, hasta hoy el único exitoso, hay que sumarle el del piloto Orly Terranova en Mendoza y más recientemente la incorporación del exjugador xeneize Carlos Mac Callister en La Pampa.
Los famosos son solamente un recurso, pero de nada sirven si detrás de ellos no existe una estructura partidaria que los respalde. Sin ella, quedan huérfanos y a merced de que en cualquier momento sean captados por otros partidos. Macri copia mal la táctica que impuso el expresidente Carlos Menem, cuando lanzó a la competencia a figuras como Carlos Reutemann en Santa Fe, Ramón “Palito” Ortega en Tucumán o el propio Daniel Scioli en Buenos Aires. Detrás de esos rostros populares se encolumnaba todo la maquinaria del peronismo de cada provincia, que de esa manera sustentaba a la figura de renombre. La combinación de esos dos elementos los hacía ganadores. No eran candidatos solitarios, todo lo contrario.
El otro gran problema con el que se enfrenta Mauricio al decir que competiría en una interna con De la Sota es, nada menos, que el rol mismo del peronismo (en cualquiera de sus variantes y de sus candidatos presidenciales) no aceptaría bajo ningún concepto ir detrás de Macri. En el hipotético escenario, cualquier justicialista solo se uniría a Mauricio para liderar la fórmula. Y eso es así porque la correlación de fuerzas entre el Pro y el peronismo es abismal. En el mejor de los casos, el Jefe de Gobierno porteño sería el dos y el Pro terminaría siendo chupado por la estructura mayoritaria, tal como le pasó al Frepaso al aliarse con el radicalismo. Por último, se debe destacar que un futuro pacto con De la Sota tampoco tendría demasiado porvenir debido a la situación en la que se encuentra el cordobés dentro del propio peronismo, ya que por ahora es el único que enfrenta abiertamente al Gobierno nacional. Por eso, su mayor virtud es ser la punta de lanza de todos esos gobernadores que por obvias razones todavía no pueden hablar de la sucesión de Cristina Fernández de Kirchner.
En las probabilidades de que el ingeniero llegue a la Casa Rosada juega un papel fundamental la propia Presidenta de la Nación, quien ya lo eligió como su enemigo político y de esa manera lo instaló ante la sociedad como la contracara de su gestión. Dicho de otro modo, para Cristina solo hay dos opciones: su reelección o Macri. Está claro que con esta estrategia se pretende dejar afuera a los demás competidores, en especial a Daniel Scioli, el último habitante de la tierra que los pingüinos preferirían ver en Balcarce 50. La jugada del kirchnerismo es de manual y bien peruca, similar a la que utilizó Menem para favorecer a Fernando de la Rúa en contra de Eduardo Duhalde.
Sin embargo, Mauricio parece no prestarle atención al sitial de privilegio en que lo colocaron todas estas situaciones y se lo ve distraído ante el desafío, confrontando por etapas y sin la constancia que la proximidad de las elecciones requieren de un estratega político.