El lunes por la tarde, los vecinos de 1 11 14 se trasladaron a la Legislatura de la Ciudad para entregar un proyecto que cambiaría el nombre de su barrio. Impulsado por el cura párroco de la Iglesia Madre del Pueblo, Juan Isasmendi , los vecinos piden que el barrio se llame “Padre Rodolfo Ricciardelli” , en homenaje el sacerdote fundador del “Movimiento de padres Tercermundistas” que tanto hizo por la zona.
El proyecto fue entregado por la comisión de delegados de la 1-11-14, el cura párroco y Manon Laugier, representante jurídica de la 1-11-14.
A continuación el proyecto de ley:
Art. 1.- Denomínase Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli a la ex Villa 1-11-14 ubicada entre las calles Torres y Tenorio Pte. Camilo, Bonorino Esteban, Avda. Riestra, Avda. Varela y Avda. Perito Moreno, de la Comuna 7 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Art. 2.-Cumplase con el Art. 81, inciso 7 y lo dispuesto en los artículos 89 y 90 de la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Estos son los fundamentos del proyectos, que además fueron esgrimidos por los vecinos en la Legislatura:
Este proyecto de ley no es el pedido de un legislador o una legisladora, ni tampoco la reivindicación de un solo sector de una comunidad determinada. Este proyecto es el reflejo del sentimiento y la convicción de las decenas de miles de habitantes que hoy viven en lo que todavía, a pesar de 35 años de democracia, se denomina Villa 1-11-14. Y este es un tema que deberíamos aclarar antes de avanzar en nuestra propuesta.
El nombre actual de Villa 1-11-14, bautizada por sus vecinos como “Bajo Flores”, está emparentado con el accionar de Estado y con una deuda del mismo con muchos de sus habitantes. El 23 de diciembre de 1955 el gobierno de facto encabezado por Pedro Eugenio Aramburu crea, a través del Decreto/Ley 6404/1955, la Comisión Nacional de la Vivienda, a la que se le ordena presentar un “Plan de Emergencia” en un lapso no mayor a sesenta días. De esta gestión y este plan nace el primer plan de erradicación de las villas de la Ciudad de Buenos Aires. Estos barrios que tenían diferentes denominaciones (Villa Saldías, Villa Piolín, etc.) pasaron a figurar en los planos municipales con una numeración. Nuestro barrio quedó entre los núcleos 1, 11 y 14. De ahí su nombre.
Esta política de numeración de los lugares en donde vivían decenas de miles de familias no tenía otro interés que quitarle lo humano a las personas que allí residían. El problema es que los sucesivos gobiernos no quisieron, no supieron o no pudieron cambiar este estigma que nace desde la mera presentación. Hoy es tiempo de poder empezar a hacer justicia ante esta gran deuda.
Como decíamos, no es menester de esta presentación hablar de la larga historia de atropellos e injusticias que han vivido los habitantes de las villas en la historia de nuestro país, pero sí es necesario no pasarlo por alto.
En cuanto a la Villa del Bajo Flores, se puede decir que es imposible saber los nombres de sus primeros habitantes. Y también se puede afirmar que la primera institución que hizo pie allí para compartir la vida con sus vecinos y vecinas fue la Iglesia Católica. Primero fue el padre Jorge Vernazza quien se instaló para vivir con los vecinos. Pocos años después Rodolfo Ricciardelli llegaría para quedarse hasta el último día de su vida junto a la gente del barrio.
Nacido el 29 de mayo de 1939, el padre Rodolfo decidió vivir su vida junto a los pobres y ocuparse tanto de acompañar la vida de la fe como la de la necesidad. Atender esas dos cuestiones le llevó la vida entera.
Fundador del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, fue parte de este grupo de hombres de fe que plantearon y trabajaron por un mundo de hermanos en el que reinara el amor y la justicia. Es por eso que se pueden encontrar una gran cantidad de documentos en los que, uno a uno, fueron denunciando las condiciones de vida en las que se encontraban viviendo los vecinos y vecinas y los atropellos a los que eran sometidas las familias.
En sus primeros años en el Bajo Flores estuvo junto a su compañero Jorge Vernazza cuando curas y vecinos construyeron la Capilla Madre del Pueblo primero, y ya viviendo ahí fue parte de la creación de la primera guardería para niños y niñas cuyas madres debían trabajar para poder darles de comer. Una guardería que intentaba ayudar a quienes más necesitaban.
El sacerdote fue quien caminaba entre los vecinos y trabajaba con ellos y ellas haciendo zanjas, tendiendo cañerías, construyendo pasillos, reclamando ante la municipalidad. Su silencio era tan grande como su presencia. Por eso fue ganándose el cariño y de respeto de cada una de las personas de la comunidad.
Es por esta labor de los primeros años que Jorge Vernazza fue uno de los que más insistió para que el Padre Ricciardelli fuera el primer párroco de la primera parroquia creada en suelo villero y reconocida de manera oficial. El 14 de diciembre de 1975, la comunidad celebraba este acontecimiento junto a un párroco que se quedaría allí hasta el 13 de Julio de 2008, día de su muerte.
Con la llegada de la dictadura militar de 1976, Ricciardelli y Vernazza elevaron su condición humana al trabajar incansablemente por la dignidad de la comunidad del Bajo Flores. Defendieron la vida ante la muerte, sostuvieron la fe de su gente y trabajaron para que no hubiera familias sin un techo.
En esos casi 8 años de dictadura militar los sacerdotes denunciaron los atropellos y la maquinaria de muerte que estaba siendo llevada adelante. Según palabras de Rodolfo: “Todo esto empezó cuando la dictadura anuncio su Plan de Erradicación de Villas en la ciudad. Nos tocaba a nosotros en el Bajo Flores, después del Bajo Belgrano y Retiro, […] antes del Mundial 78 llegaron los camiones de la Municipalidad, descargaron las familias que habían desalojado en Retiro y llenaron las canchas de fútbol del Bajo Flores.”.
El padre Ricciardelli fue palabra y acción. Tanto como lo recuerdan los testimonios de los vecinos que lo vieron parado ante las topadoras que derribaban casas de día y de noche. Su frase “Si la Virgen no quiere, no nos van a echar”… fue repetida en todos esos años en los que el barrio quedó casi desolado y con un pequeño grupo de casas sostenidas alrededor de la parroquia.
Pero lo heroico no sólo fue enfrentarse a la muerte sufriendo un atentado en el que balearon la capilla y salvó su vida de milagro. Durante esos tiempos oscuros, no perdió la fe ni la esperanza. Se puede destacar que:
– Denunció la desaparición de los jóvenes de la Escuela de Belén, que eran militantes políticos. Levantó, durante el Congreso Eucarístico hacia 1980, una bandera reclamando la aparición de las personas que se encontraban desaparecidas.
– Fue parte de la Cooperativa de Trabajo Madre del Pueblo, y junto a cientos de familias del Bajo Flores desalojadas crearon barrios y viviendas en distintas partes del Conurbano Bonaerense.
– Fue clave para declarar ante la justicia el atropello del Estado con la comunidad. Gracias a sus declaraciones logró que se detuviera la erradicación del barrio.
La llegada de la democracia lo encontró enfrentando otros desafíos.
Dedico su vida entera a la causa de los pobres y a la lucha por la liberación nacional. Siempre dio albergue y abrió las puertas de la parroquia a quienes lo necesitaban. No son pocos los vecinos y vecinas que aún recuerdan cómo fueron recibidas bajo techo parroquial las familias que habían quedado sin casa, luego de un incendio que se llevó a toda una manzana. Sólo por dar un ejemplo.
Es importante destacar que también atendió y puso su tiempo a disposición de un problema que hoy es uno de los grandes flagelos de la sociedad. La llegada del consumo y comercialización de drogas a los barrios populares lo encontró ante una nueva realidad. A esos chicos y chicas que fueron los primeros en caer les dio lugar en un galponcito que fue bautizado como “El Rescate”. El actual Hogar de Cristo puede encontrar allí, tal vez, su prehistoria. La esencia de entender el dolor ajeno lo hizo estar en ese lugar.
Junto al Padre Ernesto Narcisi fue parte también de la resistencia de vecinos y vecinas a otros planes de erradicación enmascarados durante la democracia, de la creación de una sala de atención médica, una radio comunitaria (la FM Bajo Flores), comedores y tantas otras iniciativas de la comunidad.
El Padre Rodolfo siempre propulso la integración urbana de la villa, respetando el país de origen de cada vecino, enalteciendo sus costumbres, sus fiestas, formando entre todos la Patria Grande con sus culturas y sus Vírgenes: Lujan, Copacabana, Urkupiña, Caacupé, Santa Rosa de Lima. Acompaño y engrandeció la veneración de cada una de estas imágenes, participando de las distintas misas que realizaban los vecinos en sus casas, frente a las ermitas y/o en las parroquias.
Unos meses antes de partir, ya trabajando con el Padre Adolfo Benassi, firmó, junto a otros religiosos que formaban el equipo de sacerdotes para las Villas de Emergencia, un documento en el cual se destaca y se insiste sobre el respeto por los más humildes, por su destino y “promoción humana integral”.
Su fe, hizo sentir a Dios y a la Virgen en cada lugar de la villa.
El entonces Arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, hoy nuestro Papa Francisco, realizo la misa de despedida de Rodolfo Ricciardelli.
La inmensa familia que tuvo en la villa lo llevó a pie por todo el barrio hasta dejarlo en el cementerio del Bajo Flores. Fueron sus amigos, compañeros y vecinos quienes también a pie fueron a buscar sus restos el 18 de julio de 2010 para que descanse eternamente en la Parroquia Santa María Madre del Pueblo.
Todos lo recuerdan, nadie lo olvida. Es por eso que hoy, la Parroquia y los habitantes de la Villa junto al Cuerpo de Delegados de la misma; han decidido modificar esta histórica e indigna numeración y, en su homenaje solicitar se la denomine por el nombre de BARRIO PADRE RODOLFO RICCIARDELLI, en recuerdo a su pastor que vivió, luchó y descansará eternamente ahí, junto a sus vecinos y vecinas.