Este miércoles, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva fue condenado a 12 años y 11 meses de cárcel por corrupción y blanqueo de dinero en un segundo caso. El líder del Partido de los Trabajadores (PT) cumple una pena de 11 años por cargos similares en otro caso que también es parte de la Operación Lava Jato, la macrocausa de corrupción y pago de sobornos que ha llevado a decenas de políticos y empresarios brasileños a la cárcel y ha sacudido los cimientos de la política local. Lula está encarcelado en la prisión de Curitiba, en el estado de Paraná, desde abril.
La juez lo condenó ahora por haber recibido favores de empresas constructoras en forma de obras en una hacienda que frecuentaba. Lula sostiene que no era propiedad suya. La condena es recurrible.
La primera condena contra el izquierdista Lula, que presidió Brasil de 2003 a 2010, frustró su última carrera electoral a la presidencia el año pasado. Su descalificación cuando era el favorito en las encuestas supuso un espaldarazo para el exmilitar ultraderechista Jair Bolsonaro, que encabezó a partir de entonces los sondeos y acabó ganando los comicios. La condena fue un mazazo para Lula, que aún está pendiente de que el Tribunal Supremo resuelva su recurso por la primera condena, según indica El País.
El primer juez que condenó a Lula, Sérgio Moro, convertido como instructor del caso Lava Jato en todo un símbolo de la lucha contra la corrupción y para el PT en su primer inquisidor, es en la actualidad el ministro de Justicia del Gobierno de Bolsonaro.
Lula ha sido condenado ahora por la jueza que ha sustituido temporalmente a Moro al frente de esta macrocausa que incluye infinidad de casos. Gabriela Hardt sostiene en su sentencia que “el condenado recibió una ventaja indebida como consecuencia del cargo de presidente de la República, de quien se exige un comportamiento ejemplar como mayor mandatario de la República”.
Lula es condenado por haber aceptado que la constructora Odebrecht pagara unas obras en la finca Atibaia, en el interior de São Paulo. Lula frecuentaba esa finca que sus propietarios, unos empresarios amigos de la familia, le cedieron en 2010. La primera condena era por unos hechos similares, pero en un apartamento de playa ubicado en Guaruja (también en São Paulo).
La fiscalía sostuvo en el caso de Atibaia que Lula “capitaneó un esquema criminal” y de manera “consciente y voluntaria” disimuló el origen de los fondos invertidos en las reformas de la finca, informa el diario Folha. Las obras costaron 1,26 millones de reales (760.000 euros, 864.000 dólares).
El caso Lava Jato ha causado un auténtico tsunami en la política brasileña, sobre todo en el PT que lidera Lula incluso desde la cárcel.
Bolsonaro logró durante la campaña electoral convertir al PT en el enemigo número uno de una buena parte del electorado, al volverlo el gran símbolo de la corrupción y el despilfarro. El PT sostiene que es víctima de un doble rasero por unas prácticas que otros partidos también han llevado a cabo.
Entre los factores que contribuyeron a la victoria electoral destaca que, pese a llevar más de 30 años en la política, sobre todo como diputado raso en Brasilia, ha logrado ser percibido por el electorado como uno de los pocos políticos limpios del país.