El presidente de la Nación, Mauricio Macri, siempre presto a sumarse a las novedades, probó -con escasa suerte, hay que decirlo- con el juego de moda entre los argentinos de las zonas urbanas: el fidget spinner, que en castellano sería algo así como una “rueda que no se queda quieta“.
El juego fue diseñado para ayudar en su concentración a niños que sufren de autismo o que son víctimas del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH). Consiste en un dispositivo que tiene tres puntas con un centro giratorio cada una, que rota sobre un eje que gira a gran velocidad, que debe ser sostenido con la mano. Los hay que brillan en la oscuridad y los demás están hechos de todos los colores.
El dispositivo, que fue creado con fines útiles y humanitarios, se ha convertido en los últimos tiempos en una molestia para muchos docentes, que han visto con preocupación cómo los niños se aferran al aparatito y pasan excesivos minutos jugando con él, mientras desatienden sus tareas escolares.
Una profesora en la lejana Escocia se quejó porque “de ser algo utilizado para que los niños dejen de estar inquietos se ha convertido en un juguete de patio”. Los padres de una escuela norteamericana ubicada en Henderson, en el Estado de Nevada, por su parte, recibieron una carta de las autoridades, en la que los maestros plantearon que tales juguetes “se han convertido en una gran distracción y molestia en los salones de clase”. Los docentes amenazaron a los padres con quitarles a sus hijos los dispositivos y devolvérselos recién al final del curso lectivo.
Lo que ocurre es que el juego se volvió tan popular, que los chicos que poseen los más originales se han vuelto populares en las escuelas. Por esta razón, lucirlos en el patio se ha vuelto -parafraseando el lenguaje que prima en las redes- “trending topic”, es decir, el tema (tópico) que marca la tendencia, en castellano primitivo.
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