A este texto no le sobrarán palabras, porque al igual que sucede con los últimos días de Mauricio Macri como Presidente de la Nación, el final ya lo conocemos todos y a él tampoco le sobran más días.
El 10 de diciembre le traspasará los atributos a su sucesor Alberto Fernández y se irá a su casa a pensar su sobrevida política. ¿Candidatura parlamentaria en dos años? ¿Poner en marcha su propio Instituto Patria, cuyo diseño tienen a su cargo los laderos de Marcos Peña?
A mitad de su mandato, algunos de sus amigos sugerían que Macri tal vez no intentara ir por su reelección, porque no goza con el ejercicio del poder. Y es por eso que Horacio Rodríguez Larreta insertó en la estructura a Gustavo Lopetegui y a Mario Quintana, para hacer lo que el actual Jefe de Gobierno hacía como su hombre más importante en el distrito porteño: hacer política y gobernar. Manejar la botonera.
Y es por eso que, pese a la derrota histórica (es el primer mandatario en perder una reelección desde el regreso de la democracia) hay algo de alivio. Macri recuperó el semblante al asumir la derrota con una importante recuperación en las urnas, que todavía lo mantienen en pie para la etapa próxima.
Quiere ser el jefe de la oposición, pero esencialmente ese poder de fuego radica en el poroteo de parlamentarios a los que logrará liderar. Y en esa disputa, ya arrancó mal: finalmente, se concretó la fuga de diputados. A sus íntimos, Macri les plantea, ofendido, que Emilio Monzó quiere armar un bloque que sea funcional a Sergio Massa para cotizarse en el futuro. El saliente Presidente de la Cámara de Diputados quiere marginar definitivamente al círculo presidencial que apostó (y perdió) con la polarización.
Antes de su despedida en la Plaza de Mayo, donde le seguirá endulzando los oídos a los propios con la ilusión de que así mantendrá su poder de fuego, el ex Presidente aprovechó la institucionalidad que le queda hasta el 10 de diciembre para emprender su último viaje al exterior. Así, viajó a España para reunirse en Madrid con el Rey Felipe VI y participar de la Cumbre del Cambio Climático antes de realizar una escala por Suiza desde donde regresará a Buenos Aires para ponerle punto final a sus cuatro años de Gobierno.
Como buen Pato Rengo ya no toma decisiones políticas de envergadura, pero tuvo ocasión de estrechar las manos del rey español Felipe VI y del primer ministro Pedro Sánchez, del presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, Peter Maurer y con el director general de la Organización Mundial de Comercio, Roberto Azevedo. Desde Ginebra volará hasta Bento Goncalves, en Rio Grande Do Sul para intervenir en la cumbre del Mercosur, una cita que Jair Bolsonaro adelantó expresamente para que no concurriera Alberto Fernández.
Luego, sobrevendrán la fiesta del siete de diciembre y el video con el que Macri se despedirá de la Gestión. Después, el final.