Esta vez las cosas fueron diferentes al 29 de agosto. Este lunes 24 de octubre, el presidente de la Nación, Mauricio Macri y la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal recorrieron las obras del Metrobus en La Matanza, acompañados por la intendenta local, Verónica Magario y permitieron a los fotógrafos tomar instantáneas de su visita al distrito más populoso del Conurbano, en las que se pudo ver a los tres, sonrientes y aparentemente distendidos.
Luego del encuentro, la intendenta de La Matanza expresó, sin bajar en un ápice sus exigencias, que “estoy contenta de que el Presidente y la Gobernadora hayan venido y de haber compartido la recorrida, porque es la única obra que se ha reactivado en La Matanza. Para nosotros es bienvenido lo que sean trabajos e inversiones en nuestras ciudades, porque la venimos pasando mal y se perdieron 20 mil puestos de trabajo”.
Entretanto, Macri anunciaba que la obra del Metrobus “debería estar lista para fines de marzo” de 2017, en el que será “el primero de varios, que van a buscar darle más seguridad, tranquilidad y previsibilidad a muchísima gente. Va a significar un gran cambio para La Matanza”, finalizó.
Todo transcurrió entre sonrisas y conductas apagadas bajo una civilizada pátina de educación, pero hubo otro día que no fue como el de hoy. Ocurrió el 29 de agosto en Virrey del Pino, dentro de La Matanza, adonde se erige la fábrica Manaos, que elabora la gaseosa más popular entre las de segunda marca. Hasta allí arribaron ese día el presidente y la gobernadora para presidir un acto en cuyo transcurso se iba a poner en marcha una nueva línea de producción de la planta embotelladora más grande de Latinoamérica. Al mismo lugar arribó, minutos antes que ambos mandatarios, la intendenta Magario, dispuesta a compartir el escenario con ellos, ya que su municipio trabaja conjuntamente con Manaos desde hace tiempo.
Al llegar, todo fue protocolo, sonrisas y buena educación, como indican los manuales. Pero, al llegar el momento de subir al escenario, la intendenta fue interceptada por unos fornidos señores que le señalaron -siempre educadamente- que su lugar era permanecer con el público, lejos de los mandatarios.
Paralelamente, algunas informaciones de prensa revelaban ese mismo día la trama de una operación destinada a dividir el distrito de La Matanza en cuatro partes, con la intención de restarle poder de fuego al peronismo, devenido desde hace años en el sempiterno ganador en el partido que gobierna Magario.
Días, después, el cinco de octubre, para ser precisos, la intendenta matancera fue elegida para presidir la Federación Argentina de Municipios, tras una tortuosa negociación, en la que pesó el veto de Vidal a que Magario fuera ungida para ejercer esa posición en una elección ordenada y materializada por todos los intendentes que conformaban la FAM. De esta manera, por el momento la jefa comunal peronista se encuentra al mando de un organismo que es una cáscara vacía, al que, como si todo esto fuera poco, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, piensa destruir de un plumazo creando una agencia municipal paralela y dejando sin fondos a la FAM.
No todo lo que resplandece es oro, indudablemente.