Marcelo Koenig asumió su banca hace apenas una semana. Lidera la Corriente Peronista Descamisados, una agrupación que realiza tarea social. En breve publicará un polémico libro, que tituló “Se robaron todo”.
El 26 de diciembre juraron los nuevos diputados –en su mayoría, del bloque del Frente de Todos, ya que hubo uno sólo de Cambiemos y 21 oficialistas-, que reemplazaron a sus colegas, que partieron a ocupar diversos cargos en organismos nacionales, provinciales y hasta en la propia cámara que los acogió.
Una de las curiosidades fue el arribo a la cámara baja de legisladores que provienen de la militancia social y del trabajo en los barrios humildes de la ciudad y del conurbano. Cultores de la rebeldía, alguno de ellos aseguró, sin tapujos, que “nosotros nos mantuvimos al margen de las negociaciones que encaró el Movimiento Evita, que cobró mucho dinero en la época de Macri”.
Marcelo Koenig, secretario general de la Corriente Peronista Descamisados, conoció hasta ahora más la calle que el palacio, aunque alguna vez pasó por la función pública, pero asegura que “el hecho de llegar a la cámara es el resultado de una acción colectiva, no un logro individual. No es un ‘llegué’, porque es otra carga la que trae un militante, que es la de caminar, de seguir hacia adelante. La banca es un reconocimiento a un movimiento político, que tiene una militancia social y un compromiso”.
“Para nosotros, esta semana que pasó es más proyecto que realidad. Lo que queremos hacer y podemos hacer se verá en un tiempo. Trataremos de estirar los límites. Uno, desde su trinchera, intenta transformar el mundo, pero después se verán los frenos que te ponen en el palacio, que tiene sus propias reglas”.
Entre las novedades con que la cámara baja recibió a sus nuevos integrantes, Koenig no dejó de referirse a la intensa pero breve actividad que desplegó la inefable Elisa Lilita Carrió. La blonda diputada chaqueña “llegó en el horario ‘primetime’ de la televisión, armó un escándalo, se peleó con Sergio Massa para que las cámaras la enfocaran a ella y, cuando llegaba la hora de trabajar, se fue”.
La sesión, la última del año, duró casi 20 horas, que como bautismo de fuego para los nuevos “fue algo cansadora, pero muy aleccionadora”.
Koenig, que fue el director de la Escuela de Gobierno entre 2011 y 2015, espera “la llegada de los proyectos de ley que modifiquen los regímenes previsionales especiales”, que serán discutidos en enero y que significará, para el novel diputado, que “los que más tienen, deben estar dispuestos a sacrificar más en un momento como el que vive el país”, en sintonía con lo que plantea el presidente.
En cuanto al sistema de actualización de las jubilaciones comunes, Koenig planteó que “en el largo plazo, nosotros vamos a tener que establecer una ley que defina un criterio fijo, pero para eso hay que reordenar el sistema, que está fijado que debe ser realizado en un plazo de 180 días”.
En otro orden, Koenig es el autor de cuatro libros –hasta ahora-, que abarcan títulos como “Vencedores Vencidos: Peronismo-Antiperonismo” (2013); “Una Constitución para Todos” (2015); “Independencia, el Hecho Maldito del País Colonial” (2017) y “Democracia Plebeya-Multitud, Pueblo y Poder Constituyente en nuestra América” (2019).
Pero, en breve, Koenig publicará su última obra, que tituló provocativamente “Se robaron todo”, que trata sobre la enorme estafa que se habría cometido contra el Estado desde la empresa AUSOL, de la cual fue socio Mauricio Macri.
Ésta le reclamó al Estado a lo largo de los años diversas excepciones y prórrogas en obras viales que habían sido contratadas bajo la modalidad de cobrar peajes en las autopistas, a cambio de realizar las obras sin que el Estado las financiara.
Entre 1994 y 2015, la empresa recaudó más de 1.700 millones de dólares y, para optimizar su facturación efectuó diversos reclamos al Estado, basados en mayores costos debidos a una supuesta inestabilidad económica, provocada por procesos inflacionarios y devaluaciones en el transcurso de las obras. El resultado habría sido una sobrevaluación de las obras y recursos que el Estado debió invertir, a pesar de que los contratos de las concesiones excluían expresamente esta posibilidad.
