Mauricio Macri cumplió tres cuartas partes de su mandato. Su socio porteño, Horacio Rodríguez Larreta, también. El año que viene se vota. Marcelo Ramal, histórico dirigente del Partido Obrero en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), tiene mucho para decir. Y lo hace en esta entrevista con Noticias Urbanas, en la que aborda y analiza, sin concesiones, el panorama político actual.
–¿Qué lectura hace de la última cumbre del G20, que se desarrolló en nuestro país?
–El G20 fue el escenario de todas las rivalidades que enfrentan hoy a sus principales componentes, y que tienen como telón de fondo al agravamiento de la crisis capitalista desatada en 2007/2008. En un mundo con exceso de producción y de capitales sobrantes, por un lado, y de polarización social creciente, del otro, la guerra comercial está siendo el preámbulo de guerras políticas y la fragmentación de los bloques económicos y políticos, como la Unión Europea y, más cercanamente, el Mercosur. La ilusión de una tregua entre los Estados Unidos y China –con la cual concluyó el G20– se desvaneció en cuestión de horas y el fantasma de una recesión mundial asoma con fuerza. El macrismo, un gobierno quebrado, fue sencillamente el anfitrión de este orden internacional quebrado.
–Precisamente, se cumplen tres años de la gestión de Macri. ¿Cuál es su balance?
–El macrismo apostó a un rescate del Estado y de la burguesía argentina de la mano del capital internacional. Para eso no vaciló en agravar el endeudamiento nacional hasta saturar sus posibilidades en tan solo dos años. Pero el capital internacional no está en condiciones de rescatar a nadie. A comienzos de este año, la suba de las tasas de interés internacionales le indicó el camino de regreso al mercado estadounidense, desatando una fuga de capitales y una devaluación feroz en el país. Las costas de esta crisis se traducen en despidos masivos, en un derrumbe industrial y en una caída del salario no inferior al 20 por ciento en 2018. Esta quiebra no solo es “patrimonio” del macrismo: involucra a una oposición que, desde el Congreso nacional hasta las gobernaciones, avaló este rumbo, desde el acuerdo con los fondos buitre hasta el actual Presupuesto 2019, diseñado por el FMI.
–Rodríguez Larreta también llegó a sus tres años de gobierno, ¿cuál es su opinión sobre su gestión?
–La gestión de Rodríguez Larreta se ha caracterizado por el remate de tierras públicas en beneficio del capital inmobiliario. Esta orientación debe ser conectada con lo que señalábamos antes, porque la privatización del suelo ha sido ofrecida como señuelo al capital internacional. Varias de esas enajenaciones de tierras quisieron ser encubiertas con planes de seudourbanización de barrios precarios, que maquillan la miseria social y están muy lejos de integrar a sus familias y a sus viviendas en el tejido urbano. Ahora, esta orientación entra en crisis con el derrumbe económico general, como lo demuestran todos los indicadores de la actividad constructora en la Ciudad. El recurso de los créditos UVA, que involucró a una fracción de la clase media en esta “burbuja”, ha terminado hipotecando a miles de familias en créditos que constituyen una soga cada vez más estrecha sobre los cuellos de sus deudores. Al mismo tiempo, la agenda de Larreta tiene en marcha un planteo de recorte y liquidación de las conquistas educativas y sanitarias de la Ciudad, como se revela en la Unicaba y en la compactación de los hospitales del sur porteño. En definitiva, la gestión de la Ciudad, que suele ser presentada como “mascarón de proa” del proyecto macrista, pondrá de manifiesto, más temprano que tarde, todas las señales de su fracaso nacional: endeudamiento creciente, crisis fiscal, polarización social. La respuesta popular a este rumbo ya se ha puesto de manifiesto en la movilización de los terciarios, de las enfermeras, de los docentes, de los que reclaman un techo. Y se va a profundizar.
–¿Cómo califica al decreto firmado por Patricia Bullrich que amplía el uso de armas de fuego de las fuerzas federales de seguridad, y que, por ahora, no podrá aplicarse en el territorio porteño a raíz del amparo concedido por el juez Gallardo tras la presentación de Myriam Bregman, Carla Laporte y la Correpi?
–Es la tentativa de creación de un estado policial a la medida de los preceptos del FBI, que es donde abreva la ministra Bullrich. El Gobierno pretende legalizar una práctica que, en los hechos, ya se aplica contra la juventud de las barriadas, como ocurre cotidianamente en el sur y en el sudoeste de la Ciudad. Pero el propósito de la nueva reglamentación apunta más alto: se dirige al amedrentamiento y la represión de las movilizaciones populares, cuya intensidad, sin duda, crecerá al calor de los despidos, de la carestía creciente y de toda la debacle de la política oficial.
–¿Vamos hacia una “bolsonarización” de la política?
–La “bolsonarización”, por ahora, prospera al interior del propio gobierno macrista y tiene a la ministra Bullrich como su principal exponente. Los límites de este proceso, sin embargo, deben ser vistos en el conjunto de la crisis económica y política. En los propios estamentos del poder, algunos temen que un exabrupto represivo termine reeditando los hechos del Puente Pueyrredón en 2002 y conduzca al Gobierno actual al mismo destino que le deparó aquel crimen al entonces gobierno de Duhalde. En el plano político continental o internacional, la llamada “bolsonarización” expresa el vacío político que deja el fracaso de los partidos históricos del régimen, desde los llamados progresistas o centroizquierdistas hasta los Temer o Macri. La derrota del fascismo y de toda esta descomposición no vendrá de la mano de un retorno imposible a las experiencias fracasadas que respetaron el orden social existente, aún cuando se revistieron de transformadoras o “progresistas”, sino del desarrollo de un polo de izquierda de carácter revolucionario.
–¿Cómo se prepara la izquierda para el desafío de 2019?
–La Argentina ingresa en el 2019 en medio de una crisis económica aguda que no descarta un default en plena campaña electoral, de una crisis judicial que ha sentado en el banquillo de los acusados a la clase social que ha dirigido el país (incluyendo al dueño de Techint), y de una fragmentación política que comienza por la coalición de gobierno. El desafío de la izquierda es intervenir en esta crisis como alternativa de poder a ese orden social en ruinas, y salir a batallar enérgicamente por la conquista política de los trabajadores, jóvenes y mujeres que buscan una salida.
–¿De existir un nuevo balotaje entre el Pro y el peronismo en las próximas presidenciales, llamarán nuevamente a votar en blanco?
–Un reciente reportaje a Scioli ha sido revelador de lo que hubiera ocurrido si ganaba en 2015: apoyó el tarifazo y el reendeudamiento nacional perpetrados por Macri. En Ecuador, el “Scioli” de aquel país, Lenin Moreno, luego de derrotar al “Macri” local en un balotaje, está gobernando con toda la impronta del neoliberalismo. Hoy, en la Argentina, los que reclaman un gran “frente antimacrista” ya han asegurado que, si les toca gobernar, respetarán el acuerdo con el FMI. El vocero que ha elegido Cristina Kirchner para pronunciarse por el decreto Bullrich… ¡es Sergio Berni, quien salió a defender esa legalización del gatillo fácil! Le piden a la izquierda su disolución política, en aras de apoyar a quienes le votaron en estos tres años más de 100 leyes a Macri, o que, como en Santa Cruz, aplicaron el ajuste más salvaje desde su gobernación. Pero la Argentina tiene una peculiaridad: la existencia de un frente de izquierda con un caudal cercano al millón de votos y una presencia organizada en las fábricas, barrios y universidades. Todos ellos defienden –y defendemos– una política independiente de aquellos que gobernaron para el capital. ¿Hay algo peor que el voto a un Scioli, para que después te salga un Macri? Sí. ¿Sabés que? Que ese voto impostor se lleve puesta a la independencia política de la izquierda y conduzca a la desmoralización de todos los que están emprendiendo ese camino de autonomía junto a nosotros.
–¿Hay peligro de un estallido social en el corto plazo?
–El concepto de estallido social da para todos los usos e interpretaciones. Para algunos, es la excusa de un reforzamiento represivo. Otros lo advierten, no para que se termine el actual régimen de miseria social, sino para mantenerlo a flote por medio de medidas asistenciales. Pero la respuesta popular a la confiscación que estamos viviendo es inevitable. Desde nuestro lugar, luchamos para que esa reacción se oriente a la lucha por una transformación social, por un cambio de régimen social y político.
–¿Qué medidas tendría que tomar el Presidente o su sucesor/a para salir de la crisis?
–La preocupación de la seudooposición, en caso de que le toque gobernar, es la misma que la del Gobierno: cómo poner a salvo el andamiaje que dejó el macrismo. En primer lugar, el acuerdo colonial con el FMI. En oposición a ese continuismo, planteamos terminar con este régimen político y social agotado, y la convocatoria a una asamblea constituyente soberana y con poder, o sea, con facultades para ejecutar las medidas elementales que saquen al país y a sus trabajadores del pantano. Entre ellas, el desconocimiento de la deuda usuraria, el establecimiento de una banca única y la nacionalización del comercio exterior. Entre otras medidas, una Constituyente debería terminar con el estado clerical, fuente de opresión permanente sobre la mujer y la juventud, establecer la separación de la Iglesia del Estado y el derecho al aborto legal, seguro y gratuito.