Por ahora, los presidenciables para 2019 son dos. Quien está ejerciendo la primer magistratura, Mauricio Macri, y quien se quedó afuera del balotaje – más allá de los cinco millones y pico de votos–, Sergio Massa, por no tener el aparato elefantiásico que tuvo Daniel Scioli, hoy con alguna continuidad política pero por fuera de las grandes ligas.
Son ellos, Macri y Massa, quienes pelearán palmo a palmo cada uno de los distritos. El primero, para mantener la gobernabilidad hasta el final del mandato con la mayor tranquilidad posible; el otro, para mantenerse al acecho hasta esa fecha con el objetivo bien claro de demostrarle a la sociedad que esta es su oportunidad.
Usted preguntará por el peronismo. ¿Cómo, después de 30 años, puede estar tan a la deriva? Este se debate a nivel nacional entre los difíciles acuerdos –entre otras cosas, por los fondos del Gobierno– entre los gobernadores emergentes y los caudillos de siempre. Algo similar pasa en la provincia de Buenos Aires, en donde los intendentes buscan denodadamente la unidad necesaria pero les cuesta generar los referentes que la galvanicen y la lleven hacia adelante. Y el fantasma de Cristina, que tan bien le hace a ella (con buenos guarismos de voto) y al oficialismo que la necesita, pero genera nubarrones en la campaña peronista, retrotrae contradicciones ya saldadas en la realidad y, sobre todo, anula (o retrasa demasiado) la construcción conjunta para retomar el poder en 2019.
La Ciudad de Buenos Aires no es la excepción a la regla. El peronismo buscó una unidad imposible, entre los dos dirigentes más fuertes del distrito, Juan Manuel Olmos y Víctor Santa María. Pero aquí también Cristina y La Cámpora metieron la cola. Habiendo compartido juntos (pero con distinta óptica) el período de los K, tras la derrota del kirchnerismo el divorcio se produjo sobre el cierre del año pasado.
Mientras el colectivo pro-Cristina que comandan Santa María, Recalde, Tomada, Filmus y otros grupos menores avanzan hacia 2017 en una línea de consenso difícil y de futuro incierto, Olmos -quién creo el Nuevo Espacio de Participación (NEP)- se ha inclinado por realizar un acercamiento de su equipo de dirigentes territoriales y técnicos a una de las alternativas presidenciales arriba descriptas. Concretamente, la de Sergio Massa.
El armado es claro y de manual. “Un candidato con expectativas presidenciales que quiere, y debe, realizar un buen papel en la Ciudad de Buenos Aires. Un candidato a diputado nacional con alto volumen político, algo que confía en lograr trayendo a competir a la Capital al porteño exgobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá”, explican desde las filas del tigrense. A eso le suman “un armador top, conocedor del distrito, como es el caso de Olmos”, quien ha manejado los hilos del peronismo porteño en los últimos diez años, con muchas campañas electorales encima y una vasta trayectoria que incluye la banca de legislador, la vicepresidencia de la Legislatura, la presidencia del Consejo de la Magistratura y, actualmente, la silla en el directorio (por la oposición) en la Corporación Antiguo Puerto Madero. “Lo que yo quiero es que alguna vez el peronismo tenga la capacidad de ser parte de una alianza ganadora en la Ciudad”, expresó Olmos hace unos días a Noticias Urbanas.
El trío Massa, Solá y Olmos tiene, según esa receta, todos los condimentos para salir a la cancha con expectativas a pesar de que quizá tengan que enfrentar al submarino amarillo (¿Carrió?) y a Lousteau en el medio término. “Eso es ideal, divide al oficialismo y nos beneficia como oposición”, aseguran quienes están al comando de la movida. Uno de los más activos en llegar a buen puerto es el diputado Marco Lavagna, que interpreta que “esta idea en Capital se ajusta perfectamente al esquema de renovación de agenda y de dirigentes que reclama este momento, donde hay que generar propuestas transformadoras que vuelvan a poner a la Ciudad como el faro y vidriera de la Argentina que viene”.
El Frente Renovador tiene la palabra en un distrito donde nunca pudo hacer pie. Massa, Solá y Olmos son tres viejos amigos de extracción peronista que están decididos a cambiar la historia. La Ciudad, entonces, se prepara para una batalla tan fuerte como la provincial.