Las últimas semanas, sobre todo en el período que transcurrió del último debate presidencial hasta aquí, el escenario ha mostrado algunos movimientos interesantes que merecen ser analizados con cierta profundidad ya que, a pesar de las informaciones no coincidentes de las empresas que encuestan, se asoman como nítidas y ascendentes dos movimientos sociales absolutamente diferentes respecto de la elección de las PASO. La primera tiene que ver con la recuperación de la épica en el peronismo, columna vertebral de Unión por la Patria, hoy liderado con el protagonismo estelar de Sergio Massa, sin dudas el autor del milagro. El otro tiene que ver con el mantenimiento -y quizás crecimiento- de ese nuevo fenómeno social que encarna con una pasión casi futbolera y disruptiva, Javier Milei, también convertido en figura excluyente de la Libertad Avanza.
¿Se preguntarán dónde queda Patricia Bullrich en este esquema? Si bien recompuso relativamente (y tarde) con algunos parches incómodos su posicionamiento hacia los comicios, prácticamente todas las encuestas la dan por fuera del balotaje y a tres días de la primera vuelta subsiste internamente la falla de origen que tuvo su espacio desde enero de este año (la cruel interna), más la clara preferencia del ex Presidente Mauricio Macri por Milei. Ambas cosas son demasiado para una campaña que nunca encontró empatía con un electorado que ya está pensando qué pasará luego del 22 de octubre con Juntos por el Cambio, si estallará inmediatamente o esperará a ser más ordenados en el desbande y cómo enfrentar un balotaje sin candidato propio. Jorge Macri será probablemente el único sobreviviente del PRO en las grandes ligas políticas.
La épica de Sergio Massa
Los números de la inflación más la clara voluntad de cambio que anida en la sociedad argentina (alrededor del 65%) lo daban por muerto al principio de este proceso. Las condiciones “objetivas” avalaban ese destino, que basaba su pronóstico fatal en una suerte de continuidad del oficialismo de Alberto Fernández, de esa fallida experiencia, y también una sesgada lectura, en la cuál Massa no es el responsable del desastre económico. Massa es, aunque la oposición sin recetas lo destruya, alguien que ha salido airoso como administrador del gravísimo problema que heredó en ese lugar y logró llegar a estas elecciones sin una desintegración social que amenazaba sumir a la Argentina en una crisis sin precedentes, en un país explosivo.
Massa aplicó toda su experiencia acumulada en tantos años, tenía claro en grandes líneas los objetivos, y fue audaz y creativo para resolver sin reservas las necesidades internas y externas que acumulaba el país. En paralelo se dedicó a ordenar una fuerza propia que llegó alicaída a las primarias, pero allí empezó otro partido. El espectro opositor contiene posiciones altamente discutibles, lo mismo que sus equipos como el caso de LLA, y otro (JxC) que se suicidó en una interna cruel, guiada para que esto suceda por alguien denominado el “Ángel Exterminador” por una leyenda escritora de la comprensión y la sensatez política argentina.
Desde allí Massa construyó con propios y algunos extraños, una fuerza de apoyo sólida en el Norte grande, fue lo primero que ordenó allá en Tucumán, ya que el agujero militante se notó mucho por aquellos lares. Hoy todos ellos garantizan mejorar la performance, dándole a Massa el perfil federal necesario, habida cuenta de que las riquezas para gobernar están todas en las Provincias y habrá que interactuar activamente a partir del año entrante.
Luego pasó la prioridad a la Provincia de Buenos Aires, donde el corte y la desatención lo ubicaron muy por debajo del gobernador y de muchos intendentes. Lo de Martín Insaurralde no movió la aguja electoral, solo lo sepultó a él, a sus cómplices y las esquirlas llegaron hasta Máximo Kirchner. Este hecho además le despejó el camino a su nuevo socio provincial, Axel Kiciloff, con quien establecieron los acuerdos necesarios para ganar bien la Provincia como garantía del triunfo nacional. El problema aquí radica que el aparato suele moverse una sola vez, por tener una sola vuelta. Problema a atender por el tigrense en el balotaje.
En la rica zona centro tendrá que neutralizar la ventaja opositora de la mejor manera posible, aprovechando que allí entre los chacareros dividen Patricia Bullrich y Javier Milei, mientras que la Patagonia siempre es una incógnita, aunque de pocos votos. En CABA ayer cerró un gran acto con Leandro Santoro, que intentará llegar al ballotage, para lo cual tiene amplias posibilidades. Luego se verá hasta donde llega.
Lo que queda claro es que Sergio Massa es reconocido por todas las facciones partidarias y aliadas como el hombre que puede darle al país una continuidad de crecimiento sostenible, en paz y sin saltos difíciles de acertar. Es el nuevo líder del nuevo espacio transformador popular que trasciende el peronismo. Es el que jubila lentamente y con mimos a Cristina y caducó a Alberto apenas llegó al gobierno. La Cámpora ya no tiene sentido en este esquema, sería mejor que se sume antes que ponerse a tirar piedras. Algo que parece haber entendido. El llamado a la unidad nacional es otro de los aciertos que fueron bien vistos por muchos dirigentes opositores, para el caso de ser necesario.
Resumiendo, si gana el triunfo es todo de él, con el 90 por ciento de las acciones.
La experiencia disruptiva de Milei
La verdad es que la Libertad Avanza es un movimiento competitivo que ya ganó las primarias, sorpresivamente. Su conductor, Milei supo aprovechar el veranito vencedor y se posicionó como el “favorito” para esta primera vuelta y como vimos ayer en su cierre, tratará por todos los medios de alcanzar el triunfo en primera vuelta. Desde las encuestadoras nadie ve ese panorama como el más probable, pero ya tuvieron ese error en las PASO, el de no verlo venir. Todas sus propuestas no condicen con el modelo habitual de decisiones que se tomaron hasta ahora en nuestro país y además ellas generan tanta confianza como temor, depende de los distintos sectores de la sociedad. Los jóvenes son el motor de los cambios, y una parte de ellos está empujando por la falta de horizonte, un empezar de nuevo. Allí se hace fuerte Milei. El liberalismo nunca gozó del agrado mayoritario ni popular en la Argentina y ese es el principal cambio que nos trae esta elección.
El tema de la “casta política” si bien es reconocido por las mayorías como fracasadas de mínima y corruptas de máxima, es uno de los puntales del crecimiento del libertario. Es mucha la bronca ya que 40 años de democracia nos llevaron a otro 40 %, pero de pobres. Y allí contribuyeron todos. Pero las soluciones no son mágicas ni las recetas alberdianas son tan fácilmente practicables en el mundo moderno.
Es más, nadie quiere perder la libertad, pero habría que definir qué es lo que se quiere decir con eso. Los soldados de Milei tienen cierto fanatismo por su líder, por su estilo confrontativo permanente, por cambiar todo lo anterior. Es una apuesta de riesgo. Pero le robó el cambio a Bullrich, la sacó de carrera y de ese modo le dio sobrevida a Massa. No es poco para un debutante.