Maximiliano Campos Ríos: “Casi el 90% de la gente cree que el Estado está ausente”

Maximiliano Campos Ríos: “Casi el 90% de la gente cree que el Estado está ausente”

Planteó además que “hay un proceso mundial de desafección política”, pero que “la impugnación al Estado no es político-partidaria.


La consultora Espacios Políticos, que usted dirige, realizó una encuesta sobre el Estado. Según los resultados, ¿cuál es el punto más débil del aparato estatal?

Lo que dicen los datos es que hay una impugnación muy fuerte a la capacidad que tiene el Estado de resolver problemas. Me parece que tanto la discusión de los años noventa, como de la etapa posterior acerca del tamaño del Estado, ya no está en la mente de los ciudadanos. La gente, básicamente, entiende que el Estado está, pero no resuelve. Por ejemplo, hace poco en Villa Urquiza una discusión terminó con una persona muerta. Más tarde, se supo que el chico que asesinó a la persona con la que estaba discutiendo es un joven de 20 años, con problemas psiquiátricos, que evidentemente estaba externado. Entonces, hay un montón de cosas que no funcionan. No funciona la seguridad, pero tampoco funciona la salud mental. Y este acontecimiento sucedió en un distrito rico.

¿Cree que hay un cansancio por parte de la sociedad?

Totalmente. Y es una sensación de agobio, que los lleva a tomar justicia por mano propia. Lo vimos también con el nene de 11 años en Rosario. Los propios vecinos terminaron linchando a un narco y esto es porque la policía llegó mucho después. Creo que la gente siente cansancio, fastidio y desconfianza. Y no es contra un gobierno específico. Es en general hacia la clase política.

De acuerdo a la encuesta, ¿el tamaño del Estado influye en su ineficacia?

Yo creo que a la gente ya no le importa el tamaño. Creo que eso puede ser parte de una agenda de campaña, pero no es algo que le preocupa a la mayoría de los ciudadanos. La gente quiere que le resuelvan sus problemas. Punto. Hay estados enormes, como el de Francia o el de los países nórdicos y sin embargo, no presentan estos niveles de inflación. Una de las preguntas que se les hizo a los encuestados fue acerca de qué tipo de reforma se debería aplicar. Sorpresivamente, la mayor cantidad de gente votó por la monetaria. Yo, sinceramente, dudo que la mayoría de la gente sepa lo que realmente implica ese tipo de reforma. Detrás de esa respuesta, lo que emerge es el problema de la inflación. Es un problema que viene desde hace muchísimo tiempo y que todavía ningún gobierno logró resolver. El Banco Central es uno de los organismos más profesionales, pero la crítica es sistémica, no hacia un solo organismo.

¿Qué aspecto de una reforma monetaria es el más perjudicial para la sociedad?

Llevar adelante una reforma monetaria implica alterar una gran cantidad de variables económicas. No tiene que ver sólo con la emisión. Hay que ver la estructura de gobernación, los acuerdos con los organismos internacionales, la reforma fiscal, si la hubiese. Es decir, cuestiones estructurales. A eso, se le suman las cuestiones coyunturales. Por ejemplo, lo que tiene que ver con el déficit que surge como consecuencia de la pandemia y la sequía. La reforma monetaria implica un conocimiento técnico que yo pienso que la gente no llega a dimensionar. Pero, justamente esto demuestra la urgencia que tienen las personas de que la inflación se resuelva. Y también, este agotamiento social lleva a cambios políticos en nuestro país, pero también a nivel mundial.

¿A qué se refiere?

Las personas están manifestando un cansancio de la tradicional clase política. Y eso lleva a que surjan líderes como Trump, Bolsonaro, Melloni y en nuestro caso, Milei. Es un fenómeno más profundo, entonces. Y tiene que ver con los dispositivos que hoy implementa el Estado. El Estado tiene índices de confianza muy magros y eso se ve en la opinión de la gente, que ven a sus mecanismos como pocos transparentes. Esto es gravísimo para poder implementar políticas públicas de largo plazo.

¿En qué sentido?

¿Cuánto dura hoy el período de luna de miel de un gobierno que acaba de asumir? ¿100 días como mucho? Con tan poco espacio para maniobrar, abundan las respuestas efectistas, que dan la ilusión de un cambio. Pero el daño ya está hecho. La confianza es algo muy difícil de recuperar. Las personas sienten que no están acompañadas. Se sienten desprotegidas. Y, menos que menos, se sienten representadas. Los resultados de la encuesta me sorprendieron: casi el 90% de la gente cree que el Estado está ausente.

¿Piensa que se avecina una nueva ola de huérfanos políticos?

Creo que hay un proceso mundial de desafección política. Sin embargo, siento que esto ocurre en mayor medida en la Argentina. En un país donde más de la mitad del PBI depende del Estado, es increíble ver que la mayoría sostiene que se debe hacer una reforma total del Estado. Esta desafección está corroyendo las bases mismas del Contrato Social. Remontémonos a Hobbes, el primer contractualista. Él teorizó sobre la monarquía absoluta. Y planteó que uno termina delegando todo en el Estado -o el Leviatán, cómo él lo denominó- para cesar la guerra de todos contra todos. Estas mínimas bases del contrato social están hoy puestas en tela de juicio. Estamos ante un escenario de anomia generalizada, tal como decía Nino. ¿Qué significa? Que si el Estado no me resuelve los problemas, primero dejo de creer en él y segundo, empiezo a moverme con mis propias reglas. Desde algo tan básico como lo que ocurre entre consumidor y proveedor, que se confabulan para no pagar impuestos. Hasta lo que ocurre con la violencia. La impugnación al Estado no es político-partidaria. Es una impugnación al sistema.

¿Siente que la clase política es consciente de esto?

No. Están demasiados entretenidos en sus propias dinámicas de competencia interna. Hay una película, “Apocalypto” de Mel Gibson, que ilustra muy bien lo que está ocurriendo. En el filme, muestran cómo las legendarias tribus de América luchaban entre ellas para tener el dominio absoluto. Estas peleas internas se ven opacadas cuando llega la gran amenaza: los españoles. Esto cambia directamente el juego. Entonces, la masacre ya no era entre los indígenas. Milei sería la nueva amenaza. Pero sólo algunos ven esto. Los otros lo subestiman y piensan que es sólo una moda.

¿Ve a Milei como un peso pesado en estas elecciones?

Después de los noventas, la Argentina no fue más bipartidista. En términos de Sartori, es un sistema de dos partidos y medio. Siento que están haciendo una lectura incorrecta del fenómeno Milei. No es que la gente se volvió ideológicamente libertaria. Creo que Milei, más que un contenido, es un continente. Y, más que un enunciado, es una enunciación. A la gente no le importa lo que dice Milei, sino cómo: gritando. Y la gente se identifica con su enojo, no con las ideas libertarias. De hecho, siempre que Milei fue más concreto en sus propuestas, perdió puntos.

¿Por qué piensa que la seguridad no es una prioridad tan urgente como la inflación?

Primero, hay que decir que la encuesta que llevamos a cabo se relevó a mediados de febrero. Es decir, antes del estallido del conflicto en Rosario. En segundo lugar, la inflación es un fenómeno más difundido en términos territoriales. La inflación golpea a todos, al pobre que no llega a fin de mes y al rico, que no puede establecer contratos. La inflación desequilibra todo el sistema de precios. Pero, por supuesto, la inseguridad es algo que preocupa a los argentinos. Lo vemos con el caso del narcotráfico. El Estado no logra conciliar la inteligencia de Rosario con la federal para intervenir en las escuchas, mientras que los narcos hacen home office desde la cárcel. En palabras de Cooke, cuando describió al peronismo, yo siento que el Estado es invertebrado y miope. Se da cuenta de las cosas sólo cuando suceden. Las políticas públicas son, entonces, responsivas. No es un médico preventivo. Es un médico forense: le toma el pulso a alguien cuando ya está muerto. Y la gente se está empezando a dar cuenta de eso. Y cuando eso ocurre, dejan de creer.

 

*Maximiliano Campos Ríos es licenciado en Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Magister en Administración y Políticas Públicas por la Universidad de San Andrés (UdeSA), además de exbecario Fullbright. Ha hecho cursos de Posgrado en las universidades de Delaware y Georgetown, ambas en Estados Unidos. Actualmente es Profesor e Investigador de la Carrera de Ciencia Política en la UBA y es Director del Grupo de Investigación sobre Políticas de Modernización del Estado (GIPME) de la Carrera de Ciencia Política de la UBA. Es Magister en Administración y Políticas Públicas por la Universidad de San Andrés (UdeSA). Desde fines de los noventas, dirige la consultora Espacios Políticos, que recientemente, ha llevado a cabo una encuesta a nivel nacional sobre la percepción del público acerca del Estado y su eficiencia.

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