L a organización vence al tiempo decía el tres veces presidente, Juan Domingo Perón en una de sus máximas más recordadas. En términos políticos la expresión “orga” tuvo en nuestro país una connotación muy ligada a los movimientos revolucionarios en los años 60 y 70, tanto los que anidaron dentro del peronismo, como por fuera de él. Fue el caso de las organizaciones político militares (OPM) en las que la política se llevaba a cabo por los medios que fueran necesarios, incluida por supuesto la lucha armada. Pero también hubo “orgas” que nada tenían que ver con esos proyectos de liberación o estaban directamente en las antípodas (también por dentro y fuera del peronismo) que supieron tener ese grado de verticalidad, disciplina y rigidez que caracterizan a este tipo de formaciones políticas.
La cuestión es que recordar esa etapa de la historia reciente argentina sería algo demasiado complicado y hasta quizás ampuloso para intentar explicar el nacimiento de La Cámpora y su desarrollo ininterrumpido y creciente hasta el día de hoy. La fecha tomada como inicio de la agrupación es la del 28 de diciembre de 2006, día en que los descendientes del ex presidente Héctor Cámpora le entregaron los atributos presidenciales del “Tío” al entonces presidente Néstor Kirchner. Si bien como siempre sucede hubo hechos políticos anteriores que involucraron a muchos de los integrantes de la primera dirigencia nacional de la organización desde un par de años antes, se dio por legitimada en 2006 la fundación de La Cámpora.
La organización de ahí en más tuvo varios saltos en calidad, el conflicto con el campo por la Resolución 125 del año 2008 los encontró movilizados y protagonizando –entre otros- la movida política del oficialismo, la muerte de Néstor Kirchner en el 2010 los blindó ideológica y emocionalmente generando una gran cantidad de nuevos adeptos a la causa y por último la decisión tomada en el 2011 por la ex presidenta Cristina Fernández respecto de “su misión” en el futuro político de la Argentina que se podría resumir en aquella frase de “vamos por todo”. Allí la Cámpora debería ser artífice de ese objetivo que incluía utilizar todos los resortes de poder posibles para pelear por el proyecto del país que soñaron y sueñan.
Es normal que cuando en el gobierno se abre algún lugar por cualquier razón, la Cámpora proponga más de un nombre preparado para cumplir esa función. Tienen desde su militancia una concepción de “dirigentes de Estado” que les otorga un plus por sobre otras organizaciones políticas de menor desarrollo, incluso a veces de los diferentes PJ.
La cuestión es que durante el paréntesis del gobierno de Mauricio Macri, la organización siguió creciendo cuanti y cualitativamente transformándose al día de hoy en una agrupación que tiene además de la potencia política en la coalición gobernante, referencias estudiantiles, universitarias en muchas partes del país y hasta temáticas en las que sobresalen Derechos Humanos, Género y también los ligados a la producción y al trabajo.
Máximo Kirchner es hoy la cabeza visible e indiscutible de la organización en la que sobresale también Eduardo “Uado” de Pedro y luego muchos dirigentes de primera línea como Andrés “el Cuervo” Larroque, Mayra Mendoza y Horacio Pietragalla solo por nombrar algunos de ellos.
Muchos de sus militantes están al frente de responsabilidades mayúsculas, como Luana Volnovich en PAMI y Fernanda Raverta en Anses lo que marca la consideración de la que gozan en la vara del Presidente. Es normal que cuando el gobierno se abre algún lugar por cualquier razón, la Cámpora proponga más de un nombre preparado para cumplir esa función. Tienen desde su militancia una concepción de “dirigentes de Estado” que les otorga un plus por sobre otras organizaciones políticas de menor desarrollo, incluso a veces de los diferentes PJ.
Máximo –tal como adelantara este medio a fines del año pasado- entendió que a pesar del crecimiento que habían tenido como “orga” en el poder del Estado, era necesario controlar parte del poder partidario y en una jugada muy fina de ajedrez, se alzó con la candidatura del PJ de la Provincia de Buenos Aires. Esa movida que un día le propusieron al Presidente, el ministro De Pedro y el intendente de Lomas, Martín Insaurralde, le permitirá a Máximo (hoy uno de los cinco dirigentes más importantes del gobierno) tener la lapicera para definir las candidaturas y estar más cerca del control -a veces difícil- de los intendentes del conurbano, a los que hábilmente incluyó en esta movida para evitar conflictos anticipados. Con ellos adentro, con los sindicatos también, con Cristina como emblema de los más humildes, y con la conducción del partido, será muy difícil en el 2023 impedir el ascenso que viene construyendo con perfil bajo y alta precisión.
Tal como adelantara NU a mediados del año pasado su firme alianza con Sergio Massa es una parte indispensable de esta movida en la que tiraron juntos de entrada y se verá quién llega más alto en las instancias electorales que se avecinan. Alguien se los imagino en 2019 enemigos acérrimos, pero por ahora son socios bien confiables.
Máximo Kirchner es una de las mentes más pragmáticas, preparadas y conocedora del poder que tiene la coalición oficialista. Y va subiendo los escalones de a poco, sin prisa, pero sin pausa. La Cámpora ya juega fuerte en varios distritos del país y Máximo definirá muy pronto con Axel Kiciloff donde radicará el poder en la principal provincia argentina. Después solo le quedará el país.