Existen personas que desconocen el significado de las palabras. Y, por ende, su utilización correcta. Suelen usarlas tan toscamente que terminan dando un significado entre inentendible, grandilocuente y artificioso a todo lo que dicen. Eso hace que, la mayoría de las veces, el resultado sea rimbombante y hasta explosivo, pero que tenga muy poco que ver con la realidad.
Eso también pasa en la investigación por la muerte del fiscal Alberto Nisman. Muchas veces las declaraciones son confusas, se contradicen entre sí o terminan siendo totalmente ilógicas.
El lunes de esta semana, la diputada nacional Elisa Carrió denunció a la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner; al jefe del Ejército, teniente general César Milani; al secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández, y a la procuradora general de la Nación, Alejandra Gils Carbó, por “encubrimiento del crimen de Nisman, Inteligencia ilegal, intromisiones graves en el desempeño del Poder Judicial, omisión de denuncia y asociación ilícita para la comisión de estos delitos”.
La legisladora nacional realizó la presentación junto al diputado Fernando Sánchez en los tribunales federales de Comodoro Py 2002.
Carrió fue un paso más allá y, al referirse al titular del Ejército, dijo: “Quiero decirle al general Milani que a mí me han denunciado todos los corruptos desde hace 20 años. Sé que él es capaz de matar y, en consecuencia, que no me mate, que no me haga operaciones de prensa, que no me toque”.
Y finalizó diciendo: “Es preciso ahora que no maten más, se los digo al general Milani, a [Fernando] Pocino (NdR: director de Reunión de la Secretaría de Inteligencia) y a Cristina, y se lo digo a otro señor, que siempre está nombrado en las causas de narcotráfico y que yo lo llamo Criminal Aníbal (por Fernández)”.
Lo que dijo Carrió sobre Milani fue una muestra de los usos que se le dan a ciertas palabras y que terminan con el efecto contrario al deseado. Al ser utilizadas de esa manera se pierde el centro. Pedir que Milani no la mate acaba dándoles la razón a los que dicen que Carrió perdió la cordura y que solo se dedica a pronosticar cataclismos que nunca ocurren.
Esto, finalmente, termina beneficiando al hombre que se pretende denunciar. Por eso hay que eludir el mal uso de la dialéctica de Carrió y poner el ojo en Milani. Y en cómo las derivaciones del caso Nisman lo terminan salpicando.
Pelea de pesados
“Milani es quien verdaderamente maneja la Inteligencia del Estado. Es un especialista en el tema. Antes de llegar a la Jefatura del Ejército era el jefe de Inteligencia de la fuerza y sus destinos siempre estuvieron relacionados con esa cuestión. Él fue el principal responsable de la caída del exdirector de Operaciones de la Secretaría de Inteligencia (SI), Jaime Stiuso. Eran dos pesos pesados y por eso la colisión era inevitable. Uno de los dos debía quedar afuera, la Inteligencia no podía ser manejada por ambos”, le dijo un integrante de la SI a Noticias Urbanas.
Esa misma fuente fue un paso más allá y explicó cómo se desarrollaba la batalla entre ambos y cuáles eran sus alfiles.
“Todo el mundo decía que Fernando Pocino, el director de Reunión de la Secretaría de Inteligencia que había sido nombrado por Cristina, era el máximo enemigo de Stiuso por el control del manejo de la Inteligencia, pero eso no era así. A pesar de que hizo entrar a un gran número de camporistas, él solamente hacía lo que decía Milani. De esa forma, el jefe del Ejército no se exponía. Mientras, los medios detrás de la pelea entre Stiuso y Pocino acusaban a este último de ser el hombre encargado de espiar a la oposición”, agregó el espía.
Y para dejar en claro el poder de Milani, nada mejor que los hechos concretos. Las acciones que demuestran la confianza que le tenía la Presidenta de la Nación.
El reparto presupuestario para las tareas de Inteligencia demuestra no solo el poder alcanzado por Milani sino la preferencia que había logrado de parte de Cristina Fernández de Kirchner.
En los últimos cuatro años, la Presidenta le otorgó un significativo poder a la Dirección General de Inteligencia del Ejército (DIE), manejada por el jefe del Ejército, que no administra hipótesis de conflicto externas, y de esa manera postergó a la Secretaría de Inteligencia.
Desde 2010, el presupuesto de la DIE creció 156 por ciento. Sin nada que justifique este aumento. Por otra parte, la Secretaría de Inteligencia solo elevó su presupuesto al 34 por ciento.
Esto no resiste un análisis serio. En el Ejército no hay ninguna posibilidad de conflicto externo, en cambio la Ley de Inteligencia dice claramente que la SI debe actuar como auxiliar de la Justicia en temas de seguridad como son el narcotráfico, el terrorismo, el lavado de dinero y el crimen organizado, entre otros delitos.
La jugada política y las movidas en la AFI
El poder que acumuló Milani explica por qué a pesar de que es investigado por la desaparición del conscripto Agapito Ledo durante la última dictadura militar, un tema en que el kirchnerismo es intransigente, el jefe del Ejército sigue en su puesto y sumando cada vez más poder. “Milani es inteligente y hasta actúa como un político, la famosa entrevista que le concedió a la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, fue una movida extraordinaria. Fue la primera vez que un jefe del Ejército se sentaba con Hebe y reconocía los errores. Esa entrevista lo blanqueó ante todos. Parecía el más progresista del mundo, hasta se ganó los elogios de Bonafini”, le dijo a Noticias Urbanas un político K.
Y como la guerra por el control de la Inteligencia local involucra mucha información valiosa, dinero y a pesos pesados del espionaje y la política, la pelea ya se trasladó a la nueva Agencia Federal de Investigaciones (AFI).
Según pudo saber este medio, desde cierto sector del Gobierno nacional, del cual Milani no sería ajeno, se impulsa la llegada de un centenar de camporistas a la nueva agencia. Por su parte, el CELS apoya la reforma de la Inteligencia, pero presentó un detallado proyecto en el que plantea ciertos cuestionamientos de peso que todavía no están resueltos (ver recuadro).
La investigación por la muerte del fiscal Alberto Nisman sigue abriendo puertas ocultas y echando luz sobre lugares oscuros del poder y el espionaje.
Entran en escena personajes poco conocidos para la gran mayoría, y su aparición en el escenario nunca los deja bien parados. Más bien, todo lo contrario. Sufren los caprichos de un autoritario guionista que siempre les da el mismo papel: el de villano.