Una de las características y también un grave problema que tiene el peronismo, es que corporiza “el partido del poder” en la Argentina. Eso indica que cuando gobierna esa fuerza naturalmente alinea como patitos en fila a todo al arco que entona la marcha, ya que la costumbre del que conduce es contener a todos y la costumbre de todos es entrar por donde sea al gobierno. Feliz coincidencia.
El problema es cuando no gobierna, ya que esa “sana costumbre” de hacerlo casi siempre, obliga a la dirigencia peronista hoy a dos cosas: en primer lugar, a realizar una oposición bastante torpe mientras duran las lealtades (ya que solo aprenden a estar en el poder), y en segundo lugar a tener que soportar fugas de dirigentes del rango de gobernador para abajo, en todos los frentes. Esto incluye casi siempre a buena parte de los dirigentes sindicales de la CGT. La excusa es siempre la misma: la responsabilidad que tienen hacia sus dirigidos o en el caso de los gobernadores, la necesidad de gestionar obligados por “su” gente. Pero el salto está siempre como posibilidad concreta para buena parte de ellos. Son muchos los salieris de Scioli.
Las escisiones del peronismo son tantas como las contradicciones del “gigante invertebrado” que constituye este movimiento. Sería interminable si empezamos a describir cada una de ellas. Podríamos resumir con brocha gruesa que normalmente compitieron por el poder sectores más revolucionarios (antes) o progresistas (ahora) con otros más ortodoxos (antes) con los moderados (ahora). La cuestión es que lo habitual es que la convivencia dure un tiempo mientras se discute la hegemonía de cada momento y luego empiezan los distanciamientos hasta llegar a la ruptura. Y todo vuelve a empezar en cada nuevo liderazgo. Así casi 70 años.
Sin pretender irnos de tema, es bueno aclarar que esta conducta no es sólo del peronismo, esté gobernando o no. La fuerza centrípeta del poder se llevó puesto a muchos radicales en todas las etapas (ahora son los “con peluca”), cuando no, a toda la UCR como en Cambiemos, donde asistieron por dos bolsas de caramelos de madera a la fiestita de Mauricio Macri. Podríamos seguir con los socialistas del viejo PS, siempre dispuestos a dar el voto necesario para cualquier fin, sea este noble o no tanto. Hay más, pero es otra nota esa.
El gobierno de Javier Milei está demostrando que, si algo está cambiando en la República Argentina no es precisamente eso. La decisión del Presidente en su imprudencia necesaria y con billetera discrecional, ha logrado ir quebrando de a poco las resistencias que le venían oponiendo las distintas fuerzas parlamentarias, menos la del Pro que (no) entendió todo rápidamente y se sumó de entrada, casi gratis.
Un colega define como “genial” la llegada de Milei a la Casa Rosada. Dice Carlos Raymundo Roberts que Milei derrotó a Juntos por el Cambio con el aparato y el dinero de Sergio Massa y luego con el dinero y el apoyo de Macri, el anarco capitalista venció en la final a su mentor, el propio Massa. En seis meses los durmió a los dos y luego algunos analistas dicen que no entiende nada. Cambió el mazo de cartas, puso nuevas reglas y encima hace trampa y miente. Pero no lo pueden parar a pesar del brutal costo social del 2024, acumulado a la debacle preexistente. Una pobreza intolerable aún para este momento. Deben mejorar esa área, ya que el mercado no lo hará jamás. No puede ni en USA. Milei avanza sin oposición a la vista. No hay otras ideas viables por ahora.
El principal apoyo del Presidente en esta etapa fue del Círculo Rojo (For Ever) de la mano fundamentalmente de las Mega Tech de Galperín y similares del e-commerce, los bancos, Rocca, Eurnekián, Mindlin, Bulgheroni, Manzano, Belocopitt y Pérz Companc entre otros. Así fue armando una barrera “poblada de dinero” para que la mayoría de las balas que volaban sin destino no le entraran, fueran desviadas por ellos, los inventores del DNU 70 y de la Ley Bases.
Políticamente ya hablamos del Pro en el Congreso que le dio aire mientras esperaba la llegada de los “con Peluca” de todos los espacios posibles. Inauguraron ese espacio los siempre sangucheros de la UCR. Los que detestan la intemperie y siempre quieren estar allí.
Primero fue Guillermo Francos, puesto por el peronismo en el BID que volvió anestesiado a LLA, hasta que agarró ritmo. Daniel Scioli no se puso colorado y entró con fe y esperanza. El peronismo aporta en este momento al club -mientras Cristina será condenada este miércoles y conduce como puede los restos del PJ-, a tres gobernadores amigables, casi socios de la Rosada, cada día a más parlamentarios de ambas cámaras que le permiten saltar todos los obstáculos que le plantea el enojado de las formas, Miguel Pichetto. El kirchnerismo tiene que resolver el grave problema de confianza que parece no tener retorno, y es el de CFK y su hijo contra el gobernador Axel Kiciloff. La gobernación de la Provincia es el botín que desea Máximo, la candidatura mayor en el 2027, la de Axel. Difícil las dos cosas, por no decir imposible porque los milagros existen.
Mientras tanto cada vez son más “los compañeros” que siguen habilitando las puertas para que pase el señor Presidente y su séquito, en el cual sobresale por su audacia, Santiago Caputo por su lectura de la trama política global y un diseño vernáculo que cuadre y perdure, aunque cometa errores.
El jueves Milei se verá con Trump y ahí empieza otra historia. La cita foto, es pato o gallareta en lo económico, aunque quizás sea fructífero en lo político. Y seguramente malo para el pueblo argentino, ya que el presidente electo –ganador con una paliza histórica a los decadentes demócratas– tiene una sola prioridad llamada China, luego otras llamadas México (inmigración) y la OTAN (¿plata para la defensa de Europa?). Allí jugará demasiado fuerte, a ganar como sea, otras ligas.
Milei va en busca del hueco que le permita colarse en alguna movida complementaria del Gran Peluca, algo de nivel argento. Ya lo hizo acá, veremos allá.