Militancias jóvenes: las formas de la política en tiempos de crisis

Militancias jóvenes: las formas de la política en tiempos de crisis

Por Catalina Iannelli / Especial para Noticias Urbanas

Desde la recuperación democrática hasta el auge de nuevas propuestas políticas, la militancia juvenil ha transitado distintos momentos.


Desde la recuperación democrática hasta el auge de nuevas propuestas políticas, la militancia juvenil ha transitado distintos momentos. Hoy, los jóvenes redibujan el mapa político: algunos impulsados por fenómenos como el activismo digital vinculado a nuevas figuras políticas, mientras que otros siguen apostando por formas más tradicionales basados en la participación colectiva.

Mientras el discurso dominante insiste en señalar la apatía de las nuevas generaciones, en los barrios, universidades y centros culturales miles de jóvenes se organizan para participar activamente en distintos espacios políticos. Algunos lo hacen dentro de partidos políticos, otros en movimientos sociales, en agrupaciones estudiantiles o en proyectos comunitarios que nacen por fuera de las estructuras formales. La militancia juvenil sigue viva, aunque sus formas, motivaciones y objetivos hayan cambiado en base a las necesidades y los contextos.

El compromiso surge, en muchos casos, como una respuesta a la desigualdad, como una queja, un mensaje, una denuncia, en la exclusión o ante la falta de perspectivas futuras. Para muchos, participar de un espacio como éste es una manera de intervenir en el día a día, construyendo una identidad colectiva y, al mismo tiempo, encontrando un espacio de pertenencia en un contexto signado por la fragilidad y la fragmentación.

Aún arraigado a algunos de los métodos históricos de las juventudes partidarias, la nueva militancia también combina acción territorial, redes sociales, gestión cultural, trabajo comunitario y activismo en varias áreas. La búsqueda de la transformación social se mantiene, pero en algunos casos adopta lenguajes y estrategias distintas a las de generaciones anteriores.

Nuevos escenarios para luchar

La acción territorial en los barrios populares, el activismo en las universidades y el trabajo cultural en espacios comunitarios son hoy algunas de las principales formas que asume la militancia juvenil. En muchos casos, las organizaciones barriales funcionan como redes de contención frente a las carencias del Estado y a la precarización de las condiciones de vida. Talleres, merenderos, comedores y actividades recreativas son impulsados por adultos y jóvenes que entienden la política también como una práctica cotidiana.

Según un estudio de José Eduardo Jorge, investigador de la Universidad Nacional de La Plata, la participación política no se define únicamente por intereses materiales, sino también por valores, creencias y actitudes. Esta mirada permite entender cómo, más allá de las instituciones tradicionales, los jóvenes encuentran nuevas formas de acción política.

En las universidades, la militancia estudiantil sigue siendo un pilar importante, pero en el contexto actual, las carencias y las crisis que atraviesan muchas de las facultades juegan un papel clave en la activación de los estudiantes. La falta de insumos básicos, los sueldos bajos de los docentes, la escasez de recursos en muchas carreras y la precarización del sector educativo generó un escenario donde la defensa de la educación pública se mantiene como un eje central de la lucha estudiantil.

Sin embargo, más allá de las tradicionales demandas, hoy también se levantan otros reclamos vinculados a la inclusión, que responden a la realidad de un país que atraviesa ajustes económicos y cambios políticos profundos. Los centros de estudiantes y grupos de apoyo en muchas facultades se han convertido en espacios fundamentales para contener, organizar y ofrecer alternativas ante una situación que pareciera empeorar cada año.

El comunicador agregó en su análisis que el escenario político de las últimas décadas es lo que abrió nuevas puertas para la participación juvenil, marcado por gobiernos que impulsaron la ampliación de derechos y políticas de inclusión social. La visibilización de causas como la igualdad social, la diversidad y la defensa de los derechos humanos se convirtieron en motores centrales de la acción política de las nuevas generaciones.

Volvió la democracia y, con ello, el renacimiento del significado de la militancia

La recuperación democrática marcó en 1983 un punto de inflexión en la historia argentina. Tras años de censura, represión y violencia estatal, la distensión trajo consigo un clima de esperanza, de apertura y de debate. La sociedad comenzaba a reconstruirse en un nuevo marco de libertades políticas y de derechos civiles.

En este escenario, las juventudes ocuparon un lugar protagónico. Impulsados por la posibilidad de expresarse y de organizarse sin persecución, miles de jóvenes encontraron en la militancia una herramienta para canalizar sus ideales, reconstruir lazos sociales y proyectar un país distinto. Sin embargo, aunque mucha militancia fue fuertemente reprimida durante la dictadura, nunca se detuvo por completo. A pesar de los años oscuros, las demandas y las ideas seguían vivas en el imaginario colectivo, esperando el momento adecuado para reaparecer. Con el regreso de la democracia en 1983, los jóvenes encontraron un espacio para retomar su participación política, pero bajo nuevas formas, adaptadas a un contexto social y político distinto al de generaciones anteriores.

Según el libro Militancias juveniles en la Argentina democrática: Trayectorias, espacios y figuras de activismo, escrito por Melina Vázquez, Pablo Vommaro, Pedro Núñez y Rafael Blanco, el proceso de democratización iniciado en 1983 no implicó la desaparición de las juventudes militantes, sino su transformación. Los modos de participación política juvenil se diversificaron y, en muchos casos, se desplazaron fuera de las estructuras partidarias tradicionales. En lugar de retirarse de la política, los jóvenes reconfiguraron sus formas de vincularse con causas colectivas.

A medida que avanzaba el siglo XXI, la acción política juvenil se expandió hacia nuevos campos de disputa como los derechos humanos, el feminismo, el ambientalismo, los movimientos territoriales y la cultura popular. Según los autores, estas militancias ampliaron sus horizontes, redefiniendo tanto sus prácticas como sus objetivos. Además, señalaron que durante los gobiernos kirchneristas se vivió un “proceso de repolitización de amplios sectores juveniles”, quienes, tras las crisis de los noventa y el estallido de 2001, volvieron a ver en la política un espacio legítimo para la transformación social. A pesar de reconocer que esta recuperación no fue homogénea, aseguraron que permitió la emergencia de nuevos liderazgos y colectivos juveniles con capacidad de incidencia.

El fenómeno libertario y las nuevas formas de militancia digital

En paralelo al crecimiento de nuevas formas de participación territorial, en los últimos años surgió otro tipo de militancia juvenil, impulsada por la expansión de los medios digitales y el cambio en las formas de socialización política. Esta nueva dinámica se visibilizó especialmente con el fenómeno de Javier Milei, cuyas ideas encontraron eco en una parte de las juventudes que, desencantadas con los partidos tradicionales, abrazaron discursos de ruptura, rebeldía y desconfianza hacia el Estado.

A diferencia de otras experiencias históricas de militancia, el activismo libertario se caracteriza por una alta presencia en redes sociales, una lógica de difusión rápida y una narrativa basada en la confrontación directa. La velocidad de internet, el anonimato y la inmediatez de los intercambios moldearon un estilo particular de participación, donde las grietas ideológicas suelen expresarse de manera más cruda y polarizada.

“El apoyo juvenil a Javier Milei se explica, en parte, por la apelación a discursos de rebeldía contra las estructuras tradicionales y el uso intensivo de redes sociales para la difusión de su mensaje”, plantea un informe del Observatorio Electoral de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). Esta modalidad de participación, menos arraigada en los espacios territoriales tradicionales, encuentra en las plataformas digitales un terreno fértil para una expansión inmediata de sus ideas.

Según otro estudio del Observatorio de Redes Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el movimiento juvenil libertario combinó, en épocas de elecciones, acciones espontáneas con campañas organizadas a través de redes como Twitter, Telegram y TikTok. A esto se suma un fenómeno que analizó el sitio Chequeado.com en 2023: el crecimiento de cuentas automatizadas y trolls que operaron en favor de Javier Milei, lo que probablemente contribuyó a profundizar la polarización del debate público.

Aunque no toda la militancia vinculada al espacio libertario recurre a prácticas agresivas, la politóloga María Esperanza Casullo advirtió que “la utilización sistemática de insultos y descalificaciones hacia oponentes construye un estilo de participación política que privilegia la confrontación y la anulación del otro como estrategia”. Así, las nuevas formas de militancia transforman los métodos de participación, como lenguajes, los climas emocionales y las dinámicas de los intercambios políticos contemporáneos.

En este entramado diverso de militancia juvenil conviven diversas expectativas, que reflejan los movimientos históricos como los cambios que ha generado la realidad política y social actual. Mientras algunos siguen apostando por la militancia colectiva, aquella que denuncia con megáfono y fervor construyendo la acción comunitaria y el activismo cultural, otros deciden canalizar su descontento a través de nuevas formas de hacer política, abrazando propuestas como las del fenómeno libertario. Muchos de estos jóvenes buscan desmarcarse de las generaciones anteriores, y aunque la necesidad de marcar diferencias generacionales es legítima, la acción política sigue implicando vínculos colectivos. Por eso, más allá de los métodos que adopten, su participación refleja una ruptura con lo establecido, donde la política se aleja cada vez más de ser una herramienta de transformación social colectiva y se orienta a deslegitimar un sistema que consideran obsoleto.

Así, más allá de las diferencias en los métodos y discursos, lo que es importante reconocer es esa persistencia de una juventud que, frente a la crisis, sigue encontrando en la política una herramienta para disputar sentidos, transformar realidades y, de alguna forma, seguir construyendo un futuro lo más honestamente posible.

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