Juntos por el Cambio vive momentos de fuertes tensiones a partir de las elecciones de este año. El triunfo no solo no ha sido capitalizado ante la sociedad, sino que más bien todo lo contrario, ha traído al interior de la coalición una serie de problemas que, por desatinos personales, colectivos o ambiciones extemporáneas, ha puesto con mucha visibilidad a dicha fuerza política en situaciones a veces incómodas y en otras directamente al borde del papelón. Y del ridículo no se vuelve como alguna vez sentenciara el tres veces presidente Juan Perón.
Mientras que lo normal desde 2011 en adelante era que el Pro dominara la escena dentro de la coalición y que éste tuviera un solo jefe indiscutido que era el ex Presidente Mauricio Macri, la situación ha cambiado sustancialmente este año con el salto en calidad que ha dado el radicalismo, que para decirlo de una manera clarificadora ha traccionado su vasta territorialidad nacional a la discusión política de las ligas mayores de JxC.
Pero mientras eso sucede de manera bastante desprolija en la UCR, el Pro también sufre transformaciones y rencillas de todo tipo en donde Mauricio Macri pretende extender su liderazgo hasta donde le permita la cuerda, Horacio Rodríguez Larreta entiende que ha llegado su momento y con su particular estilo de acumulación avanza con ritmo arrollador, Patricia Bullrich sin aparato es una francotiradora de precisión extrema y experimentada, María Eugenia Vidal en un momento algo deslucido de su trayectoria aunque con un triunfo importante en su espalda, y se suman otros actores que le ponen pimienta a este mosaico del poder, como Jorge Macri, Emilio Monzó, Diego Santilli o Rogelio Frigerio para citar solo a los personajes más ganadores o conocidos de la tropa amarilla.
La pelea entre Gerardo Morales y el nuevo grupo escindido del actual bloque de diputados comandado por Martín Lousteau y Emiliano Yacobitti preanuncia una convivencia difícil de aquí en más entre las partes. La retirada inmediata del senador Lousteau en una violenta discusión de breves segundos con el gobernador Morales ha puesto la relación de ellos (y sus aliados) en vía muerta. Las acusaciones cruzadas afirman que Morales es demasiado buen aliado del Gobierno Nacional en contra de los intereses del conjunto y que Lousteau y compañía acompañan con demasiado ímpetu el avance de Larreta en detrimento de las necesidades del partido rojiblanco. Las dos cosas tienen algo de cierto y ambos sacan provecho de esas alianzas, con la vista puesta en el objetivo de ambos bandos que es llegar a liderar la UCR al momento de las PASO con el PRO para Presidente en 2023.
Teniendo en cuenta que en la Argentina la lucha por el poder es prácticamente lo único que le interesa a la elite política que todo lo gobierna, los actuales movimientos tácticos para llegar al destino prefijado son ataques demasiado frontales que se verá con el tiempo la eficacia lograda. En un momento en donde el oficialismo nacional está de alguna manera algo más cohesionado en su feroz interna y también más prudente después de la derrota de medio término, es incomprensible asistir a tanta torpeza en la oposición, son épocas de convocar y alinear los avances logrados en noviembre, postergando las contradicciones y aspiraciones para más adelante. No porque no tenga legitimidad la lucha de espacios por conducir a la coalición solo que en el nuevo mapa político para ellos no existe las condiciones objetivas ni subjetivas para tantos caciques hostiles, no dejan posibilidad de convocar a nuevos indios para la pelea.
Horacio Rodríguez Larreta si bien no es el carismático líder que este país presidencialista siempre anhela, tiene una construcción permanente de fuerzas aliadas, es un tanque arrollador ya no solo a nivel distrital ni del AMBA; también a nivel nacional empieza a tallar. Es ahí donde empiezan los problemas con la UCR y principalmente con el tándem que construyeron Morales y el correntino Gustavo Valdés, otro de los grandes ganadores de este año, con el apoyo por ahora de la pata mendocina de Suárez y Cornejo que sostienen al interior unido solo con algunas bajas como Córdoba, donde De Loredo y Luis Juez se sumaron con muchos votos al tren nacional.
En provincia de Buenos Aires también hay problemas. Si bien Diego Santilli logró perforar al peronismo unido, algo casi imposible en la previa, el mapa tiene mucho más de rojo que de amarillo y es que la presencia de Facundo Manes levantó la autoestima de los radicales bonaerenses que vieron un haz de luz al final del túnel, luego de tanta oscuridad en el tiempo.
Manes es un personaje difícil, por su poca experiencia política, su escaso apego por los acuerdos en los que hay que tragarse sapos gigantes como requiere la crisis argentina, y sobre todo su desprecio por la rosca que en el centenario partido es una marca registrada. Una foto con Negri dio una pista de donde se puede alinear, pero tratándose del neurocirujano nada es definitivo. También tuvo una excelente relación con Santilli en la campaña y fue copartícipe del triunfo del Colorado.
Mientras tanto Macri parece un elefante en un bazar que se cuela en cuanta reunión le permiten (casi todas) y que intenta llegar aprovechando los errores de los demás y eventualmente la necesidad del Frente de Todos de tenerlo vivo políticamente y visible. Bullrich tiene una imagen de mujer fuerte, un perfil claro y es quizás la menos viscosa de todos los que anhelan llegar al sillón de Rivadavia. Veremos si su construcción, que será más austera, pero de mucho recorrido, le permite mantener la puja hasta el final con el Pelado porteño.
Muy difícil será armar un rompecabezas más pacífico, articulado entre todos ellos. El consenso con algunas propuestas del gobierno y otras propias parece bastante lejano en estas condiciones en la que nadie puede acomodar los tantos siquiera en su propio espacio.
La franja central del país o sea Santa Fé, Córdoba y Entre Ríos es uno de los objetivos de la oposición para triunfar en 2023. Hay votos, PBI, y por ahora alguna ventaja en la interna –al igual que en el AMBA- de Larreta por esas zonas de la mayor riqueza argentina.
Los radicales avanzan más allá de las desprolijidades, con un Morales muy lanzado y con la convención (y el bloque) dividido. Larreta sostuvo con triunfos y sumando espacios su proyecto presidencial, mientras Bullrich espera confiada su momento. El poder genera eso, adicción y ganas de ejercerlo, y en Juntos por el Cambio la guerra estalló ya. Quieren volver, pero de otra manera, pero hay demasiados caminos abiertos y resulta difícil encontrar el correcto, al menos por ahora. ¿La autocrítica? Te la debo. Ahh, gracias.