“Muchos políticos se creen más importantes de lo que son”

“Muchos políticos se creen más importantes de lo que son”

El autor de Políticos al diván desglosa aspectos de su obra y plantea el futuro. Cree que en 2015 “la gente va a escuchar mejor con el oído derecho porque al izquierdo se lo aturdieron demasiado".


Diego Sehinkman es psicólogo y periodista. Este año lanzó el libro Políticos al diván, que recopila las versiones completas de las mejores entrevistas a dirigentes argentinos que publicó en el diario La Nación. “Buceaba en la vida de cada entrevistado y ahí descubría pedacitos de la historia política contemporánea. El libro termina operando como un manual de Historia”, asegura en su charla con Noticias Urbanas.

–Con la salida del libro recibió elogios por parte de muchos periodistas, ¿cómo lo siente?

–Tenés razón, fue bien recibido por el gremio. Si bien ahora bajaron los decibeles, estamos terminando de cruzar un río muy revuelto, de mucha posición de “¿vos de qué lado estás?”, y en ese contexto se percibió que la sección no tenía un sesgo ideológico o político que pudiera condicionar al entrevistado.

–¿Cuáles fueron los hechos o sucesos, políticos o personales, que fueron comunes a todos los entrevistados?

–El denominador común de los tipos que están en cargos importantes, que cortan el bacalao, digamos, es que tienen un altísimo nivel de laburo, mucho mayor al promedio de los trabajos comunes. Después están las cosas de la vida, que mayor actividad no necesariamente redunda en mayor productividad: la gente no termina de percibir en qué redundan muchas de las horas-hombre invertidas por los políticos. Otra cosa es que si la ambición fuera una glándula, supongamos, y vieras diagnósticos por imagen, estos tipos tienen la glándula de la ambición 50 por ciento más grande que la del resto de los mortales. No es una ambición necesariamente negativa, creen que ellos podrían ser la herramienta de transformación. Más allá de esa droga formidable que ves transitar en las venas de todos ellos, que es el poder, tienen la autoimagen de ser quienes pueden transformar la realidad. También se observa una distorsión en la imagen. Los dirigentes, con una especie de dismorfia, se ven al espejo con un mayor volumen político, más importantes de lo que verdaderamente son. Hay muchos que sí lo son, y otros que te llamaría la atención saber cuán importantes creen que son sin serlo.

–¿Cuál fue la propuesta inicial de las entrevistas?

–Interrogar a un político como si fuera un paciente. No a alguien con una enfermedad sino a un tipo que consulta por sus problemas, angustias, dificultades. Ahí se ve su capacidad vincular, sus habilidades sociales, cuáles son sus dificultades o inhibiciones, su perfil de personalidad. Con un cuestionario tradicional, colocado en la vida de un político, aparecen cosas alucinantes. Muchos de los grandes títulos que dio la sección tienen que ver con una indagación más de tipo psicológico.

–¿Cuáles son los ítems básicos que lleva a cada entrevista?

–Lo que hago es estudiar la vida política de los tipos. Ahí voy obteniendo hipótesis que pruebo para ver si están bien construidas, o veo si está la punta de un perfil psicológico. Por ejemplo, cuando entrevisté a Luis Barrionuevo me daba cuenta de que su personalidad, de permanente impulsividad, lo llevó a tener frases que fueron muy incómodas e incluso lo apartaron. Él reconoce que es así. Pero lo más importante es que le importa un bledo. A Binner le preguntás si debería modificar su perfil y él dice que su fortaleza está en lo que para muchos es su debilidad: el perfil bajo, el tipo común. Aníbal Fernández confiesa que él, efectivamente, cuando le toca estar en el rol de frontman, se arma un personaje que le rinde porque se vuelve pintoresco. El personaje toma carne en él y él termina siendo más su personaje.

–¿Qué le pareció el episodio en Intratables de Luis D’Elía donde terminó pidiendo “Amor, amor, amor”?

–A D’Elía lo habré llamado no menos de 20 veces para entrevistarlo. Hablar mal de D’Elía es fácil. Vamos a hacer un intento diferente, vamos a reconocerle alguna virtud: es un tipo que en su metro cuadrado es sólido. Podrás objetar viajes a Irán, si recibió o no dinero, pero desde lo argumental es sólido en su metro cuadrado, y ahí está su capital simbólico, que lo pierde cada vez que “borderea”, cada vez que arma un acting. Un acting fue la piña en la 125, o los actings nacionalistas cuando fue y cortó los candados de Douglas Tompkins. Tiene ese perfil de espectacularidad. El último acting creo que es el de menor calidad, el más chiquitito, el más olvidable.

–Asegura que la Argentina tiene capacidad para mimetizarse. Pasó del neoliberalismo al latinoamericanismo, ¿hacia dónde cree que va ahora?

–Hay un campo simbólico, que es el progresismo, que fue muy raleado. Dicen que la soja es destructiva para el campo porque la vacía, pero paradójicamente el Gobierno –con la soja como uno de sus motores– raleó otro suelo, el del progresismo. Imagino que lo que va a venir no va a ser progresista, y que el próximo Gobierno va a tener que pensar dos veces antes de hablar de justicia social, de que a los delincuentes hay que darles oportunidades. Ese discurso fue expoliado, desertificado. Lo que va a dar la audiometría social es que la gente va a escuchar mejor con el oído derecho porque al izquierdo se lo aturdieron demasiado. Y no necesariamente con consignas que resultaron eficaces.

–¿Cree que ese aturdimiento no se correspondió en los hechos?

–Para mí este Gobierno hizo mucho más que otros, pero muchísimo menos que lo que se esperaba que hiciera. El arranque de Néstor fue formidable y prometedor, y después apareció lo peor de la vieja política. Los inquilinos toman posesión del departamento del poder, y 12 años después se van y al inmueble le falta petróleo, le falta gas, son pocos los trenes que hay, el servicio es pobre. Desde lo estructural el inmueble patrio nos queda más pelado, más vacío. Lo que sí nos quedan son las conquistas de los derechos civiles, como el matrimonio igualitario o la Ley de Fertilidad, que son de vanguardia. En eso la Argentina fue pionera. Pero esperábamos más.

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