Miles de mujeres, hombres y niños participaron esta tarde de la concentración en las inmediaciones del Congreso Nacional bajo la consigna #NiUnaMenos, contra la violencia machista y su peor expresión, el femicidio. Se trata de una causa que empezó a circular y a viralizarse por redes sociales hace cerca de un mes, a partir de la iniciativa de un grupo de periodistas ante la conmoción que produjo la muerte de Chiara Páez, la chica de 14 años, oriunda de Rufino, Santa Fe, quien a principios del mes pasado apareció enterrada en el patio de la casa de su novio. La chica embarazada fue, en realidad, la gota que rebalsó el vaso de casos como los de Melina Romero o Daiana García: el iceberg de una problemática que tiene mil caras, desde el acoso callejero a la violencia económica, de la manipulación psicológica al delito de trata.
Pero también, esta movilización organizada por un colectivo heterogéneo de comunicadores, entre ellos, Marta Dillon (Página 12), Florencia Etcheves (Canal 13 y TN) e Hinde Pomeraniec (La Nación, entre otros), llamó la atención sobre la necesidad de desnaturalizar y visibilizar aquellos dramas. Y, para eso, se enfatizó sobre la lucha que debe darse también ante el adormecimiento mediático –la repetición de este tipo de noticias termina por gastar el sentido de los hechos– y el tratamiento, muchas veces, misógino de los crímenes de género y padecimientos femeninos. Bastó hacer un breve zapping horas antes de la convocatoria –las tomas aéreas muestran gente desde Combate de los Pozos hasta, por lo menos, Piedras, en un perímetro que superó los márgenes de Mitre, a un lado de Rivadavia, e Hipólito Yrigoyen, hacia el otro– al periodista insignia de Canal 26 y Radio Latina, Eduardo Serenellini, pidiendo a viva voz, por favor, que se trabaje urgentemente sobre la violencia hacia los varones. O escuchar a Flavio Azzaro, quien por estos días, en su programa de radio FM pidió que no se desvirtúe el tema: que no todo es violencia de género, que una discusión de pareja no lo es. Luego, el móvil con Ali Kemal, con traductora in situ, dio muestras que la labor sobre la banalización es –pese al costado oportunista que muchos vislumbran a la hora de instalar el asunto mediante la figura de Las mil y una noches–, a todas luces, urgente.
“Mis jefes se portaron. Nos dejaron salir más temprano para llegar a la marcha”, decía a NU Lucía, estudiante de Economía, acompañada de su novio, con cartel y todo: “La violencia deja marcas. No verlas deja femicidios”. “La marcha por Ni Una Menos es una demostración pública y política de colocar a la violencia de género y el femicidio en la agenda pública. Particularmente, marcho junto a las columnas del Frente de Izquierda debido a que es el único espacio que denuncia de manera sostenida la responsabilidad de funcionarios, gobernadores, diputados y representantes del gobierno y de la oposición de derecha. Connivencia y corrupción son las principales causas de femicidio, y nos hablan de un estado que no combate las redes de trata y sostiene estereotipos sociales sexistas y machistas. ¿Qué critica puede efectuar un candidato que se mide en un programa ícono de la cosificación de la mujer, como el de Tinelli? ¿Y un candidato cuya pareja es un ícono del cuerpo como consumo sexual? ¿Y de un candidato que bromea con la trata? ¿Y de un espacio político que cuenta con concejales dueños de prostíbulos? ¿Cómo se combate el oportunismo cholulo de estos personajes y muchos otros ‘preocupados’ por la situación de las mujeres? ¿Cómo hablar de prevenir violencia hacia la mujer sin aborto seguro legal y gratuito?”, se enojaba Alan, psicólogo. “Yo sufrí la violencia en carne propia. Y todavía puedo decir, porque sigo mucho el tema, que en las comisarías, además de no estar capacitados para manejar estos casos, se te siguen riendo en la cara cuando vas a hacer la denuncia”, relataba María, 40 años, dos hijos, un trabajo de empleada de comercio y un futuro “lleno de esperanza”. “Por suerte, se habla cada vez más”, resumió.
La actriz Erica Rivas, la dibujante Maitena y el actor Juan Minujin fueron los oradores del acto que duró poco más de una hora, en el que se leyó un documento que exige la implementación, con todos los recursos necesarios –y el monitoreo– del Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, tal como lo establece la ley 26.485, de Protección Integral a la Mujeres; que se garantice que las víctimas puedan acceder a la Justicia; que en cada fiscalía y cada comisaría haya personal capacitado e idóneo para recibir las denuncias; que las causas de los fueros civil y penal se unifiquen; que las víctimas tengan acceso a patrocinio jurídico gratuito durante todo el proceso judicial; que se elabora un Registro Oficial Único de Víctimas de la violencia contra las mujeres; que se realicen estadísticas oficiales y actualizadas sobre los femicidios (solo dimensionar lo que sucede permitirá el diseño de políticas públicas efectivas); que se garantice y profundice la Educación Sexual Integral en todos los niveles educativos, para formar en la igualdad y para una vida libre de discriminación y violencia machista; que se sensibilice y capacite a docentes y directivos; que se garantice la protección de las víctimas de violencia, y se implemente el monitoreo electrónico de los victimarios para asegurar que no violen las restricciones de acercamiento que les impone la Justicia.
La ley 26.485, de Protección Integral a las Mujeres, se aprobó en 2009 pero aún algunos de sus artículos aguardan reglamentación. Por caso, aquel que articula el Plan Nacional de Acción para la Prevención, la Asistencia y la Erradicación de la Violencia contra las Mujeres, ya mencionado. Esto se traduce, desde ya, en falta de asignación presupuestaria; en que, por ejemplo, las líneas telefónicas de denuncias resulten insuficientes y deficientes como herramienta; en que no haya estadísticas y se deba depender del relevamiento de los casos expuestos mediáticamente, llevado adelante por una asociación civil, La Casa del Encuentro; esto lleva a que se revictimice, mediante la violencia institucional, a la mujer que padece maltrato, a que el victimario se regocije en su impunidad, a que se reproduzca, en todas las esferas, el “Algo habrá hecho” y a que, en definitiva, no haya políticas públicas sobre violencia de género y femicidio.
“Los derechos de unas, son los derechos de todos. La preservación de la vida y de las decisiones de las mujeres son la ampliación de la libertad para todas y todos. No queremos más lágrimas de duelo, queremos avances para poder festejar. No queremos más mujeres muertas por femicidio. Las queremos vivas a todas: ni una menos”, cerró el discurso Minujin, conmovido. En la plaza, en las calles, en todos lados, pasaba lo mismo.