Tras la convocatoria realizada por Alberto Fernández, en su carácter de presidente del Partido Justicialista, a la conformación de una “Mesa Electoral” –que jamás podría ser sólo eso-, los vientos comenzaron a agitar las aguas del peronismo con inusitada energía, habida cuenta de la inacción en que quedó sumido desde 2019.
La Mesa se reunirá el jueves 16 de febrero a las 19:00, en la sede del PJ Nacional, Matheu 130. Eso es lo formal, pero el peronismo es una comunidad vital, que se moviliza seriamente cuando los intereses de sus bases convocan a sostener, reconstruir o reparar las heridas inferidas por la injusticia social, la inequidad y la pobreza. Por eso, cuando se mueven los peronistas, miles de civiles responden al llamado. Una movida que reúne a 10 mil personas es apenas una reivindicación parcial. El peronismo es millones o nada. Sin términos medios.
La traición a sus banderas los desmoviliza. El silencio de sus líderes los desmoviliza. Pero desmovilización no es sólo indiferencia. En ese silencio atronador de las masas anida “el subsuelo de la patria sublevada”, según la notable definición de Raúl Scalabrini Ortiz. Cada traición o desvío del camino traerá como respuesta una radicalización de las propuestas. Pasó con el engendro infernal del menemismo, al que le siguió el desastre de la Alianza primero, el arribo de Eduardo Duhalde enseguida y la aparición vindicatoria de Néstor y Cristina Kirchner, apenas cuatro años después de que el riojano traicionara la historia del movimiento que generara Juan Domingo Perón.
Si nos remontáramos a los años pretéritos, la vuelta del peronismo en 1973 llegó con una radicalización de las luchas populares, en las que se hablaba de “liberación”, que sólo pudo ser frenada a sangre y fuego, en una guerra que aún no ha terminado. Sólo la huella de los 132 nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo es un ejemplo de las secuelas que aún hieren el corazón de la Argentina. El hecho es que aún falta encontrar a unos 400 nietos más, de los cuales poco se sabe, por ahora.
Una división que conspira contra los objetivos
El problema más serio que debe enfrentar en estos tiempos el Frente de Todos es la dispersión. Hay demasiados pequeños caciques, demasiados líderes territoriales con el bastón de mariscal en sus mochilas y demasiadas aspiraciones combinadas de todos ellos, que convierten al objetivo de unificar al movimiento en un caos. Sin liderazgos que superen el barrio, la ciudad o la provincia, todo es desunión. Estos liderazgos son necesarios muchas veces, pero la desconfianza mutua, las ambiciones desmedidas, el “yo, yo y yo” sólo lleva a lograr objetivos parciales, muy meritorios, pero fugaces. El enemigo es demasiado fuerte como para despreciarlo de ese modo.
Ninguno de los líderes que hoy medran en el peronismo se decidió hasta ahora a asumir el liderazgo del conjunto. Néstor Kirchner fue el último jefe que existió. Ahora, la única dirigente que mira más allá del horizonte es Cristina Fernández de Kirchner, su viuda. Pero ni siquiera Ella ha logrado elevar su liderazgo hasta más allá de sus seguidores, que son muchos, pero no alcanzan para desarrollar un proyecto de país que trascienda a Ella misma. De todos modos, Ella es la única que sabe lo que pasa realmente. No por nada, primero trataron de asesinarla y luego fue desterrada de la carrera presidencial por un fallo judicial que alcanzó las cumbres de la incuria. Tanto es así, que llevó a la Justicia a una crisis terminal.
En estos días, de todos modos, el Operativo Clamor comenzó y es impensable en qué puede culminar. Unos afiches con la inscripción “Proscripción un carajo-Cristina 2023”, firmado por el flamante agrupamiento de viejas agrupaciones “La Patria es el Otro” significaron la campaña de largada.
Una Mesa con muchos comensales
El jueves, cuando esta edición ya haya sido distribuida por los canales digitales habituales, la conducción del Frente de Todos se reunirá en Buenos Aires. Serán de la partida las cabezas del “albertismo” –Agustín Rossi, Juan Manuel Olmos y Santiago Cafiero-; la segunda línea del kirchnerismo –Uado de Pedro y Axel Kicillof-, mientras que el massismo estará representado por Malena Galmarini (presidenta de Aguas Argentinas), Cecilia Moreau, (presidenta de la Cámara de Diputados de la Nación), Rubén Eslaiman (vicepresidente de la Cámara de Diputados bonaerense), el ministro de Transporte Diego Giuliano y el intendente de San Fernando, Juan Andreotti.
También irán a Matheu Esteban “Gringo” Castro, en representación de los movimientos sociales; los tres secretarios de la CGT Pablo Moyano, Héctor Daer y Carlos Acuña y el secretario general de la Central de los Trabajadores de la Argentina, Hugo Yasky.
Los únicos que no anunciaron quiénes los representarán son los gobernadores, que a las 9:30 del jueves asistirán a la reasunción de la Gobernación de Tucumán por parte de Juan Manzur y, luego de varias horas de “rosca”, enviarán a algunos de sus delegados a Buenos Aires. La prioridad de los mandatarios provinciales es retener el poder en sus territorios, por lo que viajarán más en función de observadores que de protagonistas. De todos modos, algunos aportarán su grano de arena, mientras que otros preparan sus propios caminos lejos del FdT, como el santafesino Omar Perotti, el entrerriano Gustavo Bordet, el cordobés Juan Schiaretti y el sanjuanino Sergio Uñac.
Las discusiones
En Matheu 130 se discutirá todo, no sólo la estrategia electoral, como quiere el albertismo. El kirchnerismo irá con la consigna de que se otorgue una suma fija para que los salarios aunque sea “asusten” a la inflación. A esta propuesta se oponen los “gordos” cegetistas –no Pablo Moyano, pero sí Daer y Acuña-, que prefieren la paradoja de que sus representados ganen menos, mientras ellos engordan más.
El sector mayoritario del Frente de Todos, que es el kirchnerismo, planteará otras políticas sociales de distribución de los beneficios de una economía que crece hacia arriba, pero no reparte nada hacia abajo. Se hablará también, por lo tanto, de la universalización de las asignaciones familiares y de modificar nuevamente el Impuesto a las Ganancias.
Pero, en especial los seguidores de la vicepresidenta insistirán en que todo el peronismo debe repudiar con firmeza la proscripción de la vicepresidenta, una materia en la que muchos de los que estarán presentes mostraron una maliciosa tibieza.
A pesar de que los albertistas continúan sosteniendo la posibilidad de que el presidente vaya por su reelección, su gestión no lo ayudará en ese camino. Sobre el cierre de esta edición, el embajador en Brasil, Daniel Scioli, anunció su lanzamiento como candidato presidencial. Esta candidatura se superpondría con la de Alberto Fernández, por lo que las posibilidades de éste no dejan de caer.
La única candidatura que invalidaría cualquier otra sería la de Cristina, porque nadie puede competir con Ella. Ni dentro del peronismo, ni dentro del Frente de Todos. Ni siquiera el presidente se animaría a ser vapuleado en las PASO por la dirigente que le comunicó hace cuatro años que él sería el candidato del FdT y luego, generosamente, se hizo cargo de su designación, cargando sobre sus espaldas con las inciertas consecuencias futuras que le cabrían.
Para finalizar, al encuentro concurrirán muchos mariscales, pero pocos estrategas, lo que permite inferir que los resultados se harán sentir en las próximas reuniones.
En cuanto a las consecuencias, las posiciones deberán ser negociadas. El presidente está sufriendo un paroxismo del Síndrome del Pato Rengo que aqueja a los mandatarios que transitan por su último año de gestión. El bastón para llegar a una salida indolora lo tienen sus interlocutores. A él sólo le queda una no despreciable capacidad de daño. Allí estará la salida del Laberinto. ¿Quién es la Ariadna de 2023?