No jodan más con el voto útil

No jodan más con el voto útil

Opinión. Por Fernando Riva Zucchelli.


Esta semana, en muchos lados, hemos vuelto a escuchar hablar del regreso del voto útil. Son muchos los candidatos que se arrogan el eslogan y compran todos aquellos ligados al aspecto comunicacional de la política y sus satélites, los que se refieren con frecuencia a este tipo voto: el “útil”. La pregunta es obvia: ¿para quién es útil?

Definir al voto útil en abstracto es absolutamente desatinado en términos políticos. De hecho, se podría justificar cualquier voto con ese nombre. Recordemos el voto de antineoliberalismo contra Duhalde, que devino en el gobierno de la Alianza, por poner solo un ejemplo de los tantos que existen, según época y trasmisión de la historia.

El voto para presidente de la Nación siempre debe ser útil. Es un contrasentido que uno acuda a votar la máxima magistratura tildando su preferencia de inútil en contraste con otro en teoría “más útil”. Es más, para eso existe también la segmentación del voto (lamentablemente, todavía hoy en papel, en tiempos del 4G y de los Arsat), que le da más precisión (casi quirúrgica) para el caso de tener que elegir siete categorías distintas en algunas provincias. El formato papel, justamente, atenta contra esa precisión: el papel es “inútil” como herramienta para que uno mismo pueda combinar la mejor propuesta con la utilidad que se le encuentre.

Si una persona puede formar su voto útil, desde qué espacio político, empresarial, sindical, religioso, internacional, atmósfera toda, desde alto cargo o llano, se puede predicar la utilidad social de determinado voto. Y cómo se establecería la garantía que esa utilidad no incluya (escondido tras el fuego amigo) “salariazos”, “blindajes”, “default”, “estadísticas de Indec”, etcétera. Todos fueron “votos útiles” en su momento, fugaces.

Definitivamente, los colectivos de utilidad de los sufragios son difíciles de conquistar y armar en la estrategia política, ya que la mayoría de los votantes nos estamos acostumbrando en la continuidad democrática a votar a favor de algo, aunque ello, lógicamente, implique que no será por el otro. Es imposible, sin que te anulen el sufragio, votar por dos candidatos a presidente: si votás a uno no votás al otro. Simple y útil.

El voto útil es, esencialmente, votar a los mejores. No hay voto útil votando a los peores. No se puede buscar el bien haciendo el mal. O todo es bueno o todo es malo. Teoría y acción a la vez, y en la misma dirección. Eso exige que repasemos el pasado y el presente de cada uno de los que se postulan, lo que han hecho y lo que pensamos que podrían hacer si fueran electos, dentro del esquema de las prioridades que construimos como sociedad y desde lo personal.

¿Es lo mismo votar a Daniel Scioli que a Aníbal Fernández? Para algunos sí, para otros no. ¿Quién tiene más propuestas? ¿Quién tiene más credibilidad? ¿Rodríguez Saá o Felipe Solá son votos desperdiciados? Quien no gobernó nunca nada, como Nicolás del Caño, ¿podría hacer una buena gestión? Y si María Eugenia Vidal fuera la gobernadora electa (no hay balotaje provincial), ¿podría llevar a Macri a ser Presidente después de esa hazaña? ¿Puede alguien no peronista ser presidente? ¿Y gobernador? Para algunos sí, para otros no.

Y así podríamos seguir dándoles sentido y utilidad a las cosas que benefician a unos y perjudican a otros. Si es imprescindible para la sociedad argentina que alguien no llegue a un lugar estratégico, demos por sentado que el pueblo será lo suficientemente sabio para evitarlo, pensando en el bien para su familia, su provincia, su país, seguramente en ese orden. Y no jodamos más con el voto útil. Votemos bien y listo.

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