Todavía la información concreta llega de a retazos, pero los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aseguraron que la variante Ómicron del Coronavirus es más contagiosa que todas las demás que se conocen, pero quizás no sea más letal que ellas.
Quienes informaron de la aparición de esta nueva cepa fueron los científicos de Sudáfrica y Botswana, dos países vecinos entre sí, situados en la zona más austral del continente negro.
De todos modos, la reacción del mundo “civilizado” fue desastrosa. Se limitaron a aislar a ambos países, anunciando el cierre de sus fronteras a todos los viajeros que provinieran de ellos.
Ayoade Alakija, codirectora de la Alianza Africana para la Distribución de Vacunas, manifestó que “si el virus se hubiera originado en África, el mundo nos habría encerrado y habría tirado la llave”, dolida por la nula cooperación de los países más ricos con aquellos que están sufriendo grandes catástrofes sanitarias, sociales y políticas a causa de la pandemia de Covid-19. La doctora Alakija dejó en claro la génesis de la cepa Ómicron. “Es el resultado de no haber vacunado de forma equitativa, urgente y rápida, Es el resultado de la acumulación de vacunas por parte de los países ricos y, para ser honesta, son inaceptables estas restricciones de viajar a países del continente porque están basadas en temas políticos y para nada en una investigación científica”, finalizó.
El 24 de noviembre pasado, científicos sudafricanos comunicaron a las autoridades de la OMS que habían detectado una variante de Covid-19 que resultaba ser más peligrosa que otras por la cantidad de mutaciones que se observaban en su constitución.
Pocas horas después, ya el Reino Unido había suspendido todos los vuelos con Sudáfrica y con seis países de la región. La Bolsa, como siempre que existe un tumulto, comenzó a caer y, determinando una línea de acción que desemboca siempre en desastres para los damnificados menos “exitosos”.
El viernes 26 de noviembre, la OMS salteó las letras griegas Un y Xi, llegando hasta la décimoquinta del alfabeto, la Ómicron (o pequeña, en oposición a Omega, que significa o grande). El nombre del miedo es ahora esta letra, que designa a una “variante preocupante”, que cierra fronteras ante su sola mención y que representa la ausencia absoluta de cooperación de los países ricos con los países más pobres. Quizás a estos últimos les sea más sencillo expoliarles sus riquezas y apropiárselas antes que ayudarlos a superar situaciones difíciles.
Cuando apareció esta antigua letra griega para nombrar al nuevo terror, ya había casos en Europa, que también cerró sus fronteras, al igual que Israel y Japón. Hasta el martes último -30 de noviembre-, 23 países habían denunciado la presencia de la variante Ómicron: Brasil, Isla Reunión (colonia francesa en Océano Índico), Japón, Sudáfrica, Botswana, Países Bajos, Portugal, Reino Unido, Alemania, Italia, Hong Kong, Canadá (el primer país americano en detectar la cepa), Australia, Dinamarca, Israel, Bélgica, República Checa, Austria, España, Suecia, Nigeria, Noruega y Arabia Saudita. Todos ellos cerraron sus fronteras para los países africanos.
Mientras ocurría esta insensatez, la OMS pedía calma a los países ricos, anunciando que serán necesarias varias semanas más para comprender las principales característica de esta variante. Los directores de la OMS hablaron de “pánico innecesario” y de “sobrerreacción” en los países de obesas billeteras.
El epidemiólogo del Instituto de Salud Global de Barcelona Enrique Bassat, entrevistado por Huffington Post, consideró que la respuesta de la OMS fue “ágil”, pero fue incisivo al definir la actuación de los países ricos, de quienes dijo que “me extrañaría que se hubieran cerrado los vuelos si la variante se hubiera descubierto en Reino Unido, Italia o España”.
Bassat manifestó que “Sudáfrica ha sido transparente y ágil, y lo único que ha hecho ha sido pedir ayuda, pero en vez de recibirla, se les respondió hundiendo aún más su economía”, agregando luego que “Se está penalizando al país que ha hecho bien las cosas”.
El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, manifestó que “deberíamos dar las gracias a Sudáfrica por detectar, secuenciar y comunicar esta variante, en lugar de penalizarla”.
Unas horas antes, el director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS, Mike Ryan, se había quejado porque “si queremos combatir el virus necesitamos buena información y sólo recibiremos buena información si la gente siente que puede compartirla sin ser castigada por ello”.
La OMS evaluó que el 80 por ciento de las vacunas fueron acaparadas por los países del G-20, mientras que los países pobres –la mayoría, africanos- recibieron un 0,6 por ciento de ellas. En estos días, los países ricos están aplicando la tercera dosis a su población, mientras que en África sólo el 25 por ciento de su personal de salud recibió el antídoto.
Paradójicamente –o no- diplomáticos sudafricanos e indios plantearon hace 14 meses que se decretara una excepción temporal sobre las patentes de las vacunas contra el Covid-19. Inicialmente, algunos de sus colegas norteamericanos, españoles e italianos fingieron acompañarlos, pero la veloz iniciativa de las diplomacias inglesa y europea bloqueó la propuesta, dejando en la indefensión a los países más pobres, que ahora les exportan sus nuevos virus hacia el norte. ¿Justicia divina?
Entretanto, Ghebreyesus pidió “a los estados miembros que respalden los objetivos de vacunar al 40 por ciento de la población de todos los países para finales de este año”. Según esa organización, 103 países del mundo no alcanzaron ese 40 por ciento y casi ninguno alcanzará esa meta en un futuro cercano. Si se toma en cuenta que hay 193 países reconocidos en el mundo, que forman parte de la Organización de las Naciones Unidas, el número es casi catastrófico, porque de esta manera no hay posibilidades de frenar al virus. La aparición de la variante Ómicron lo prueba.
Incluso, hubo un antecedente, que fue la epidemia del Ébola, que provocó diez mil muertos en Sierra Leona, Liberia y Guinea, tres países de la costa oeste de África, más bien al centro del continente. En 2014, cuando se desató la epidemia, los países europeos extrajeron a sus ciudadanos y se los llevaron a su tierra natal, en lugar de buscar una solución en el lugar de los sucesos.
El peligro actual lo definió el propio director general de la OMS, cuando expresó que no aplicar planes de vacunación y medidas de salud pública en los países más desfavorecidos del planeta, sólo colabora con el virus, con su resiliencia y con su capacidad de evolucionar y volverse cada vez más agresivo y difícil de erradicar.
Asimismo, el director de la OMS subrayó que África, el continente donde ha surgido la Ómicron es el que tiene una tasa de vacunación más baja y no aplicar medidas de salud pública ni implementar un plan global de vacunación, ayudará al virus a evolucionar en nuevas variantes.
OMS critica respuesta internacional contra variante Ómicron
La OMS apuntó que las restricciones adoptadas por algunos países no cuentan con la eficacia imprescindible, sólo agravarán la desigualdad.
El director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, catalogó este martes en un encuentro semanal con los Estados miembros de la entidad, como contraproducentes las medidas aplicadas que castigan a Botsuana y Sudáfrica en el marco de la variante Ómicron.
“Agradezco a Botsuana y Sudáfrica por detectar, secuenciar y reportar la nueva variante tan rápido, y es profundamente preocupante que esos países estén siendo castigados por otros después de haber hecho lo correcto”, resaltó Adhanom Ghebreyesus.
Asimismo, el director de la OMS subrayó que África, el continente donde ha surgido la Ómicron es el que tiene una tasa de vacunación más baja y no aplicar medidas de salud pública ni implementar un plan global de vacunación, ayudará al virus a evolucionar en nuevas variantes.
Tedros destacó que esta respuesta incoherente de varios países, de limitar los vuelos a las naciones africanas, lejos de evitar la propagación internacional de la Ómicron, dificulta los esfuerzos de salud mundial al desincentivar a los países a compartir sus datos epidemiológicos.
“Entiendo la preocupación de todos los países, pero pedimos a todos los Estados miembros que adopten medidas de reducción de riesgos racionales y proporcionales, en consonancia con las Regulaciones Sanitarias Internacionales”, afirmó el director de la OMS.
En tal sentido, Adhanom Ghebreyesus reiteró su apoyo a la estrategia de vacunación de la OMS, cuyo objetivo es la inmunizacion del 40 por ciento de la población global para fines de este año y del 70 por ciento para mitad del 2022.