Una mujer de 27 años que en agosto pasado requirió una operación debido a los dolores que sentía por cálculos biliares, al volver a su casa esperaba pasar los días post quirúrgicos tranquila, pero se llevó esa maldita -y lamentablemente, no sorpresiva- noticia: es mujer. Y por ello, debe padecer la vehiculización de una cultura que enseñó a los varones a poseernos para pertenecer al status de una masculinidad que se forma desde temprana edad.
Ella, de nombre reservado, vuelve a su casa confundida. Tenía recuerdos de mareos extraños al ingreso del quirófano y de que cuando recobró la conciencia, sentía molestias en su cuerpo.
Al llegar a su casa, no es ella quien puede comenzar a hilar un relato de lo que le hicieron, sino su marido. Un varón socializado para entender que es una persona con derechos y que puede reclamarlos. Y no es que ella, no lo entienda; sino que nos prepararon para padecer y soportar.
“Cada vez que intentaba conciliar el sueño me despertaba sobresaltada o cuando lograba dormirme me quejaba y volvía a despertarme; me pareció muy extraño esto ya que me sentía rara y perturbada. Esa noche seguí con menos dolor, pero con la imposibilidad de conciliar un sueño tranquilo, seguía despertándome sobresaltada”, relató la mujer.
Y siguió: “Para esto ya era el día 27 de agosto. Me bañé y al terminar mi esposo me ayudó a cambiarme y notó las marcas en las caras internas de los muslos, glúteos y piernas”.
Denuncia policial e intervención de la Fiscalía después, la mujer fue llevada al hospital Ramos Mejía. Allí, los médicos “constataron las lesiones” que coincidían con un horario de evolución de 48 horas, lo que coincidía con el momento de la intervención en el sanatorio.
Otra vez en un hospital, con todo lo que eso implica, pero más. Tuvo que someterse a un tratamiento para prevenir un embarazo no deseado o cualquier tipo de enfermedad de transmisión sexual, parte de la respuesta que hace el poder judicial con los casos de abuso sexual. Dolorida, 48 horas después de su operación y con la angustia de unos síntomas que no esperaba y no podía definir, también debió ser evaluada por el jefe del Departamento de Salud Mental del sanatorio Méndez, quien diagnóstico estrés post traumático y la medicó para atenuar los síntomas de ansiedad, peligro, insomnio, miedo y pesadillas que estaba padeciendo.
Efectivamente la violaron mientras estaba dormida, en un reconocido Sanatorio de uno de los barrios más caros de la Ciudad más pudiente de Argentina. Kill Bill nunca fue una ficción para nosotras.
Los números del abuso sexual en Argentina
Según un informe publicado en 2019 por la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres, UFEM, el 90% de las víctimas de violencia sexual son mujeres, siendo el 40% menores de edad.
Además, indica que más del 16% de las mujeres fue agredida sexualmente alguna vez desde los 16 años de edad.
En la Ciudad, 15% de las mujeres fueron alguna vez objeto de agresión sexual por parte de su pareja.
Además, el 87% de las víctimas no realizó la denuncia por “desconfianza en las instituciones, minimización del hecho y/o resolución por cuenta propia”. El informe alerta que la tendencia de denunciar un delito de la esfera privada, que en víctimas mayores de edad no se persigue y castiga si la víctima no hace la denuncia, va en aumento. el Sistema Nacional de Estadística Criminal, fuente del informe, indicó a nivel nacional 4.141 denuncias de violación para 2018, con 4.266 víctimas.
Otros hechos de violencia sexual en distintos rubros arrojaron 12.708 víctimas: así, se calculan 16.974 víctimas en total, 1.800 más que en 2017 según el mismo sistema. Las causas por violaciones entre 2017 y 2018, por otra parte, aumentaron un 9%.
La masculinidad tóxica, causa de la violencia de género
Repensar el mandato de la masculinidad es necesario para terminar con la violencia contra las mujeres; mientras siga habiendo masculinidad tóxica, es decir, buenos alumnos de lo que el patriarcado enseñó que hay que hacer con las mujeres, los femicidios y las violencias contra las mujeres no terminarán.
Nuevamente, las políticas de estado como solución inmediata para las masculinidades aparecen como una clave para construir varones empáticos y no violentos.
Aceptarse como parte del problema, es otro aspecto clave que se puede transformar con una adecuada implementación de la Educación Sexual Integral (ESI), como solución a largo plazo.
Cómo sigue en la Justicia
La abogada de la mujer, Raquel Hermida Leyenda, dijo que “la prueba más importante de este abuso la da el hospital Ramos Mejía, que tuvo a cargo verificar el abuso sexual. Las fotos advierten manos en la cola de la víctima, moretones en la entrepierna, situaciones típicamente compatibles con abuso sexual”.
“Es un abuso sexual muy grosero que se llevó a cabo en el quirófano del Sanatorio Güemes, con ella dormida, en ocasión de una operación de urgencia en plena pandemia, el 25 de agosto. Su marido estaba esperándola. Es gravemente ultrajante”, aseguró la letrada. Hermida Leyenda explicó que el sanatorio “tuvo poca colaboración con lo ocurrido”, ya que, según explicó, “aporto pruebas erróneas”.
“Los principales sospechosos son el anestesiólogo y las personas que lo acompañaban, no hay nombres ni apellidos, el sanatorio tiene un manto de encubrimiento”, concluyó la abogada, quien dijo esperar que “esto cambie y se investigue seriamente lo ocurrido, ya que dejó a una familia destruida”.
El caso es investigado por el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Nª 47, a cargo de Mónica Berdión de Crudo.
Para realizar una denuncia de violencia de género, se puede consultar a través de la línea nacional 144, gratuita y disponible todos los días del año durante las 24 horas.