Hasta ahora el papa Francisco se había mantenido al margen de la situación de Venezuela, justamente, para evitar “derramamiento de sangre” allí. Pero su postura cambió y será igual a la que tomó el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador: convertirse en un nexo entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición venezolana y velar por la paz entre ambas partes.
Bergoglio, a diferencia de los obispos venezolanos y de muchos países latinoamericanos, no había salido a respaldar al joven titular del Parlamento, Juan Guaidó, que se proclamó el miércoles pasado como “presidente encargado” de una transición que lleve al país a elecciones libres.
Durante el vuelo que lo llevaba de regreso a Roma, proveniente de Panamá, el Papa fue consultado por la prensa sobre la crisis en Venezuela y si reconocería a Juan Guaidó como presidente. Él eludió responder directamente y aclaró que “sería una imprudencia pastoral y haría daño” si se pusiera del lado de algunas de las partes. “Tengo que ser pastor. Y si necesitan ayuda, que se pongan de acuerdo y la pidan”, sentenció.
Asimismo, la respuesta completa del Sumo Pontífice fue:
-Yo apoyo a todo el pueblo venezolano, que está sufriendo. Si yo entrara a decir háganle caso a estos países o a estos otros, me metería en un rol que no conozco. Sería una imprudencia pastoral de mi parte y haría daño. Las palabras (del Angelus) las pensé, las repensé y expresé mi cercanía y lo que siento. Yo sufro por todo esto. Ponerse de acuerdo no alcanza. Una solución justa y pacifica. Me asusta el derramamiento de sangre. Y ahí pido grandeza a los que pueden ayudar a resolver el problema. El problema de la violencia a mí me aterra. Después de todo el esfuerzo hecho en Colombia, lo que ocurrió en la escuela de cadetes es terrorífico. No me gusta la palabra equilibrado. Tengo que ser pastor. Y si necesitan ayuda, que se pongan de acuerdo y la pidan.