Tres hombres y una mujer decidieron que “Todos y todas”, “todes”, “todxs” o “tod@s” son construcciones que la Real Academia rechaza. Es que la institución considera que el género masculino de las palabras, “por ser el no marcado, puede abarcar el femenino en ciertos contextos”. En cambio, a la RAE sí le parece correcto -y lo acaba de incluir- decir y escribir “tuit”, “yutubero” o “guasap”.
En las primeras páginas de su “Libro de estilo de la lengua española”, la entidad que se arroga la tarea de velar por la lengua castellana considera innecesarias las variables que se han desarrollado en Hispanoamérica para incluir el género masculino y femenino en su formulación.
A pesar de la posición institucional, el lenguaje inclusivo ha ganado espacio en distintos ámbitos. En Latinoamérica, la cadena televisiva Fox Premium estrenó en octubre la serie “Pose”, pionera en tener subtítulos con lenguaje inclusivo, tanto en castellano como en portugués. “Les chiques” se lee, por ejemplo, en las letritas blancas que acompañan los diálogos de sus personajes.
También en octubre, una campaña gráfica de la Ciudad de Buenos Aires usó la “x” en sus carteles: “Todxs tenemos derecho a información, educación y atención gratuita de nuestra salud sexual”, decía uno de ellos.
Es que, aunque de forma incipiente, el lenguaje inclusivo empieza a expandirse en Argentina, especialmente entre adolescentes que lo usan en su habla cotidiana, tanto oral como escrita. Un ejemplo de esto que cobró notoriedad fueron las palabras de Natalia Mira, integrante del Centro de Estudiantes del Carlos Pellegrini, que en junio de este año, dos días antes de que la Cámara Baja votara a favor de la legalización del aborto, instó a “les diputades indecises” a pronunciarse positivamente en ese debate legislativo.
El manual de estilo que acaba de editar la RAE, del que se imprimió una primera tirada de 10.000 ejemplares y que en España se vende a 24,90 euros, no sólo se dedica a rechazar el lenguaje inclusivo. También se refiere a dudas que surgen de una vida cotidiana cada vez más asociada a la tecnología: para eso, el libro incluye un glosario con términos como “tuit”, “yutubero” o “guasap”. Y hace recomendaciones tales como escribir “pirata informático” en vez de “hacker”. O, en todo caso, apelar a la castellanización y tipear “jáquer”. Algo parecido ocurre con el dispositivo de almacenamiento “pen drive”: la RAE invita a escribir “memoria USB” o “lápiz de memoria”. Son expresiones que, al menos en Argentina, resultan muy ajenas al habla cotidiana. Pero como en el caso del lenguaje inclusivo, la RAE se aferra a sus convicciones.