Peligro, verdín: la bacteria que contamina el Río Uruguay

Peligro, verdín: la bacteria que contamina el Río Uruguay

Por Catalina Iannelli / Especial para Noticias Urbanas

¿Qué es y por qué puede ser perjudicial para la salud? ¿Qué falta para que esto se solucione?


Las aguas del Río Uruguay se tiñeron de verde. No es una postal de la naturaleza, sino una señal de alerta. Los animales emergen de sus aguas cubiertos por una capa viscosa que les impide moverse con facilidad. Las aves acuáticas, que suelen zambullirse en busca de alimento, ahora evitan las aguas espesas, desorientadas por un paisaje que ya no reconocen. Los peces no reciben la misma luz porque el intenso verdor no deja pasar los rayos. No es la primera vez que los lugareños observan el fenómeno, que cada vez es más preocupante.

Más de una vez lo han denunciado. Hace años, los habitantes lo observan e insisten para que se realicen las plantas de tratamiento de efluentes cloacales correspondientes. El municipio se encarga, a través de estudios, de comprobar la calidad de las aguas y si están aptas para uso recreativo. Estos índices se realizan al inicio de la temporada, durante todo el verano. Junto a él trabajan los miembros de ACARAÚ, un organismo binacional conformado por Argentina y Uruguay, que controla la parte compartida del río. “Desde diciembre que no se publican los resultados. De parte de las autoridades hay silencio de radio”, alertó Abigail Piedrabuena, licenciada en Saneamiento Ambiental.

El vacío estatal en el manejo de estas obras en las ciudades ribereñas del Río Uruguay es inquietante. En 2020, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aprobó un financiamiento de 80 millones de dólares para construir cinco plantas de tratamiento de efluentes cloacales en Entre Ríos: Concordia, Gualeguaychú, Concepción del Uruguay, Colón y San José. La promesa era reducir el impacto ambiental y frenar el vertido de aguas servidas directamente en el río. Hasta la fecha, ninguna de las plantas ha sido finalizada y, en algunos casos, ni siquiera se iniciaron las obras.

En Concordia, la construcción quedó fuera del financiamiento tras dos licitaciones fallidas. En Gualeguaychú, la ampliación de la planta existente apenas supera el 50% de avance, y los plazos de finalización son inciertos. En Concepción del Uruguay, recién a fines del año pasado se abrieron los sobres de licitación, sin fechas concretas para el inicio de los trabajos. En Colón y San José, las obras aún no comenzaron. “El gran obstáculo es la inacción de las autoridades y su silencio”, remarcó la profesional.

Verónica Racigh es integrante de la ONG “Salvemos al Río Uruguay”, que lucha por la limpieza del río. Planteó que Rogelio Frigerio, el gobernador de la provincia de Entre Ríos, dijo que iban a comenzar con estas construcciones en diciembre, “pero todavía no hay respuestas concretas”. Hace cinco años que el dinero está disponible para realizar estas instalaciones de tratamiento. Los vecinos no saben los porqués de la demora. Lo que sí aseguran es el silencio que mantienen las autoridades, a los que y parece no importarles la salud de individuos cuando se trata de cuidar el turismo. “La semana pasada, el agua estaba muy verde. La gente preguntaba si podían entrar y los bañeros le decían que sí, cuando en realidad es cuando más peligroso está. Pero las autoridades esconden esta situación porque, al vivir del turismo, no quieren que esto se sepa”, denunció.

Ante la falta de políticas adecuadas, la organización sigue luchando por la preservación del río. Si le interesa seguir sus acciones de cerca, se puede conocer más en Instagram, buscando @salvemos_alrio.

Qué es esa capa verde que se observa

Lo que se conoce comúnmente como verdín es el crecimiento de las llamadas cianobacterias o algas verdeazuladas. Esto se ve cada vez con mayor frecuencia, intensidad y duración, por factores tanto naturales como humanos. En los factores naturales, se debe entender que para que haya estas floraciones, el nivel del río debe estar más bajo de lo normal, lo que genera que el agua esté más quieta y estancada. Con la larga exposición a la luz del sol, en verano y con el cambio climático, el agua dulce se calienta y proliferan estas bacterias, lo que genera esta contextura verdosa que parece de pintura, por su espesor. No solo su capa es más densa y extensa, sino que esta corteza cada vez dura más. Esto se debe, sumado a los factores naturales, a la contaminación y a la acción humana.

Las algas y microorganismos se alimentan de compuestos ricos en nitrógeno y fósforo, al igual que las plantas. Estos compuestos llegan al río a través de agroquímicos, principalmente fertilizantes usados en el campo. También son causa de efluentes industriales y desechos de frigoríficos, industria que se ve muy presente a lo largo de Entre Ríos, que contienen mucha materia orgánica.

Además, esto empeora por el gran volumen de los residuos de las cloacas, que desde todas las ciudades de la costa se vierten sin ningún tipo de tratamiento, al río. Esto se exacerba en temporada turística porque se generan más residuos y el consumo de agua crece incontrolablemente.

Un estudio realizado por la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) junto con investigadores de la Universidad de la República de Uruguay (Udelar) analizó datos del Río Uruguay desde 1963 hasta 2020. Los resultados indicaron que, entre 1963 y 2005, no se detectaron niveles de alerta de cianobacterias. Sin embargo, entre 2010 y 2020 se reportaron 200 casos de floraciones, lo que coincide con un aumento en la superficie dedicada a la agricultura intensiva en la cuenca del río.

“Estos microorganismos, al morir, liberan toxinas que son perjudiciales para la salud, tanto de animales como de personas”, explicó la licenciada Piedrabuena. Agregó que hay que evitar a toda costa la inmersión porque pueden aparecer diferentes síntomas, que son como los de cualquier intoxicación: fatiga, fiebre, dolor de cabeza, mareos, vómitos, náuseas, dolor muscular, entre otros. “Es fundamental evitar el contacto con la piel, sobre todo si la tienes ya lastimada o sos de piel sensible”, insistió.

Qué queda para el futuro

Piedrabuena insiste en que para progresar en el caso se debe aumentar los controles y su frecuencia para que se hagan efectivos. Además, se deben publicar y deben darse a conocer los resultados, para que se tomen las medidas adecuadas cuando los valores resultan por encima de lo permitido.

Confiesa que la Secretaría de Ambiente de la provincia de Entre Ríos “alega que no tienen la capacidad técnica para hacerlo”. “Las autoridades buscan patear la responsabilidad a otro. Y todos tenemos la responsabilidad, tanto los ciudadanos por permitir esto y no exigir lo que corresponde, como todas las autoridades por tener los medios para hacerlo y no llevarlo a cabo”, manifestó. Mientras tanto, toneladas de desechos cloacales siguen desembocando sin tratamiento en el río, sumándose a los residuos industriales y a los agroquímicos que ya lo contaminan.

La falta de infraestructura y de planificación estatal es evidente, y la desidia de las autoridades se traduce en aguas cada vez más turbias, en riesgos sanitarios para la población y en un daño ambiental que parece no tener freno. Mientras las inversiones prometidas quedan en el papel y las obras necesarias se postergan, en los meses de verano, cuando el turismo aumenta, el problema se agrava aún más. Sin controles ni respuestas oficiales, el río sigue siendo el destino final de todo aquello que las ciudades no pueden —o no quieren— tratar.

Para frenar esta crisis, no basta con reconocer el problema: es fundamental que las autoridades respeten y hagan cumplir los controles ambientales, con la exhaustividad que la situación exige. Se trata de implementar controles regulares, accesibles al público y de otorgar los fondos destinados a mejorar el tratamiento de los efluentes cloacales. Cada peso destinado a estas obras debe traducirse en soluciones concretas, en infraestructura que impida que las ciudades sigan descargando sus desechos en el agua que tantos utilizan para vivir, consumir, trabajar o disfrutar.

Las ciudades ribereñas no pueden seguir funcionando a costa de un ecosistema en deterioro, ni los gobiernos pueden seguir ignorando su rol en la crisis. Es urgente que se tomen cartas en el asunto y que se utilicen los recursos asignados para realizar las obras que permita paliar la situación.

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