E l fuerte impacto que tuvo la pandemia de Coronavirus sobre todos los órdenes de la vida se vio reflejado también en la tarea de los filósofos, los sociólogos y los científicos sociales, que polemizaron e intentaron generar racionalidad ante el terror que desató en los pueblos del mundo la gran cantidad de contagios, internaciones y muertes, ocurridas a lo largo y a lo ancho de la Tierra.
Los hubo optimistas, apocalípticos, críticos de la sociedad, otros que denunciaron conspiraciones y hasta quienes pensaron que el virus era el fin del capitalismo. Así, sin mediación de los movimientos sociales. Como si una revolución ciudadana fuera posible sin la intervención de los ciudadanos.
También se planteó que es posible que ya los argentinos no creamos en la igualdad y que la distinción entre lo verdadero y lo falso ya no se puede producir “cuando el ritmo de la comunicación se acelera hasta el ruido blanco”.
Paula Canelo: ¿El reino de la desigualdad?
En Argentina, buceando en la actualidad política, la socióloga Paula Canelo (directora del Centro de Innovación de los Trabajadores-CINTRA) se planteó una duda inquietante, relacionada con la pandemia y es que “si es cierto que hemos comenzado a preferir la desigualdad, aunque afirmemos lo contrario”.
La respuesta afirmativa está relacionada, para Canelo, con que “nuestro neoliberalismo más cercano, el de los años 2015-2019, fue posible porque gran parte de nuestra sociedad apoyó un modelo que transformó a la Argentina en una máquina de producir desigualdades; y no sólo de pobreza, sino de distancias cada vez más abismales entre los más ricos y los más pobres. Y ese modelo fue acompañado por un relato que naturalizó la desigualdad, y que para ello retomó numerosos elementos del sentido común ya existente entre los argentinos y argentinas, produciendo otros nuevos”.
La doctora en Ciencias Sociales afirmó que esto se produjo a través de “un relato centrado, entre otros elementos, en la condena de lo estatal y de lo político, y en la culpabilización (responsabilización) de las víctimas. Ese modelo, ese relato y ese sentido común fueron consagrados nada menos que por un 40,8% de nuestra sociedad en las últimas elecciones presidenciales de 2019, a pesar de la desastrosa performance económica del gobierno de Mauricio Macri, y a pesar de (¿o gracias a?) la desigualdad que había producido”.
Luego, Canelo planteó que el neoliberalismo produjo “el debilitamiento del valor de la igualdad como principio rector de nuestra sociedad. Porque no es posible la solidaridad sin una idea común, previa, de igualdad. Y uno de los éxitos culturales más contundentes del neoliberalismo, a través de la producción de ese relato legitimador de la desigualdad del que hablábamos, fue lograr que ya no nos consideremos iguales, que ya no nos veamos los unos a los otros como semejantes”.
Luego de esta descorazonadora premisa, Canelo se preguntó: “y si es así, ¿por qué deberíamos tener que aceptar “pagar por el otro”, como se pregunta Dubet (Francois, Sociólogo francés)? ¿Por qué deberíamos ser solidarios?”.
Franco “Bifo” Berardi: ¿Una democracia inexistente?
El filósofo italiano “Bifo” Berardi, por su parte, consideró que “la democracia está muerta, es un ritual ineficaz cooptado por automatismos técnicos y financieros. Es un ritual inútil porque las condiciones de formación del pensamiento colectivo y de la decisión colectiva son manipuladas por el predominio mediático del capital. La democracia es una condición política buenísima y favorable al progreso social, cuando hay fuerza cultural para imponer los intereses de los explotados. Es una metodología”, le bajó el precio.
Luego, el boloñés se lamentó porque “la izquierda transformó la democracia en un valor. Y la democracia no es un valor: es una condición de posibilidad. Y ahora esta condición ha sido destrozada”.
Berardi –que estuvo preso en los ’70 y fue uno de los fundadores del canal de televisión TV Orfeo y la Radio Alice, ambas empresas comunitarias que aún siguen funcionando, se metió con el beneficio empresarial, “que en la época moderna se ganaba a través de una expansión del mundo de las mercancías y de la utilidad, en la época del capitalismo financiero neoliberal se extrae con la violencia y con la destrucción de lo social, de la escuela, de la salud, de los transportes. La época neoliberal es una de destrucción generalizada del medio ambiente y del cerebro humano. Y la pandemia ha revelado lo que no lográbamos ver: la expansión se acabó, el capitalismo mismo se acabó, pero sigue existiendo como forma brutal, sin contenido útil. Toda la alternativa social y económica ha sido destrozada, el planeta físico ha sido devastado, la mente humana ha sido acelerada hasta al punto de la psicosis. Por ende, la extinción es el horizonte de hoy, me parece muy claro”, afirmó, apocalípticamente.
En este sentido, este docente en la Academia de Brera planteó su desazón ante la proliferación de las noticias falsas y la declinación de la mente crítica, esa potestad de los pueblos que pueden reflexionar y distinguir entre lo verdadero y lo falso.
“La noción de fake news está vacía. Siempre ha habido noticias falsas en el discurso público. Hoy hay muchas más porque el volumen de información se ha ampliado. Lo que ha cambiado no es la falsedad del discurso: lo que hay es una crisis de la mente crítica. La crítica no es una facultad natural de la mente humana, se manifiesta cuando la comunicación pública se convierte en comunicación escrita. La crítica deviene una modalidad del discurso público cuando una parte amplia de la población puede leer y releer textos escritos. La crítica necesita del ritmo de la comunicación. Cuando el ritmo de la comunicación se acelera hasta el ruido blanco, la mente pierde su capacidad de distinguir entre lo verdadero y lo falso. No podemos contar mucho con la mente crítica. En el futuro, la capacidad crítica habrá desaparecido de la mente humana, será solo el privilegio de una minoría que pueda leer y abstraerse del ruido”.
Apocalípticos, simplificadores y conspiranoicos
De la gama polícroma de los intelectuales que pensaron el virus más allá de mañana, el filósofo esloveno Slavoj Zizek puso el final antes que el principio. “El virus matará al capitalismo”, afirmó, sin ahondar en detalles ni fundamentar su aserto. Zizek siempre proclamó el advenimiento del socialismo, pero en esta ocasión omitió profundizar en sus profecías.
Por el contrario, el filósofo coreano residente en Berlín, Byung Chul Han, predijo que el Coronavirus traerá un capitalismo recargado y más de lo mismo. Su pesimismo sorprendió a quienes suelen leerlo. “El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte”, dijo, para desmentir a los optmimistas. Tampoco se molestó en explicar sus contundentes aserciones.
El filósofo italiano Giorgio Agambem derrapó de derecha a izquierda sin demasiados problemas. Imitando a su colega catedrático en Filosofía, Jair Bolsonaro, primero afirmó que el Coronavirus “es una gripe normal”, para luego pasar a parafrasear a Donald Trump, otro científico de alta gama. Como propagandista de la conspiración, se centró en suponer sin demostrar que “los estados” y el capitalismo eran los grandes ganadores, justo cuando los capitales globales se encontraban en la cima de sus beneficios después de la crisis del 2008 y perdieron más de lo que ganaron con la aparición del Coronavirus.
Ácido hasta la grosería, su colega Paolo Flores d’Arcais, director de la revista de izquierda MicroMega, le contestó a Agambem que solamente se estaba dedicando a plantear la “filosofía del cazzo”. Todo muy italiano, sólo faltaba el gigantesco Alberto Sordi ejecutando elegantemente su memorable corte de manga a la platea que lo observaba.
Filosofía en decadencia, con algunas cumbres de brillantez.