Peronismo 2017: el síndrome histórico de ganar o crisis

Peronismo 2017: el síndrome histórico de ganar o crisis

El peronismo busca su camino entre una serie de opciones. Los intendentes son el centro del armado. Hoy por hoy, los candidatos posibles son Florencio Randazzo o CFK, si supera su calvario judicial.


Pasado casi un año de la derrota sucedida el 25 de octubre de 2015, el peronismo bonaerense sigue buscando el sendero que le permita reconstruir sus estructuras, sus cuerpos orgánicos y hasta sus razones para seguir existiendo.

El primer dilema que debe enfrentar el partido que creó el General Perón es la elección legislativa, que se realizará dentro de casi exactamente un año. No es sólo organizativo el problema, sino también metodológico. ¿Cómo enfrentar una elección sin haber definido previamente una nueva conducción, que haya como resultado de la crisis que desató la derrota? La catarsis post 2015, de alguna manera ya fue metabolizada por el peronismo provincial, aunque no se haya completado aún.

Lo primero que hace el peronismo cuando pierde una elección es desatar una despiadada cacería de los “mariscales de la derrota”. Han sido muy esporádicos hasta ahora los casos de supervivencia de los jefes que condujeran a un fracaso electoral y en esta ocasión es posible no vaya a quedar en pie ninguno de los protagonistas de 2015, salvo para futuros cargos menores.

Los que sobrevivieron

El peronismo encontró una novedosa manera para empezar rápidamente a reestructurar su desvaída imagen posterior al 22 de noviembre. Faltos de conducción en la provincia -se perdió la elección provincial y, peor aún, el candidato que perdió la presidencial fue el gobernador bonaerense-, los únicos sobrevivientes fueron los que conservaron gobernar territorios, es decir, los intendentes.

Desde esa precaria posición, el peronismo se plantó frente a la adversidad. Lo primero que debieron encarar fue la votación del presupuesto. En este punto descubrieron que la lista de diputados provinciales -que había sido digitada en gran parte por la Casa Rosada- no respondía a las necesidades del territorio, sino a la superestructura nacional. Después de disciplinar dificultosamente a sus huestes legislativas, los intendentes lograron imponer su voluntad y consiguieron, a cambio de la aprobación del presupuesto, las partidas necesarias para financiar las obras en sus municipios.

En ese marco, el documento fundacional elaborado por los intendentes que firmaron el Pacto de San Antonio de Padua les reprochó duramente, tanto a la expresidenta Critina Fernández de Kirchner como al ya exgobernador Daniel Scioli, precisamente por el hecho de haber conformado listas con candidatos que no respondían a la realidad provincial.

El siguiente paso, cuando aún el Pacto de San Antonio de Padua era incipiente, fue un retroceso porque el acuerdo se partió. De allí surgieron el Grupo Esmeralda y el Grupo Fénix, a los cuales se sumaron más tarde el Grupo Patria y El Establo. A pesar de la dispersión, de todos modos, suele primar -aún no se discutieron candidaturas- la convivencia, antes que el combate despiadado.

Lobos: El replanteo

La fecha clave pasó hace apenas unos días atrás, después de muchos avatares. El último 25 de octubre, la cita fue en Lobos y allí fueron los intendentes de todas las líneas internas. Este punto en sí mismo ya es un suceso excepcional, porque no hubo instancia superior de conducción que convocara, sino que la iniciativa se produjo entre pares. Los organizadores fueron tres intendentes, uno por cada línea de las existentes: Verónica Magario (Fénix); Martín Insaurralde (Esmeralda) y Jorge Ferraresi (Patria). Los intendentes que forman El Establo armaron esa opción apenas unos días antes de la reunión, el 29 de septiembre, cuando ya la convocatoria estaba en vías de lanzamiento.

Allí, se trazaron algunas líneas básicas para el futuro. Una de las premisas será que las diferencias se discuten dentro de las instancias partidarias y que las candidaturas se dirimen en las PASO, sin no hay un acuerdo anterior. Otro punto álgido fue la advertencia de que los operadores del oficialismo sólo pueden ganar si el peronismo no consigue la unidad. “No le hagamos el juego a Cambiemos”, graficó un intendente.

El otro punto importante fue que nadie lanzó el nombre de ningún candidato, hecha la salvedad de que frente a un Gobierno que tiene una estrategia, éste debe ser el primer punto que atacarán, porque hoy el PJ está acéfalo, es decir, no tiene conducción. Paradójicamente, este punto, que de acuerdo con la historia peronista debería ser una limitación, en esta circunstancia no lo es. Más bien, la paridad fue tomada por la mayoría como un punto de partida, más que como una crisis.

Las perspectivas para 2017

Las claves de la política se generan en los años impares, cuando se producen las elecciones. El peronismo aún no definió a sus candidatos, pero a priori existen dos opciones básicas para el año próximo, cuando se realizarán las legislativas de medio término.

Si bien un año es una eternidad -políticamente hablando-, en este cierre del 2016 ya se comenzaron a evaluar las posibilidades de algunos nombres, que podrían salir a la palestra el año próximo. Uno de ellos es casi un par de los dirigentes que hoy transitan el escabroso terreno que le toca hoy recorrer al peronismo. Se trata de Florencio Randazzo, que si bien no fue intendente -presidió el Concejo Deliberante de Chivilcoy antes de saltar a La Plata, convocado por Felipe Solá para ser ministro- parte desde una similaridad con sus posibles apoyos.

En este punto, Randazzo tiene un ladero, que es Julián Domínguez, que sí fue intendente (de Chacabuco, entre 1995 y 1999). Este tándem debe recorrer algunos caminos para llegar, pero ya están sobre la calzada y serán evaluados a lo largo del año para ver si son los adecuados para alcanzar los objetivos que se propone el peronismo.

La otra candidata posible es Cristina Fernández de Kirchner, que termina de denunciar -a las puertas de Comodoro Py- que la persiguen judicialmente para minar sus futuras chances electorales, para el caso de que fuera candidata el año próximo. La expresidenta es una de las figuras de referencia del peronismo, aunque su tránsito por los tribunales afecta sus chances futuras. Lo concreto, es que cuando se la mide en las encuestas, siempre está en los primeros lugares en las preferencias del electorado, a pesar de sus actuales sinsabores jurídicos.

Así como cosecha apoyos en el seno del Movimiento en el que nació a la política, la expresidenta cosechó oposiciones, que hoy, con ella lejos de la Casa Rosada, se vuelven intransigentes. De todos modos, en el Movimiento Peronista se respeta casi religiosamente a los que son capaces de llevarlo al triunfo. Los cuestionamientos a la exjefa de Estado sólo arreciaron, de todos modos, cuando se convirtió en calabaza, pero si los números siguen creciendo -algo también impredecible- se barajará de nuevo, sin dudas. Ése será el momento en que se definirá lo que viene.

Mucha división: El Edén de Cambiemos

De todos modos, si bien el futuro es imposible de profetizar, el oficialismo de Cambiemos confía, hoy por hoy, en una sola ciscunstancia. Ésta sería que existan dos listas que representen al peronismo, una encabezada por Cristina y la otra, por Florencio Randazzo o por Julián Domínguez. Los operadores de Vidal ya tentaron al expresidente de la Cámara de Diputados para que vaya por afuera del peronismo oficial y le reste caudal electoral.

El paraíso electoral sería, entonces, para Cambiemos que existan una lista encabezada por Sergio Massa; otra lista encabezada por Cristina y otra por Randazzo o Domínguez, que peleen el mismo electorado y se liquiden entre sí. La cuarta lista sería la propia de Cambiemos, que estaría encabezada posiblemente -no está definido- por Elisa Carrió y por Esteban Bullrich. Ésta, si los planes transitaran por el camino planeado, concentraría a todo el voto antipopulista y podría llevarse el primer lugar, para hacer crecer a Vidal hasta los primeros planos de la política nacional.

Una derrota en el bastión, por el contrario, ahondaría la crisis peronista y llevaría al septuagenario movimiento a una dispersión difícil de revertir. Es que en el peronismo no existe el ansia de “testimoniar”, sino que su único objetivo es ejercer el poder.

Buscar ese camino obligará a su dirigencia a sostener posturas unitarias o a perecer en el intento.

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