Ya pasaron 150 días y el cambio no termina de nacer. Hay más declaraciones que hechos, aunque nada permanezca quietamente en su lugar. Las leyes no se aprueban a los gritos, sino con las manos levantadas. Y para eso hay que hacer política, no batallas culturales entre seres presuntamente “superiores estéticamente” y “superiores moralmente” y otros seres a los que se les puede llamar “delincuentes”, “traidores”, “extorsionadores”, “casta”, “basura”, “una mierda que la gente desprecia” o, sencillamente, “ratas”.
Pasados estos 150 días, Javier Gerardo Milei sigue pidiendo paciencia y resiliencia a los argentinos, a los que acusa de ser los culpables de su propia desgracia, por haber se dejado engañar por los fastos del populismo, del kirchnerismo y del peronismo.
Pero, para evitar fisuras en la propia tropa y mantener ocupado al enemigo, la herramienta es el odio. Se cultiva el odio, el malhumor, el hígado pesado y el ánimo indignado contra “los otros”.
En este camino de tajantes definiciones y de alineamientos absolutos, no hay lugar para la moderación. Sin ir más lejos, hace 150 días las palomas fueron masacradas en el juego violento de las urnas. El discurso que unifica a los halcones es el de un padre que amonesta, castiga, trata con severidad y aún expulsa a los hijos que no son dignos de su compañía.
No hay lugar para los “pater familiaes” que educan, enseñan, hablan en voz baja o tratan de encarrilar a sus seguidores díscolos. La necesidad de ser castigados parece que fascinara a los argentinos, que aceptaron otras veces a quienes ofrecían soluciones drásticas, que siempre culminaron en tragedias de las cuales aún no se han recuperado, a pesar de que comenzaron a ocurrir hace 69 años atrás. ¿Serán ésos los 70 años de decadencia a los que aludían algunos, años atrás?
El odio, que es inherente a los halcones, es una variable que permite obviar las explicaciones, las razones y aún el ejercicio de la política. El mejor ejemplo es el propio Milei, que cada vez que fue repreguntado contestó con ignorante altivez o con gritos destemplados a sus interlocutores.
Bien manipulado, el odio sirve para enfrentar entre sí a personas que no se han ofendido las unas a las otras, ni tienen razones para pelear, ni se conocen siquiera. Mantener divididos a los Pueblos sirve para someterlos primero y luego para saquearlos.
Al deshumanizar al prójimo, se lo puede humillar, someter, robar, extorsionar y amedrentar hasta el punto que el sujeto-objeto sienta alivio al ser abandonado después de ser maltratado, porque sabe que, si vuelve a llamar la atención de su agresor, volverá a ocurrirle lo mismo.
Un peronismo inofensivo
Antes, cuando la Argentina existía, el peronismo encarnaba la esperanza de una vida mejor para el Pueblo. En los últimos años, en cambio, la decadencia afectó en especial a la dirigencia y a la militancia. En los últimos 30 años ya no se militaba después del horario de trabajo, habían aparecido los contratos. Y existe una gran diferencia entre un militante y un funcionario. El primero es un hombre libre. El segundo, cobra un salario, que puede perder si no obedece órdenes. Es el salario del miedo.
Los dirigentes, por su parte, comenzaron a servirse de sus posiciones de poder para negociar “arriba”, sin sentirse obligados a informar a sus bases acerca de sus “logros”. De esta manera, la correa de transmisión entre el Pueblo y el Estado que es la militancia, se cortó.
Para muestra, un caso lacerante. Hace algunos años, un joven militante de un barrio del oeste de la ciudad recorrió los despachos de casi todos los concejales peronistas para conseguir ayuda en su lucha contra la seducción a que eran sometidos los jóvenes de su barriada por parte de algunos traficantes de sustancias. Le contó a este cronista que no había conseguido mucho. Alguna palmada alguna frase de aliento, alguna solidaridad vía oral (nunca en hechos) y muy poco más. Años después, este cronista supo que había sido asesinado una noche, de la misma manera que su mentor, otro militante ejemplar y honesto como él, lo había sido años antes. Sus asesinos los mataron a los dos de la misma manera: los atraparon en alguna calle oscura, los sometieron entre varios y, finalmente, les efectuaron un corte en las muñecas, para que se desangraran poco a poco. También a ambos los encontraron en una zanja, no estamos seguros si fue la misma, pero sí que fue en la misma zona de la barriada. Eran una banda de paraguayos, de los que él me había hablado antes. Quizás él sabía el destino que le esperaba, pero nada lo detuvo en su reivindicación de sus hermanos de la villa. Perdón, Marcelo, por no haber podido hacer más por vos, hermano mío del alma. Ojalá Dios se apiade de las almas de tus indiferentes compañeros, que te dejaron morir solo una noche.
Esa indiferencia define al peronismo de los ’90 y aún al peronismo de estos días, en el que abundan las palabras, pero escasean los hechos. Por suerte aún existen los viejos militantes de los ’70 -de todas las tendencias-, que están hechos de una madera distinta. Aunque hoy pocos los escuchen.
Por estas razones, el fenómeno Milei, un anarquista auténtico, el único político verdadero en este berenjenal, pegó tan duro en el alma del Pueblo. Alrededor del anarco, todos eran “fake”. Los radicales ni saben quién fue Yrigoyen. Los peronistas se acuerdan de Menem, pero no de Perón y menos aún, de Evita. Los socialistas se perdieron en algún laberinto y no saben si seguir en la Segunda Internacional, pasarse a la Cuarta o irse a la Tercera. Ni siquiera los comunistas de hoy han leído a Marx. Ahora leen a Gramsci y se preguntan si la batalla cultural va con vaselina o con fritas.
El peronismo aún duerme. Sólo cuatro nombres se escuchan en los oídos de la militancia. Hay más, pero los otros están sujetos a escrutinio. Algunos los quieren, otros no. La mística anida sólo en ellos cuatro. Tres, son gobernadores y el cuarto es un vocero de la militancia social.
El Pueblo argentino buscó un cambio el 19 de noviembre de 2023. El día en que un dirigente peronista en serio se haga cargo del cambio -con un proyecto opuesto al que hoy está en vigencia-, todo habrá mutado. Es necesario acotar que el 19 de noviembre aludido, Unión por la Patria obtuvo 11.598.000 votos.
Comienza una nueva era
No hay manera de aguantar un ajuste de la naturaleza del que está golpeando sobre el Pueblo argentino. Es hora de que algo pase. Cuando esta publicación llegue a sus suscriptores, una nueva era habrá comenzado. Como en los tiempos duros, el Movimiento Obrero conduce la resistencia peronista y este Nueve de Mayo habrá un Paro General, que se anuncia masivo.
Las reivindicaciones del Pueblo ahora tienen una voz. Luego será el tiempo de evaluar y decidir cursos de acción. Se acabó la inmovilidad.