A diferencia del PJ Nacional, donde la dirigencia política quedó en armar una Comisión de Acción Política que aún no tiene fecha de inicio ni integrantes que la compongan, la vida interna del PJ Porteño está activa y en erupción. Movimientos previos al cierre de listas -que será el viernes 12 de abril- para la renovación de autoridades. La elección partidaria se dará en pleno proceso de discusión interna del peronismo.
Hasta hace un puñado de semanas solo había una candidatura firme. La única. Y era la del actual presidente del partido en la Ciudad de Buenos Aires, Mariano Recalde. El senador camporista está cerrando su primer mandato e irá en búsqueda de la reelección, apoyado sobre la sociedad tripartita que integra junto al titular de la Auditoría General de la Nación (AGN), Juan Manuel Olmos, y el secretario general de Suterh (sindicato de los encargados de edificios), Víctor Santa María.
El 12 de marzo la competencia se abrió como parte de una decisión política de la mesa de conducción del partido y, por otra parte, empujada por la Red Federal Peronista, plataforma política desde la que se lanzó Fernando Gril, encabezando el espacio Peronismo Futura. El licenciado en Comunicación, de 45 años, apareció en escena con un mensaje consistente: la renovación del liderazgo partidario y el corrimiento de La Cámpora de ese lugar de privilegio. Una cara nueva impulsada por un grupo de dirigentes de todo el país que tienen más trayectoria en el Estado que figuración pública.
El tercer eslabón de la competencia apareció, en forma sorpresiva, durante el fin de semana largo. El ex jefe de Gabinete de la nación Juan Manuel Abal Medina está dispuesto a participar en los comicios del 19 de mayo por una tercera vía, respaldada por un sector de la CGT, representado por UPCN, que conduce Andrés Rodríguez, y el gremio de Judiciales, liderado por Julio Piumato, además del Movimiento Evita, del que el ex funcionario es parte, que conduce Emilio Pérsico.
La inclusión de Abal Medina en la lista de candidatos abrió un sinfín de especulaciones entre la dirigencia porteña. Rosca política pura. Desconfianza, cálculos, supuestas alianzas, presiones implícitas y mensajes entrelíneas. Quién juega de qué lado en un juego donde todos se miran de reojo. No hay interpretaciones lineales. A la inversa. Existen sospechas de conspiraciones subterráneas.
En el sector que lidera Gril hay quienes creen que la candidatura del ex funcionario es una movida política, amparada por el oficialismo partidario, para ejercer presión en el cierre de listas y que haya una candidatura de unidad. Es decir, eliminar la competencia y que salga un nombre de consenso, como viene sucediendo en el peronismo desde hace largo tiempo. Divisan la búsqueda de un tercer candidato que deje afuera de carrera a todo el resto al mismo tiempo.
“Es lo mismo de siempre. No quieren que nada cambie. Solo nos quieren poner un tabique para que no podamos crecer”, se quejaron en Peronismo Futura, que tienen como bandera electoral la propuesta de que se le “devuelva la voz a los afiliados” y que “haya elecciones transparentes”. Presionan desde su nuevo lugar en el mapa peronista para que sobreviva el ejercicio de la democracia interna.
Sin embargo, durante las últimas semanas, Gril tuvo reuniones con dirigentes del Movimiento Evita y UPCN, en búsqueda de un acuerdo amplio. Le ofrecieron armar una lista en conjunto, a lo que accedió pero puso como condición que la expresión de esa lista no sea Abal Medina, porque eso no implicaría una renovación verdadera, como la que intentan impulsar en su espacio.
Las charlas entre ambos esquemas continúan vigentes, motivo por el que en ambos lados se animan a plantear que es posible llegar a un acuerdo, con el fin de que termine habiendo una sola lista que enfrente a Recalde. Por ahora solo son negociaciones, que se acelerarán por la cercanía al cierre de listas pero que guardan la posibilidad de una alianza que le de volumen a una sola candidatura. “Hay buena voluntad y la posibilidad de un acuerdo es viable”, indicaron en el entorno de ambos candidatos.
En el oficialismo del PJ Porteño no se mueven demasiado de lo que ya tienen dispuesto. Saben que cuentan con la estructura política más grande y creen tener los votos asegurados para que Recalde continúe 4 años más al frente del partido. Aceptan la competencia interna, se someten a votación, pero ponen sobre la mesa que la mayor parte del partido está con ellos. Una forma educada de advertir que ganarán por amplio margen.
“Es un grupo minoritario antikirchnerista. Abal Medina se afilió la semana pasada para poder ser candidato. Son sectores del viejo peronismo porteño que fueron desplazados por el kirchnerismo”, advirtieron en La Cámpora. Además, aseguran que “en vez de unirse para enfrentar a Milei y Jorge Macri, se dedican a pelearse con el kirchnerismo”.
En el camporismo remarcan la dicotomía entre la línea K y la del peronismo clásico como parte de la discusión de fondo. Una disputa interminable. Es una realidad que aceptan en los otros dos frentes, aunque eligen definir a la conducción actual como “cristinista” más que “kirchnerista”. “En la Ciudad nunca tendrá futuro una expresión cristinista”, aseguró un dirigente peronista que apoya la candidatura de Abal Medina.
En el incipiente esquema que se construyó alrededor del ex jefe de Gabinete advierten que “el camporismo viene gestionando un peronismo que nunca disputa el gobierno” y aseguran que “hace tiempo que renunciaron a la posibilidad de ganar una elección”. Entienden, en definitiva, que el PJ Porteño se acostumbró a ser la segunda fuerza en el mapa político de la Ciudad de Buenos Aires.
“El peronismo porteño se fue acostumbrando a ser oposición del macrismo que, cuando termine Jorge Macri su mandato, tendrá 20 años en el poder. Hay que salir de ese lugar de aceptar ser segundos y cambiar el eje de la discusión”, indicaron cerca de Abal Medina, que quiere ser la expresión de un peronismo clásico, que tome distancia del kirchnerismo más duro.
La nueva etapa de discusión peronista está exponiendo una batalla vieja pero remasterizada. Kirchnerismo vs. antikirchnerismo. El sector K, que en el PJ Porteño tiene el aval de espacios más ortodoxos, como el que representa Olmos, tiene una fuerte presencia de dirigentes de La Cámpora, como Recalde y la diputada Paula Pennaca, muy cercana a Cristina y Máximo Kirchner.
El esquema anti K aglutina a la Red Federal Peronista, que impulsa una discusión a nivel nacional en la que exigen que la dirigencia K dé un paso al costado y abra las puertas para el recambio dirigencial, y a la línea sindical y de movimientos sociales que respalda a Abal Medina, que durante los últimos cuatro años del gobierno de Alberto Fernández se pararon en la vereda opuesta a La Cámpora, siempre acusándolos de sectarios y autoritarios.
Todo el movimiento que hay en el PJ Porteño contrasta con la actualidad del PJ Nacional, que se quedó quieto después del congreso que se realizó el 22 de marzo, y en el que hubo pases de facturas, reproches y acusaciones, que parecían despertar hasta al dirigente más apático. Sin embargo, más allá de los gritos y los discursos pomposos, aún no se pudo avanzar en las formalidades que se anunciaron, como la construcción de la Comisión de Acción Política, que tiene el objetivo de tender puentes hacia diferentes sectores del peronismo, y así abrir el camino hacia una interna amplia y heterogénea.