La pandemia que azota al mundo arrasó con la hipocresía de la cooperación internacional, desnudando que cuando los países centrales se ven afectados, jamás permiten que sus intereses se vean limitados por los buenos modos y la educación.
Ya en los primeros días de marzo, apelando a los métodos desplegados por sus connacionales Jean David Nau, más conocido como François l’Olonnais; Jeireddin Barbarroja y los nativos de la Isla de Ocracoke, situada frente a las costas de Carolina del Norte, que hasta el Siglo XVIII era un paraíso de piratas y bucaneros, Emanuel Macron, Recep Tayyip Erdogan y Donald Trump “raptaron” algunos insumos médicos que transitaban por sus territorios, que habían sido enviados desde el extranjero con destino a España, Francia, Argentina y a otros países.
Francia: un “atraco” de 4 millones de máscaras
El cinco de marzo pasado, la policía francesa, por orden de Macron, requisó en un depósito situado en Lyon un cargamento de cuatro millones de máscaras especiales para el Coronavirus, que tenían como destino principal a España, Italia y otros países. Los insumos, producidos por el gigante sueco Mölnlyke en su fábrica de China, habían llegado al puerto de Marsella, tras lo cual viajaron 314 kilómetros por tierra hasta su depósito de Lyon.
Un millón de las máscaras pertenecían al Estado español y una cifra similar, al italiano.
El 20 por ciento de los materiales médicos que utiliza la Unión Europea llegan desde China, fabricados por Mölnlyke, que ubicó su almacén de distribución para el sur de Europa, Bélgica y los Países Bajos en Lyon. Preventivamente, desde el cinco de marzo, la empresa sueca opera desde el puerto de Amberes (Bélgica).
Luego de quince días de intercambios diplomáticos, en los que primó una proverbial escasez de buenos modales, los franceses aceptaron devolverles a sus legítimos dueños la mercancía sustraída.
La resurrección de William Howard
La isla de Ocracoke, situada a 54 kilómetros de la costa de Carolina del Norte fue el refugio del famoso pirata Barbanegra, cuyo lugarteniente, William Howard, lo sobrevivió tras su batalla final. Hoy, la mayoría de los habitantes de la isla son sus descendientes.
Éstos dos fueron la inspiración de Washington, probablemente, para pergeñar la “Operación Bangkok”, realizada el último tres de abril. Ese día, un aeroplano proveniente de China aterrizó en Bangkok, transportando un cargamento de máscaras marca 3M de tipo FFP2, de las cuales 200 mil estaban destinadas a la Policía de Berlín. Un detalle adicional: el pedido ya había sido pagado. A pesar de que la vocera de la embajada norteamericana en Tailandia, Jillian Bonnardeux, negó tener conocimiento del tema, lo cierto es que las máscaras jamás llegaron a Berlín.
Tras el incidente, el seis de abril el senador del Interior del Estado de la Ciudad de Berlín, Andreas Geisel, expresó:
“Tal y como están las cosas, asumimos que esto está relacionado con la prohibición del Gobierno de Estados Unidos de exportar máscaras. Consideramos que esto es un acto de piratería moderna”.
Más allá del incidente Bangkok, otros países aliados de Estados Unidos –entre los que se cuenta la Argentina- se quejaron a la estrategia del State Department, que sobrepuja por los precios o bloquea los envíos de equipamiento médico en los aeropuertos del mundo, desviando pedidos hacia su propio país, emulando a los traviesos muchachos que enarbolaban siglos atrás la Jolly Roger, la bandera negra decorada con una calavera y dos huesos -o dos espadas- en cruz.
Los checos también se equivocan
Pero las cosas no terminaron allí. Hasta en la pacífica República Checa se cosieron las habas. El 22 de marzo último, el ministro de Asuntos Exteriores, Tomas Petrinek, debió reconocer que las autoridades del Gobierno del que forma parte habían confiscado –por error, aclaró- un cargamento que provenía de China, que estaba destinado a Italia, de 680.000 mascarillas y 28.000 respiradores.
Todo ocurrió en Lovosice, una ciudad situada 65 kilómetros al noroeste de Praga. “La policía lo investiga y el material que estaba destinado a Italia lo vamos a entregar”, reconoció Petrinek. La versión de las autoridades checas es que actuaron ante la convicción de que la empresa estaba especulando con los insumos para enriquecerse “ilícitamente” en medio de una crisis.
El cargamento –que tras ser confiscado fue distribuido rápidamente entre los hospitales checos- incluía también una partida de 101.600 mascarillas y respiradores más, donados por la Cruz Roja China a la comunidad de esa nacionalidad en Italia, que es muy grande y se dedica fundamentalmente al comercio de indumentaria.
Ahora, para cerrar el episodio, los checos se comprometieron a adquirir un cargamento similar y se lo va a enviar a Italia en una flota de colectivos que regresarán al país cargado con los turistas compatriotas que están varados en distintos puntos de Italia, en un viaje que partirá desde Roma y llegará a Praga después de recorrer 1298 kilómetros, atravesando además Suiza y Alemania.
Turquía aplica la “doctrina Barbarroja”
El cuatro de abril, un avión cargado con 150 respiradores que habían sido adquiridos por las comunidades autónomas de Castilla-La Mancha y Navarra, proveniente de China, fue detenido en su escala en Ankara y su cargamento confiscado por autoridades del Gobierno que encabeza Recep Tayyip Erdogan, aplicando la doctrina legada por su antepasado, el lesbiano Jeireddin Barbarroja, que asoló el Mediterráneo en el Siglo XVI.
La ministra de Asuntos Exteriores de España, Arancha Gonzáles Laya, relató el mismo sábado a una agencia de noticias francesa que había intentado comunicarse con su homólogo turco en tres ocasiones “sin éxito”. La funcionaria declaró que Turquía confiscó los equipos “para el tratamiento de sus propios enfermos”, razón por la cual sostuvo resignadamente que “hasta aquí hemos podido llegar”. De todos modos, voceros del Gobierno turco aseguraron que el cargamento podría llegar a España “en unas semanas”, pero los españoles son escépticos al respecto.