Algunos espectáculos que presenciamos nos construyen y nos indignan, como aquel video en el que un “personal trainer” agredía a un vigilador o aquel otro en el que un joven “surfer” estafó a cuatro o cinco prefectos, fingiendo que iba a quedarse en una casa en Flores y luego huyó en su rumbosa 4×4 con rumbo hacia la costa argentina o, casi llegando al súmmum de la construcción de un enemigo perfecto, cuando un desaprensivo empresario deudor de dudosos créditos del Banco Nación se trepó a su lujosa nave para internarse en el Paraná a consumir el dorado caviar del encierro. En realidad, provocan molestias a muchos, porque todos conocemos ejemplos cercanos, que son como un retrato de lo que no queremos ser, pero muchas veces somos.
De todos modos –como lo hubiera hecho ese epítome del mal que fue Jack, el Destripador-, es necesario ir por partes.
No sólo la televisión es una especia de visor de las malas conductas del prójimo, que nos permiten pontificar sobre los numerosos fallos de los otros y sentirnos virtuosos, sino que además funciona como un espejo de las virtudes de las mayorías, que acataron la draconiana medida del “aislamiento social”, imprescindible aunque difícil de aceptar.
En un barco veloz, el encierro es mejor
En este muestrario se pudo ver la rápida huida del empresario Gustavo Nardelli, que tomó su yate “Champagne” y partió desde el Club Rowing de Rosario con rumbo al exilio interior. Las autoridades debieron salir a perseguirlo, lo aprehendieron y lo hicieron regresar, luego de una exhaustiva búsqueda.
En este capítulo es necesario recordar que Nardelli es uno de los directivos principales de Vicentín, una empresa que tiene una deuda de 18 mil millones de pesos con el Banco Nación y de 1.600 millones con el Banco de la Provincia de Buenos Aires. Hasta ahora, el empresario no había sido demandado, pero ahora deberá responder por la violación del artículo 205 del Código Penal, que sanciona con una pena de seis meses a dos años de prisión al que “violare las medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la introducción o la propagación de una epidemia”.
Ni el juez Marcelo Bailaque, un magistrado muy amigo de los narcotraficantes, los genocidas y los policías cultores del gatillo alegre, ni la fiscal Adriana Saccone pidieron el arresto domiciliario del empresario. Según dicen, su prioridad es que cumpla con la cuarentena. Tal para cual.
El silencioso trabajo de Aerolíneas
Hasta el lunes 23 de marzo, gracias al empeño de los trabajadores de la aerolínea de bandera argentina, habían regresado al país 25 mil argentinos, de los que 10 mil fueron repatriados en vuelos especiales, ya que habían quedado varados en distintos aeropuertos del mundo. Los operativos especiales habían comenzado el 13 de marzo.
Esta tarea se cumplió fielmente, a pesar de las destempladas reacciones de algunos pasajeros, que no querían cumplir con el protocolo del Coronavirus y de otros gestos de mala educación de otros viajeros, que desmienten aquella premisa que dice que conocer el mundo permite aumentar el bagaje cultural de los expedicionarios.
Novaresio al aire libre
El abogado rosarino Luis Novaresio, que conduce Animales Sueltos, predica al mismo tiempo el aislamiento social y el “footing”. En esta actividad se lo pudo ver en un video publicado en las redes sociales mientras caminaba al aire libre, posiblemente en el edificio en el que vive, mientras que algunos comedidos le gritaban que se volviera a su casa, porque, según uno de los vocingleros, “está muriendo gente”. Pareció demasiado.
En Argentina, el bien y el mal
A pesar de la crisis que soporta el sistema de salud pública en nuestro país debido a la gran cantidad de recortes que se le asestaron, la proporción de camas hospitalarias por cada 100 mil habitantes existente es aceptable, si se la compara con el resto del mundo.
En un ranking que mide esta circunstancia, Japón lidera la tabla con 1340 camas, seguido por Corea del Sur, que posee 1150; Alemania, con 830; Rusia, muy cerca, con 820; Francia, con 650 y allí, pisándole los talones, Argentina, con 500. A todos éstos les siguen Grecia, con 430; China, con 420; Italia, con 340; España, con 300 y EE.UU. con 290, entre otros.
En este punto conviene detenerse, porque el recorte en los gastos de salud fue, en los tiempos del neoliberalismo, despiadado. Esto se tradujo en la expulsión de miles de médicos, en el intento de reemplazarlos con aparatología muy cara, que nunca reemplaza a la ciencia de los facultativos y en los recortes que incluyeron el exilio de miles de científicos.
Sólo en el Gran Buenos Aires quedaron sin terminar seis hospitales en los últimos años. En diciembre de 2015 estaban construidos en un 90 por ciento, con una inversión, hasta ese momento, de 1.300 millones de pesos. Ubicados en Gregorio de Laferrére, Rafael Castillo (ambos en La Matanza), Ituzaingó, Esteban Echeverría, Cañuelas y Escobar, estaban destinados a atender a un universo de 500 mil bonaerenses.
Los peor es que hay otros seis establecimientos de distinto tipo diseminados por todo el país, a punto de ser terminados, pero abandonados. Éstos están ubicados en Río Gallegos, Gualeguaychú, Paraná, Formosa, Catamarca y La Pampa. Entre ellos hay hospitales de niños y de medicina nuclear.
Al respecto, vale recordar que la exgobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, se defendió con un argumento insólito. “No voy a abrir hospitales nuevos ni a cortar cintas, porque eso es una estafa a la gente. La salud no es un edificio. Construir un edificio es la parte más fácil. Lo que vale la pena es poner equipamiento de última generación, que haya insumos, enfermeras y médicos. O seguridad. Y tecnología para que la gente sepa cuánto hay que esperar en una guardia”. Claro que para esto es, precisamente, para lo que hubieran servido los hospitales que jamás inauguró. Cosas del destino.
Para reparar la herida, el presidente de la Nación, Alberto Fernández inspeccionó el último lunes las obras que se están realizando en el Hospital René Favaloro, ubicado en Rafael Castillo, que será utilizado para combatir a la pandemia del Coronavirus, según relató él mismo, por una sugerencia que partió de Máximo Kirchner.
La crisis del sistema
Yendo al terreno internacional, el analista ruso de inteligencia, Daniel Estulin manifestó por estos días que la aparición de la crisis del Coronavirus desnudó que “el modelo económico ha llegado a su fin. En 1991, los dos modelos existentes, el comunista y el capitalista, se juntaron en uno solo que duró hasta 2008, cuando comenzó el principio del fin. En 2008 aún existían formas de salvar el sistema, limpiando los elementos parasitarios, pero ahora existen burbujas creadas por los bancos, que han aumentado la deuda en un 70%, que no se pueden eliminar, o sí se pueden eliminar, pero eso sería mediante una guerra termonuclear o bacteriológica o con un coronavirus, una fuerza mayor que en la mayoría de los contratos permite no pagar la deuda. El modelo negociado en Bretton Woods en 1944 sólo funciona con una expansión sin límite del capitalismo. Pero hemos llegado al final y lo que estamos viendo ahora son las consecuencias de la quiebra”.
A continuación Estulin anunció que “el coronavirus está siendo una excusa para buscar una explicación de la quiebra de los mercados planetarios, cuando esto es algo que empezó mucho antes. Lo de Italia también es fácil de explicar, 114 bancos de Italia están en quiebra. Tener coronavirus es fantástico, porque pueden dejar de pagar y echar a la culpa del default al virus”.
Sobre el futuro, Estulin explicó que “desde 1991 y hasta hace poco tiempo teníamos un mundo unipolar, dominado por el mundo liberal banquero financista, donde se produce un crecimiento a costa de los demás. Cuando la Unión Soviética murió y mientras Occidente pudo expandirse, el sistema unipolar siguió funcionando hasta 2008. Ahora estamos viendo la muerte de un sistema y el nacimiento de otro nuevo, que nadie conoce. Por eso Putin, Trump y Xi Jinping están hablando de sentarse después de las elecciones de EE UU y decidir las nuevas reglas del juego para este mundo post crisis y post Bretton Woods. Desde 1991 la lucha se produce dentro del capitalismo, una lucha entre financistas, banqueros y parásitos de Wall Street contra industralistas nacionalistas. Donald Trump es la cara visible de este grupo alternativo antibanquero y antiliberal. Si gana las elecciones de noviembre, podremos decir que el liberalismo estará llegando a su fin, pero no me refiero al liberalismo pensado por Voltaire, sino al liberalismo financista parasitario que no produce nada y vive de la especulación.
El regreso del Estado ¿populista?
En coincidencia con el advenimiento de una nueva era política en la Argentina, la aparición del Coronavirus desnudó las contradicciones en los discursos de algunos políticos, que debieron proyectar mágicas volteretas en el aire ante la gravedad de la crisis de la salud pública.
Así, el presidente de Francia Emanuel Macron, les contestaba el cinco de febrero último a los trabajadores de la salud, que le pedían más camas, más hospitales y más médicos, que “yo no tengo dinero mágico”.
Pero, el 13 de marzo, ante el agravamiento de las condiciones de la salud pública, desbordada por las medidas que él mismo y otros de sus antecesores, debió recularen chancletas y reconocer que “lo que ha revelado esta pandemia es que la salud gratuita, nuestro estado de bienestar, no son costos y cargas, sino bienes preciosos y que este tipo de bienes y servicios tienen que estar fuera de las leyes del mercado”.
Al mismo tiempo, en una tácita autocrítica, concedió sorpresivamente que mañana se deberán “sacar lecciones e interrogarnos sobre el modelo de desarrollo que aplica nuestro mundo desde hace décadas”, asegurando que por estos días el sistema “ha revelado sus fallos y nos tendremos que interrogar sobre las debilidades de nuestra democracia”.
Más allá de Macron, por estos días la receta en Argentina consiste en emitir y aumentar el gasto público, porque la recesión global será mucho peor que la de 2008. Por esta razón, un Estado que desarrolla políticas expansivas volvió a estar en el centro de la escena, para evitar de esta manera heterodoxa que se profundice la depresión hasta límites insoportables.