La elección de las reinas y virreinas de la Vendimia es una tradición que cumple en este 2022, 86 años en Mendoza. En 1936, en esa provincia se institucionalizó la primera fiesta vendimial para “exaltar a la uva, al vino y a la belleza de Mendoza”, por el Decreto Provincial Nº 87. Para ello, fue diseñada la “fiesta del vino” y los concursos de belleza que consagran año a año a la Reina de la Vendimia.
Fue así como Delia Larrivé Escudero se consagró como la primera reina electa, representando a Godoy Cruz, con tan sólo 16 años.
Pero el tiempo pasó, el mundo cambió y hoy esta tradición comenzó a chocar con el avance de las mujeres en materia de derechos humanos y su participación pública y política. Este año, la Suprema Corte de Justicia de Mendoza se vio obligada a intervenir, ya que el gobierno de Guaymallén decidió frenar la elección de reinas, por tratarse de una práctica violenta, que premia la hegemonía de las mujeres jóvenes locales.
La respuesta de las ex reinas nacionales y del departamento fue contundente: presentaron un reclamo judicial, firmado por la Comisión de Reinas Nacionales de la Vendimia (Corenave) y una agrupación que nuclea a soberanas departamentales (Coreguay). Además, organizaron la elección de la Reina de Guaymallén en un departamento vecino: Maipú, gobernado por el peronista Matías Stevanato, que habilitó la elección cancelada en la tierra de Marcelino Iglesias (UCR-CM).
Ellas buscan resguardar su lugar en el escenario público, ya que las reinas son consideradas “la voz del pueblo” y el nexo con el gobierno local.
De esta manera, el costo político que debió pagar Guaymallén por ir en contra de las prácticas antiguas y patriarcales, fue aleccionador.
Además, el costo en salud física y mental que las mujeres argentinas deben pagar por el constante premio a la hegemonía y el castigo a los estándares de belleza que se alejen del ideal, es apabullante. Argentina es el segundo país del mundo, después de Japón, con más personas con trastornos alimentarios, dado a que es uno de los países donde más presión ejercen los estereotipos de belleza, según datos de la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia.
Choque político
Tocar tradiciones no resulta gratuito, políticamente hablando. Hay 78 comunas del país que han abolido la figura de la reina y seguramente habrá muchos más, pero el proceso es difícil, ya que la política mete la cola y algunos gobernadores prefieren no meterse en problemas.
En el caso de Guaymallén, las mismas exreinas nacionales y departamentales judicializaron la decisión del Poder Ejecutivo, acusando al intendente del distrito de practicar “discriminación”.
“Algunos necesitan sacarse fotos después de la derrota”, disparó el intendente Iglesias, en referencia a Stevenato que perdió en las elecciones de noviembre último.
El maipucino no tardó en contestar: “La Vendimia es mucho más que una foto. Soy una persona educada, que respeta las tradiciones y costumbres del pueblo mendocino, por eso agradezco a la Coreguay por la invitación. La soberbia de no atender el sentir de un pueblo es un mal que alcanzó a varios dirigentes”.
Así fue como Guaymallén tuvo reina elegida en Maipú: Julieta Lonigro, que había representado al distrito Los Corralitos, que ahora también le pidió a la Corte que le permita participar del Acto Central. Tiene 22 años, es modelo y estudia la licenciatura en Enología.
El máximo tribunal debió llamar al plenario para analizar si la eliminación de la Reina de Guaymallén de los festejos vendimiales de la provincia afecta a los derechos de las personas y al patrimonio cultural de Mendoza, entre otros.
Queda expuesto que el costo político no es un factor que pueda ser librado al azar a la hora de tocar tradiciones patriarcales.
Continuando la misma lógica de que las tradiciones son “intocables”, desde la Corte Suprema, incluso, le soltó la mano a Guaymallén y resolvió: “Considerando que la reina departamental o nacional es una institución que dignifica a la mujer. Lejos está de los estereotipos y cosificaciones. La elección de la reina nunca fue en razón de la belleza, aunque se haya entendido erróneamente de esa manera”.
Entre otros argumentos, argumentaron que “el reglamento de elección de reinas dictado por el Poder Ejecutivo provincial establecía que debía hacerse la elección de la misma en razón de la ética, moral, belleza e inteligencia. Dicho reglamento establecía criterios amplios en el año 2016 y que aún entiendo pueden y deben ser ampliados”.
Ellas buscan redefinirse
Desde la Comisión de Reinas Nacional de la Vendimia (CORENAVE) insisten en que son mucho más “que una cara bonita” y se sumergen en temáticas políticas, como el debate por la reforma minera. Incluso, fueron recibidas por el gobernador, Rodolfo Suárez, oportunidad que utilizaron para expresar su disconformidad sobre la reglamentación de la ya derogada Ley 9.902.
Las reinas y concursantes analizan la forma de replantear el significado de su rol en la sociedad, sin la necesidad de eliminar esta figura.
“Hoy está claro que el rol de la mujer es fundamental en todos los aspectos y, lejos de considerar que la elección de la reina es un concurso de belleza que cosifica a las mujeres, hoy lo que buscamos analizar es cuál es la figura de la reina, como mujer, dentro de la sociedad mendocina”, expresó Sofía Haudet, reina de mandato cumplido e integrante de la CORENAVE.
Sin embargo, las concursantes a reinas promedian los 20 años de edad y son elegidas a través de su imagen y disciplina.
Tras este protagonismo durante la polémica por la minera, la subdirectora de Derechos Humanos de la Suprema Corte local, Eleonora Lamm, planteó en redes sociales la posibilidad de que en lugar de seguir eligiendo Reina Nacional de la Vendimia se elija a la Guardiana del Agua, a partir de su aporte comunitario y ya no haciendo foco en su estética.
“Creo que las reinas tuvieron un papel activo histórico en la sociedad hace unos días y eso hay que valorarlo y ponerlo de manifiesto, hay que dar visibilidad al rol de la mujer en la sociedad. Ellas tuvieron un papel político interesante y hoy merecen ser designadas Guardianas del Agua no Reinas de la Vendimia. De ese modo se dejará de violentar y cosificar a la mujer a partir de un concurso de belleza”, comentó Lamm.
A cambio, propuso: “Deben seguir trabajando en ese camino y, lejos de los concursos de belleza que buscan un determinado estereotipo de mujer, tienen que ser elegidas o designadas a partir de un proyecto, un aporte que sirva para la comunidad toda”.
Las Reinas de la Vendimia son sólo ejemplos de esta tradición que se replica en muchas provincias argentinas, donde los pueblos eligen a mujeres jóvenes (incluso menores de edad) que cumplen con los estereotipos de mujer hegemónica más exigentes, sólo para ser “portadoras de la voz popular”.
Natasha Sánchez, con 21 años, se convirtió en la Reina Nacional de la Vendimia 2022 y en su discurso indicó que todo cambio es bienvenido al referirse al rol de la mujer en la fiesta y señaló que su tarea es ayudar a la gente. “Mi objetivo como reina es estar muy cerca de la gente, acompañarlos, mostrarles que también soy una persona de carne y hueso. Que soy una intermediaria para temas complicados”. Además, contó que cuando se presentó como candidata departamental presentó un proyecto para juntar partes de bicicletas y así con ellas poder armar nuevas para entregárselas a niños que viven alejados del centro de Santa Rosa.
Las reinas están dispuestas a ser mucho más que mujeres bellas y objeto de deseo y lo han dejado claro. Resta ahora que el sistema cambie para darles el espacio para hacerlo y, de ser necesario, capacitarse, dejando de lado el maquillaje, los vestidos, las flores y los halagos enfocados a su apariencia.
Mujeres en la política
Cumplir con un cupo femenino en el escenario político no es suficiente, se necesitan también mujeres en lugares de poder y toma de decisiones. Si bien las reinas departamentales cumplen, en algunos casos, un rol público activo que defiende los intereses del pueblo, no son votadas por su labor y compromiso previo con temáticas de interés popular como el agua, el costo de los viñedos y bodegas, la minería, etc., sino que son elegidas mayormente por su aspecto físico. De hecho, así nace la tradición explícitamente, para “resaltar la belleza” de la provincia.
Los concursos de belleza con anclaje cultural patriarcal buscan argumentar hoy esa premiación a la hegemonía, a través de brindarles a las embajadoras electas roles que justifiquen su participación.
Estos concursos dan un lugar de participación política a mujeres jóvenes, sin embargo, el filtro para lograrlo sigue siendo violento y exclusivo. Sigue pesando sobre ellas la obligación de ser delgadas, bellas, delicadas y disciplinadas. Premiar a los estereotipos de género que, históricamente, oprimieron a las mujeres entre mandatos y expectativas masculinizadas, significa un acto recordatorio y aleccionador sobre qué lugar ocupan los hombres y las mujeres en la sociedad, y también cuestiona el concepto de que la estética es un requisito ineludible para calificar y clasificar a las mujeres.
Cánones de belleza vs. salud
La investigación “Cuerpo vivo” realizada en 2019 en Argentina, Brasil, Colombia y México para determinar la relación de las mujeres latinas con su cuerpo, arrojó que un 89% de las mujeres afirmó que tienen una parte de su cuerpo que las hace sentir incómodas y que un 67% no participó de alguna actividad por inseguridad/incomodidad con el cuerpo.
También, que uno de cada diez adolescentes argentinos sufre de anorexia y bulimia. Argentina ocupa el segundo puesto como el país con más casos de trastornos alimentarios.
Además, cuatro de cada cinco adolescentes mujeres no se encuentran satisfechas con su cuerpo.
Según la organización sin fines de lucro Pro Mujer, América Latina tiene una de las tasas más altas de desigualdad de género del mundo y sin políticas que dejen de oprimir a las mujeres, esa brecha no se acortará.
Ante esto, premiar lo que lastima y oprime a las mujeres física, psicológica, ética, moral, política y simbólicamente, es violencia. Los concursos de belleza como las de la Fiesta de la Vendimia mendocina sólo replican este tipo de violencia machista.