A pesar de las declaraciones contemporizadoras de algunos dirigentes de uno y otro espacio, todos se miran de costado con ojos de tahúr, observándose, midiéndose, evaluando las mutuas debilidades. Se puede decir que el destino del Pro y de la coalición UNEN nunca pasará del histeriqueo y de la exhibición de sus presuntos acuerdos y, en ocasiones, de sus puntos de ruptura.
Ambos espacios políticos comparten un dilema que desvela a sus estrategas: resolver la ecuación que plantea el peronismo, que hoy parece invencible, a pesar de que el gobierno que encabeza Cristina Fernández de Kirchner afronta el final de su mandato en un escenario en el que no habrá piedad por parte de los mercados, que acentuarán en todo lo posible sus problemas en la retirada para que el populismo sea lo antes posible sólo un recuerdo.
Esta ofensiva de Julio Cobos, Oscar Aguad, Ernesto Sanz y Lilita Carrió -por parte de UNEN- y del propio Mauricio Macri para confluir en una alianza en la que no priman las coincidencias ni los acuerdos de candidaturas, tiene, de todos modos, un cierto perfume a exigencia de los mecados.
Los radicales, miembros de un partido que abomina de las candidaturas testimoniales, acostumbrados como están a disputar espacios de poder concreto, evalúan que si Macri no construye una fuerza nacional con posibilidades de ganarles a ellos mismos y al peronismo en algunos distritos importantes -una opción que hoy aparece lejana-, podrían llegar a ser los beneficiarios del armado del jefe de Gobierno porteño.
De todos modos, Macri, al decidirse por la tercera vía a la argentina -un eufemismo para decir lejos del peronismo-, buscó volver a consolidar sus contactos con el radicalismo oficial -lo que sería ir de la sartén al fuego-, para armar un frente que le abra alguna posibilidad de eludir una derrota casi inevitable. Esta muestra de debilidad encendió el apetito de los seguidores de Ernesto Sanz, que al saberse necesitados cayeron en la cuenta de que el débil armado de Macri lo convierte en presa más que en aliado si el peronismo no se incendia a lo bonzo.
Pero este panoram que se abre, los radicales no quieren acuerdos con el Pro, lo que quieren es su electorado. Incluso los radicales ya mencionados, que encomiaron sus coincidencias con el Pro, no pasarán del enunciado de algo que no se producirá. Es decir, aprovecharán todas las ventajas que puedan conseguir con su “apertura” política hacia el Pro, pero no le darán a Macri nada a cambio de lo que Macri les dé a ellos. En buen castellano, su intención es autoinvitarse a comer en la despensa ajena.
Si el lector se pregunta cuál es el objetivo, la respuesta es sencilla. Insinuar un elogio a Macri, o una especie de “comprensión” de sus posiciones -en especial, las antikichneristas- no implicará, nunca lo fue ni lo será de ahora en más, otra cosa que un frío cálculo político, muy lejano a la coincidencia en las boletas electorales.
Algunas encuestas insinúan ya el espectro más temido por todos: radicales, socialistas, cívicos, proyectosureños, genes, libresureños y Pro’s. En ellas, los precandidatos que hasta ahora reúnen una mayor intención de voto tienen identidad peronista o se acercan a ésta. Si esta tendencia se consolidara, sería la única razón para que se amplíen las posibilidades de que se concrete una coalición entre Pro y UNEN, pero si los números mostraran un escenario opuesto, con un desvío de votos hacia alguno de los dos sectores, la bifurcación es inevitable. Borges lo dijo mejor que nadie cuando se refirió al amor, al espanto y a ciertos maridajes inesperados.
Emilio Monzó, el armador del Pro, transparentó las intenciones de Macri. Sostuvo que si los dos candidatos peronistas -Scioli y Massa- son lo suficientemente fuertes y la disputa entre ellos no arroja un claro triunfo para uno de los dos, el conflicto podría derivar en un incendio y en ese panorama devastador para el PJ, la definición electoral se daría de la mano del electorado no peronista. En este escenario, la opción que ofrezca el no-peronismo debe ser fuerte y eso no se logrará con la dispersión de los partidos políticos opositores. En ese bosquejo, Macri intentaría mostrarse como la opción, ofreciéndole a Cobos pelear la gobernación de Mendoza, a Carrió o Lousteau la Jefatura de Gobierno porteña y a Sanz o Aguad la vicepresidencia. De todos modos, el ex presidente de Boca Juniors difícilmente treparía hasta ser el candidato de este espacio, que reúne a disímiles propuestas políticas y a disímiles electores, muchos de los cuales no elegirían a Macri más que en una emergencia.
De todos modos, el Pro fertiliza el camino del desacuerdo cuando busca, por una parte, aprovecharse de la crisis del radicalismo ofertando a sus intendentes, concejales y diputados que se sumen a sus filas y, por contrapartida, les ofrece a esos desertores un armado que no termina de solidificarse. Los radicales, en cambio, a pesar de que están en crisis desde 2001, son como el peronismo y la Iglesia: existen una unidad básica, una capilla y un comité radical casi en cada pueblo de cualquier parte del país.
El dilema de UNEN comenzará a resolverse el martes 22 de abril, cuando se produzca el lanzamiento de su acuerdo interno, el que ligará a los partidos que conforman su coalición. La líder del GEN, uno de los partidos que la conforman, Margarita Stolbizer, declaró que sólo “se va a presentar un Frente, y la discusión sobre si estaremos con Macri la tendremos más adelante. Mi postura es que estar con Macri es generar confusión a la gente”, tratando de poner paños fríos a una discusión que se intensificará lentamente durante 2014, para acelerarse dramáticamente en 2015, más allá de las palabras.