El juez Daniel Rafecas, titular del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N°3, procesó a diez de los militares que protagonizaron el operativo realizado el 29 de septiembre de 1976 en la calle Del Corro, del barrio de Villa Luro. Allí murieron cinco montoneros y fueron secuestradas cinco personas.
Los procesados son los militares del Grupo de Artillería de Defensa 101, entonces asentado en Ciudadela, Guillermo César Viola Viola, Carlos Alberto Orihuela, Ricardo Grisolía, Gustavo Antonio Montell, Hugo Eduardo Pochón, Domingo Armando Giordano, Héctor Eduardo Godoy, Gustavo Gilberto Tadeo Juárez Matorras, Danilo Antonio González Ramos y Abel Enrique Re.
Uno de éstos –el coronel retirado Guillermo César Viola- es el titular de la Unión de Promociones, un organismo que propagandiza la dictadura militar y genera controversias permanentes contra los juicios de lesa humanidad.
La investigación
El proceso judicial se inició hace varios años por una presentación del Programa Verdad y Justicia, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación.
Para iniciar el juicio, se investigó el libro histórico del GADA 101, los legajos de los militares que prestaron servicios en Ciudadela y se tomó testimonio a 40 soldados conscriptos que estuvieron en el operativo.
El libro del GADA fue muy instructivo, ya que en él figura que el regimiento envió a tres jefes, 13 oficiales, 61 suboficiales y 134 soldados a la calle Del Corro en la madrugada del 29 de septiembre de 1976. Allí figura también que el combate duró algo menos de una hora y que el cerco interior del operativo estuvo a cargo del GADA 101 y que del cerco exterior se ocupó la Policía Federal.
Los militares se encuentran detenidos desde diciembre, cuando el juez Rafecas les libró las órdenes de captura. En principio, éstos intentaron desvincularse del operativo, alegando que el GADA 101 era una unidad de reserva, pero no tuvieron suerte porque en noviembre de 1983 Julio César Romano, un militar que quería ascender a coronel, se quejó porque no calificaba para tal distinción a pesar de que había sido el jefe que había planificado la masacre de la calle Del Corro, en la que, según él, había participado casi todo su regimiento.
“Ustedes no nos matan…”
Una gran cantidad de camiones del Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) 101, de Ciudadela, cargados de militares llegaron a las siete de la mañana del 29 de septiembre de 1976 a la casa de la calle Del Corro 105, en el límite entre los barrios de Villa Luro y Vélez Sarsfield. También había tres tanquetas de Gendarmería, policías federales y soldados del regimiento de Villa Martelli.
Adentro dormían los militantes montoneros Alberto José Molina Benuzzi, Ignacio José Bertrán, Ismael Salame, José Carlos Coronel y Victoria Walsh. Ellos conformaban la Secretaría Política de Montoneros, que se habían reunido en el lugar la noche anterior y luego se habían acostado a dormir.
Después de la inútil intimación propalada por un megáfono, se desató un intenso tiroteo, que culminó con la muerte de los cinco montoneros, aunque no todos murieron por las balas de los militares. Vicky Walsh, que disparaba desde la terraza con armas largas y cortas, en un momento alzó sus manos y se incorporó para anunciar a sus enemigos que “ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir”, para luego dispararse. Sus tres compañeros habían caído abatidos por el fuego de tres tanquetas de Gendarmería y por los fusiles de la infantería del Ejército. Un helicóptero, que había debido alejarse varias veces ante el fuego de los defensores de la casa, sobrevolaba la escena como un pájaro de mal agüero.
La decisión que tomaron Walsh y Molina se debió a que su suerte estaba echada. El método con el que iban a ser recibidos en Ciudadela se repetía en todas las guarniciones y comisarías del país. Todos los militantes, sin excepción eran torturados. El objetivo era que primero entregaran a sus compañeros, para después ser asesinados. A su vez, los que eran “cantados” en la picana eléctrica, seguían el mismo proceso: secuestro, tortura, delación y muerte.
La única manera de rebelarse ante ese duro destino era morir en el combate. Otros utilizaron una pastilla de cianuro. El objetivo era infligir una última derrota al enemigo antes de morir o ser asesinado.
En la calle Del Corro, tras el silencio que sobreviene a la muerte, los cinco habitantes de la casa, Lucy Matilde Gómez de Mainer, sus hijos María de los Milagros (de nueve años), Juan Cristóbal, Maricel Marta y el marido de esta última, Ramón Baravalle, que estaban de visita, ya que vivían en Santa Fe, fueron secuestrados.
Además, la hija de Victoria Walsh, que tenía menos de un año, también fue secuestrada, hasta que su abuelo, el comodoro Miguel Costa, logró recuperarla. El padre de la niña, Emiliano Costa, en ese momento estaba preso. La otra niña, la de nueve años, que había salido hacia la escuela antes del tiroteo, fue detenida a media mañana en esa casa de estudios.
Maricel, su marido Ramón y María de los Milagros fueron liberados más tarde, mientras que Juan Cristóbal –que tenía 16 años- y su madre, Lucy estuvieron detenidos durante varios años en distintas prisiones argentinas.
Otros dos hijos de Lucy –Pablo Joaquín y María Magdalena- que al momento del tiroteo estaban secuestrados, fueron asesinados cruelmente tiempo después, en un proceso en el que un militar se comunicaba con Maricel y María de los Milagros, los llevaba a verlos a una prisión clandestina y luego les prometía la libertad. Un día les dijeron que los iban a liberar, se los llevaron en un auto y ya no se supo nunca más de ellos.
Masacre de la calle Corro: diez represores procesados por el operativo en el que mataron a “Vicki” Walsh
Entre ellos está Guillermo César Viola, un excoronel que preside una agrupación defensora de genocidas. Habían sido detenidos en diciembre pasado por orden del magistrado, que logró reconstruir cómo fue el procedimiento en el que asesinaron a cinco personas y secuestraron a otras cuatro.
El juez federal Daniel Rafecas procesó a los diez militares que participaron del brutal operativo de la calle Corro al 105 en el que fueron asesinados cinco militantes montoneros, entre los que se cuenta a María Victoria “Vicki” Walsh, la hija del periodista Rodolfo Walsh. Entre los procesados está Guillermo César Viola, el titular de la Unión de Promociones (UP), una agrupación que reúne a uniformados retirados y que batalla contra los juicios de lesa humanidad.
El 29 de septiembre de 1976, cientos de hombres que integraban el Grupo de Artillería de Defensa Aérea (GADA) salieron desde Ciudadela hacia la calle Corro al 105, en el barrio de Villa Luro. El operativo duró menos de una hora pero fue especialmente violento. Los testimonios hablan del uso de tanquetas para ingresar a la vivienda. En el operativo participaron también la Policía Federal y la Gendarmería.
El ataque dejó cinco muertos y cuatro personas que fueron secuestradas y llevadas a distintos centros clandestinos de detención. Entre quienes perdieron la vida estaban Alberto José Molina Benuzzi, Ignacio José Bertrán, Ismael Salame, José Carlos Coronel y “Vicki” Walsh –cuya muerte fue relatada por su padre en la “Carta a mis amigos”–. A la reunión, “Vicki” había asistido con su hijita, que sobrevivió al ataque.
Los represores se llevaron a parte de la familia que vivía en la casa de la calle Corro: Lucy Matilde Gómez de Mainer, Juan Cristóbal Mainer, Maricel Marta Mainer y Ramón Alcides Baravalle. Todos ellos fueron conducidos inicialmente al centro clandestino conocido como Vesubio, ubicado en el cruce entre la autopista Riccheri y el Camino de Cintura. Después fueron trasladados a la Superintendencia de Seguridad Federal –más conocida como “Coordinación Federal”.
Por estos hechos, Rafecas procesó a Viola, Carlos Alberto Orihuela, Ricardo Grisolía, Gustavo Antonio Montell, Hugo Eduardo Pochón, Domingo Armando Giordano, Héctor Eduardo Godoy, Gustavo Gilberto Tadeo Juárez Matorras, Danilo Antonio González Ramos y Abel Enrique Re. Todos ellos integraron el GADA 101 y fueron individualizados por el juzgado de Rafecas, que ordenó su detención en diciembre pasado.
La querella de Patricia Walsh -hermana de “Vicki”-, que encabezan Myriam Bregman y Matías Aufieri, señala también que en el operativo tuvo participación el temido Batallón de Inteligencia 601. La Secretaría de Derechos Humanos, al presentarse como querellante en la causa, también apuntó a la línea de inteligencia y resaltó el rol que podría haber tenido el represor de La Perla Ernesto “Nabo” Barreiro.
Juan Cristóbal Mainer + 22/07/2020
Juan Cristóbal cursaba el cuarto año del Bachillerato especializado en Música-Violín del Bachillerato de Bellas Artes de nuestra Universidad y militaba en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
Tenía sólo 16 años cuando fue secuestrado el 29 de setiembre de 1976, en la casa donde vivía con su familia, en el denominado “Operativo de la calle Corro”, donde murió Victoria Walsh. En ese lugar fue secuestrado junto a su madre Luci Gomez , su hermana Maricel Marta y el esposo de ella. Fueron llevados a Campo de Mayo, torturados e interrogados y trasladados luego a la Superintendencia de Coordinación Federal. Sus hermanos Pablo y María Magdalena fueron también secuestrados y luego desaparecidos.
Juan Cristóbal fue llevado luego al Penal de Devoto y a la Unidad N 9 de La Plata donde fue legalizado recién un mes después y permaneció hasta diciembre de 1980. Como sobreviviente, dio testimonio en numerosos juicios por delitos de lesa humanidad y formó parte de la Comisión por la Memoria del Bachillerato de Bellas Artes.
En el año 2016, la UNLP reparó su legajo estudiantil, donde constaba la inscripción “Deserción”, dejando constancia que el motivo de la pérdida de su condición de alumno regular fue la persecución y posterior privación ilegal de libertad sufrida durante la última dictadura cívico militar.
MAINER, Juan Cristóbal
Nació en 1958. Hermano de María Magdalena y Pablo Joaquín Mainer. Emilce Moler en su excelente libro “la Larga Noche de los Lápices. Relatos de una sobreviviente” lo recuerda de este modo: “¿Cómo contar actividades de la UES –Unión de Estudiantes Secundarios- sin hablar del ‘Gordo Juan’. Tiene un año menos que yo, fue el amigo entrañable y novio de Claudia Falcone por tres meses. Lo secuestraron a fines de septiembre del ’76 y estuvo preso casi seis años. Un tipo bueno que sigue siéndolo a pesar de los dramas que vivió”. Pero falleció en julio de 2020. Juan Cristóbal cursaba el cuarto año del Bachillerato especializado en Música-Violín del Bachillerato de Bellas Artes de la Universidad de La Plata (UNLP) y militaba –como dije- en la UES. Tenía sólo 16 años cuando fue secuestrado el 29 de setiembre de 1976, en la casa donde vivía con su familia, en el denominado “Operativo de la calle Corro”, donde murió Victoria Walsh. En ese lugar fue secuestrado junto a su madre Stella Maris Gómez de García del Corro (Lucy Gómez), su hermana Maricel Marta Mainer y el esposo de ella. Fueron llevados a Campo de Mayo, torturados e interrogados y trasladados luego a la Superintendencia de Coordinación Federal. Juan Cristóbal fue llevado luego al Penal de Devoto y a la Unidad N 9 de La Plata donde fue legalizado recién un mes después y permaneció preso hasta diciembre de 1980. Como sobreviviente, dio testimonio en numerosos juicios por delitos de lesa humanidad y formó parte de la Comisión por la Memoria del Bachillerato de Bellas Artes. En el año 2016, la UNLP reparó su legajo estudiantil, donde constaba la inscripción “Deserción”, dejando constancia que el motivo de la pérdida de su condición de alumno regular fue la persecución y posterior privación ilegal de libertad sufrida durante la última dictadura cívico militar.
La Secretaría de Derechos Humanos será querellante en la causa por el operativo en la calle Corro
Durante el ataque, ocurrido el 29 de septiembre de 1976 en Villa Luro, fueron asesinados cinco integrantes de la conducción de Montoneros y otras 4 personas fueron secuestradas. Por esos hechos fueron detenidos 10 ex miembros del Grupo de Artillería Aérea 101 del Ejército.
8 de febrero de 2022
La Secretaría de Derechos Humanos de la Nación se presentó como querellante en la causa que investiga el ataque a la casa de la calle Corro 105, en el barrio porteño de Villa Luro, el 29 de septiembre de 1976.
Durante ese operativo ilegal, realizado por fuerzas conjuntas que reportaban al Primer Cuerpo del Ejército y el Grupo de Artillería Aérea 101 (GADA), fueron asesinados cinco militantes de Montoneros, Alberto José Molina Benuzzi, María Victoria Walsh (hija del periodista Rodolfo Walsh), Ignacio José Bertrán, Ismael Salame y José Carlos Coronel.
Además, otras 4 personas que vivían allí fueron secuestradas y, tras su paso por Campo de Mayo, fueron liberadas: Maricel Mainer, su madre Lucy Gómez de Mainer, su hermano Juan Cristóbal Mainer y su marido Ramón Alcides Baravalle.
El expediente está a cargo del juzgado federal 3 de Daniel Rafecas, quien a mediados de diciembre pasado ordenó la detención e indagó a diez de los presuntos responsables, todos ex miembros del GADA 101: Héctor Eduardo Godoy, Gustavo Gilberto Tadeo Juárez Matorras, Danilo Antonio González, Abel Enrique Re, Carlos Alberto Orihuela, Ricardo Grisolía, Gustavo Antonio Montell, Hugo Eduardo Pochón, Guillermo César Viola y Domingo Armando Giordano.
Lo ocurrido esa mañana fue reconstruido en un informe realizado en 2015 por el ex Programa Verdad y Justicia. A partir del Libro Histórico del GADA 101, se logró establecer que durante el operativo se movilizaron más de 200 efectivos del Ejército con el objetivo de atacar la casa durante una reunión de la Secretaría Política Nacional de Montoneros. También participaron miembros de la Policía Federal, efectivos de Gendarmería con 3 vehículos de asalto y Bomberos de la Policía Federal.
Esa investigación detectó que el operativo tuvo estrecha vinculación con hechos ocurridos en la provincia de Córdoba, donde una semana antes fue secuestrada María Magdalena Mainer. Días después, su familia fue secuestrada en el mismo operativo de la calle Corro, donde vivían. La joven fue llevada al Centro Clandestino de Detención y Exterminio “La Perla”, luego trasladada a La Plata y asesinada en noviembre de 1978.
También surge de ese informe la posible participación del teniente primero Ernesto Guillermo Barreiro, quien integraba el Destacamento de Inteligencia 141 de Córdoba. En su legajo se menciona que el operativo se originó a partir de su “investigación personal” y que luego se trasladó a Buenos Aires para ser parte de las operaciones. También figuran allí las felicitaciones de sus superiores en Córdoba y del jefe del GADA 101.
La presentación como querellante forma parte del Plan Estratégico para el avance del proceso de justicia por los crímenes de lesa humanidad promovido por la Secretaría, que establece entre sus prioridades el impulso enérgico y sin demoras de estos juicios. Durante 2021, se presentaron 45 nuevas querellas en todo el país y la Secretaría trabaja en más de 260 causas activas.
CASO Nº 25: MAINER, MARÍA MAGDALENA
Esta probado que la Doctora María Magdalena Mainer fue privada de su libertad el día 15 de septiembre de 1976 en la Provincia de San Juan, por personas que dependían operacionalmente del Ejército Argentino.
Ello se desprende de los testimonios de su hermana Maricel Marta Mainer, corroborados por los de Stella María Gómez de García del Corro y Juan Cristóbal Mainer, quienes coinciden en las circunstancias de tiempo y lugar en que la victima fuera detenida.
A ello hay que agregar los elementos de juicio que demuestran que la victima fue posteriormente mantenida en cautiverio en la Brigada de Investigaciones de La Plata y en el centro clandestino de detención conocido como “La Cacha”.
Por otra parte, durante su cautiverio se hicieron gestiones ante autoridades en procura de la averiguación de su paradero y de su libertad.
Según los testimonios de Maricel Marta Mainer, María de los Milagros Mainer y Stella María Gómez de García del Corro, se hicieron gestiones ante el Ministerio del Interior, sin resultados positivos.
A la Doctora María Magdalena Mainer se la mantuvo ilegalmente en cautiverio en la planta transmisora de L.S.11 Radio Provincia (“La Cacha”) y en la Brigada de Investigaciones de La Plata,, pertenecientes a la Policía de la Provincia de Buenos Aires, que dependía operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército.
Respecto de su detención en la planta transmisora de L.S.11 Radio Provincia (“La Cacha”), resultan concluyentes los dichos de Ana María Caracoche de Gática, quien declaró haber visto a la Doctora Mainer en abril de 1977, en el mencionado lugar, y la describió de manera coincidente al resto de los testigos que depusieron en la Audiencia, como una mujer joven, de tez blanca, ojos grandes, cabello largo oscuro, piernas gruesas y bastante gorda. También declaró que se encontraba en cautiverio en el mencionado lugar Nélida Alicia Méndez de Falcone.
Ello se corrobora con lo manifestado por Maricel Marta Mainer, quien dijo que su hermana le contó que antes de llevarla a la Brigada de La Plata, la tuvieron en otro lugar, donde fue torturada.
En cuanto a su cautiverio en la Brigada de Investigaciones de La Plata, son contestes los testimonios de Maricel Marta Mainer, María de los Milagros Mainer, Stella María Gómez de García del Corro, Ramón Alcides Baravalle, Adelina Moncalvillo, María Inés Arbio, María Grubert, Martín Osvaldo Galarza, Nicolasa Zárate de Salomone y Antonia Lugarda Cifre de Idiart. Todos ellos afirman haber visto en dicho lugar a la Doctora Mainer.
Por otra parte, su hermano Juan Cristóbal Mainer, que se hallaba detenido en la Cárcel de Devoto, fue visitado por la víctima, por intermedio de Francisco Asís, apodado “el francés”, quien se encontraba destinado en la Brigada de La Plata, como afirman coincidentemente los familiares de las víctimas, que depusieron en la Audiencia.
Además en el mencionado lugar de detención el ex Capellán de la Policía Christian Von Wernich manifestó que se hallaba detenida la Doctor Mainer.
A ello debe agregarse la constancia del acta de nacimiento de la hija de Liliana Amalia Galarza, donde figura que fue atendida por la Doctora Mainer, y que se halla reservada en poder del Tribunal.
Durante su cautiverio se le impusieron condiciones inhumanas de vida y alojamiento.
Respecto de las condiciones de vida en la Planta Transmisora de LS11 Radio Provincia (“La Cacha”), el Tribunal se remite a las consideraciones vertidas al respecto en el caso No 3.
No está probado que María Magdalena Mainer recuperó su libertad.
En efecto, conforme con los dichos de los testigos que depusieron en la Audiencia, nunca fue vuelta a ver en libertad ni se tuvieron más noticias de ella.
La carta de Rodolfo
“El comunicado del Ejército que publicaron los diarios no difiere demasiado, en esta oportunidad, de los hechos. Efectivamente, Vicki era oficial 2° de la Organización Montoneros, responsable de la prensa sindical, y su nombre de guerra era Hilda. Efectivamente estaba reunida ese día con cuatro miembros de la Secretaría Política que combatieron y murieron como ella.
“La forma en que ingresó a Montoneros no la conozco en detalle. A los 22 años, edad de su posible ingreso, se distinguía por decisiones firmes y claras. Por esa época comenzó a trabajar en el diario “La Opinión” y en un tiempo muy breve se convirtió en periodista. El periodismo en sí no le interesaba. Sus compañeros la eligieron delegada sindical. Cómo tal debió enfrentar en un conflicto difícil al director del diario, Jacobo Timerman, a quien despreciaba profundamente. El conflicto se perdió y cuando Timerman empezó a denunciar como guerrilleros a sus propios periodistas, ella pidió licencia y no volvió más.
“Fue a militar a una villa miseria. Era su primer contacto con la pobreza extrema en cuyo nombre combatía. Salió de esa experiencia convertida a un ascetismo que impresionaba. Su marido, Emiliano Costa, fue detenido a principios de 1975 y no lo vio más. La hija de ambos nació poco después. El último año de vida de mi hija fue muy duro. En las últimas semanas varios de sus compañeros fueron muertos: no pudo detenerse a llorarIos. La embargaba una terrible urgencia por crear medios de comunicación en el Frente Sindical que era su responsabilidad.
“Mi hija no estaba dispuesta a entregarse con vida. Era una decisión madurada, razonada. Conocía, por infinidad de testimonios, el trato que dispensan los militares y marinos a quienes tienen la desgracia de caer prisioneros: el despellejamiento en vida, la mutilación de miembros, la tortura sin límite en el tiempo ni en el método, que procura al mismo tiempo la degradación moral, la delación. Sabía perfectamente que en una guerra de esas características, el pecado no era hablar, sino caer. Llevaba siempre encima una pastilla de cianuro, la misma con que se mató nuestro amigo Paco Urondo, con la que tantos otros han obtenido una última victoria sobre la barbarie.
“El 28 de setiembre, cuando entró en la casa de la calle Corro, cumplía 26 años. Llevaba en brazos a su hija porque a último momento no encontró con quién dejada. Se acostó con ella, en camisón. Usaba unos absurdos camisones blancos que siempre le quedaban grandes.
“A las siete del 29 la despertaron los altavoces del Ejército, los primeros tiros. Siguiendo el plan de defensa acordado, subió a la terraza con el secretario político, Molina, mientras Coronel, Salame y Beltrán respondían al fuego desde la planta baja. He visto la escena con sus ojos: la terraza sobre las casas bajas, el cielo amanecido, y el cerco. El cerco de 150 hombres, los FAP emplazados, el tanque. Me ha llegado el testimonio de uno de esos hombres, un conscripto.
“El combate duró más de una hora y media. Un hombre y una muchacha tiraban desde arriba. Nos llamó la atención la muchacha porque cada vez que tiraba una ráfaga y nosotros nos zambullíamos, ella se reía.”
“He tratado de entender esa risa. La metralleta era una Halcón y mi hija nunca había tirado con ella, aunque conociera su manejo por las clases de instrucción. Las cosas nuevas, sorprendentes, siempre la hicieron reír. Sin duda era nuevo y sorprendente para ella que ante una simple pulsación del dedo brotara una ráfaga y que ante esa ráfaga 150 hombres se zambulleran sobre los adoquines, empezando por el coronel Roualdes, jefe del operativo.
“A los camiones y el tanque se sumó un helicóptero que giraba alrededor de la terraza, contenido por el fuego. “De pronto, dice el soldado, hubo un silencio. La muchacha dejó la metralleta, se asomó de pie sobre el parapeto y abrió los brazos. Dejamos de tirar sin que nadie lo ordenara y pudimos verla bien. Era flaquita, tenía el pelo corto y estaba en camisón. Empezó a hablamos en voz alta pero muy tranquila. No recuerdo todo lo que dijo. ‘Ustedes no nos matan, nosotros elegimos morir’ dijo el hombre. Entonces se llevaron una pistola a la sien y se mataron enfrente de todos nosotros.”
“En el tiempo transcurrido he reflexionado sobre esa muerte. Me he preguntado si mi hija, si todos los que mueren como ella, tenían otro camino. La respuesta brota de lo más profundo de mi corazón y quiero que mis amigos la conozcan. Vicki pudo elegir otros caminos que eran distintos sin ser deshonrosos, pero el que eligió era el más justo, el más generoso, el más razonado. Su lúcida muerte es una síntesis de su corta, hermosa vida. No vivió para ella: vivió para otros, y esos otros son millones.
“Su muerte sí, su muerte fue gloriosamente suya, y en ese orgullo me afirmo y soy yo quien renace de ella”.
Patricia Walsh
Además de los testimonios, ¿existen pruebas documentales?
El certificado de defunción de mi hermana, que tengo en mi poder hace muchos años, firmado por un médico de apellido Figueroa (Mario Alberto), que en el año 2015 fue denunciado por la agrupación HIJOS Capital como el médico que no quiso recibir el cuerpo del Mayor Alberte (edecán de Perón, asesinado por la dictadura el mismo 24 marzo 1976), que en el año 2015 era jefe de Hematología del Sanatorio Otamendi de la ciudad de Buenos Aires, que además fraguó otros certificados de defunción de asesinados por la dictadura
-¿Qué valor tiene la “Carta Abierta a mis amigos”, en la que su padre narra el operativo de la calle Corro?
Es un texto valioso, pero se trata de un borrador que difundimos entre un grupo de compañeros y familiares luego de su desaparición, que no toma en cuenta algunas cosas, porque mi padre lo ignoraba pero que ahora las sabemos, como que en esa casa hubo 4 sobrevivientes que fueron llevados a centros clandestinos, dos niñas, una de 9 años y mi sobrina, que durante una semana permaneció en un domicilio desconocido para la familia, pero perfectamente conocido para el Cuerpo 1 de Ejército y el Batallón 601. Mi sobrina pudo ser recuperada solamente porque su abuelo paterno era un militar retirado (vicecomodoro Miguel Costa).
Pablo Joaquín Mainer “Pecos”
María Magdalena Mainer “Lucrecia” o “Malena”
Detenidos-Desaparecidos el 29/9/76
Pablo y María Magdalena eran hermanos. Pablo tenía 23 años y María Magdalena 27. Los hermanos fueron secuestrados en La Plata el 29 de septiembre de 1976. El resto de su familia, madre, hermanos y cuñados, también fueron secuestrados, algunos permanecieron en detención por varios años.
Posiblemente Pablo estuvo en la ESMA, María Magdalena, al menos, pasó por el CCD Arana donde estuvo unas horas y fue vista por Adriana Calvo. Los dos además estuvieron el “La Cacha”. Los dos hermanos fueron finalmente trasladados al CCD Brigada de Investigación de La Plata Robos y Hurtos”.
Allí formaron parte de un grupo de siete detenidos (Domingo Héctor Moncalvillo, Liliana Amalia Galarza, Nilda Susana Salomone, María del Carmen Morettini y Cecilia Idiart) que prestaba colaboración a los represores a cambio de una especie de indemnidad personal; mejores condiciones de detención; la posibilidad de obtener salidas transitorias y visitas familiares y una promesa de futura libertad. Según lo que Pablo le dijo a una sobreviviente, él lo hacía porque toda su familia estaba secuestrada. Su colaboración incluía el salir en auto con los policías para señalar a gente y el participar en las interrogaciones.
En diciembre de 1976 su hermana, Maricel Mainer, que para entonces había sido liberada, los pudo visitar en la Brigada de Investigaciones.
Esto terminó el 30 de noviembre de 1977, cuando al concurrir las familias a las dependencias policiales, les dijeron que los detenidos habían partido del lugar.
Aparentemente las autoridades policiales les habían dado una opción a los detenidos: ir al a cárcel por cinco años o salir del país. Los detenidos eligieron la opción de salir. Antes de irse, Von Wernich les hizo una despedida y los bendijo.
No se sabe exactamente que pasó con ellos, pero fueron trasladados junto a los otros miembros del grupo. Su destino era Chile, pero no llegó allí. Un policía testificó frente a la CONADEP como tres de los detenidos, miembros de este grupo, que fueron llevados en el auto en el que él estaba fueron asesinados y sus cuerpos quemados. Es probable que lo mismo pasara con Pablo y María Magdalena.