El nuevo secretario de Comunicación y Prensa de la Nación, Juan Ross, se desempeñaba hasta ahora como director nacional de Publicidad Oficial, cargo en el que había sido designado el 30 de enero de 2020 con una decisión administrativa de la Jefatura de Gabinete.
Ross es un abogado administrativista nacido en Gualeguaychú, Entre Ríos, con experiencia en la gestión pública de la comunicación que había trabajado en la Secretaría de Medios durante el kirchnerismo, tanto con Enrique Albistur durante el gobierno de Néstor Kirchner, como con Alfredo Scoccimarro en la gestión de Cristina Kirchner.
Antes había pasado por el Comité Federal de Radiodifusión (Comfer), el organismo regulatorio que tras la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se convirtió en Afsca y que, finalmente, con el inicio de la gestión Cambiemos, pasó a ser el Enacom (al unificarse Afsca con la Comisión Nacional de Comunicaciones, CNC).
Ross es un cuadro técnico pero también un hombre de la política comunicacional que ocupó varios roles en la gestión y planificación de la comunicación gubernamental, también tuvo responsabilidad de dirección en el Sistema de Medios de Públicos cuando Alberto Fernández ocupó la Jefatura de Gabinete, también en la etapa kirchnerista.
Recordemos que la salida del vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, se concretó en medio de un conflicto con la vicepresidenta Cristina Kirchner, quién acusó a Biondi de encabezar un mecanismo de “operaciones de prensa” que buscaron perjudicarla, sobre todo en las últimas semanas de la campaña.
En su renuncia, Biondi admitió que lo ofendieron las acusaciones de la vicepresidenta, quien lo identificó como “el vocero al que nadie le conoce la voz”. Biondi lamentó “las malas interpretaciones que hiciera sobre mí, al considerarla una líder indiscutible del espacio político que representa ella junto con usted (por Alberto Fernández)”.
Y finalizaba: “Siempre he sido una pieza de armonía, concordia y tolerancia en mis funciones y profesional en mi relación con los medios de comunicación” y cerraba su carta con la palabra “Sinceramente”, algo que fue interpretado como una ironía en relación a la expresión que suele utilizar la vicepresidenta en sus epístolas y con la que tituló a su libro.