No todas las personas señaladas como autoras de delitos son culpables.
El hecho de que el expresidente Alberto Fernández se haya visto envuelto en una causa por violencia de género hizo que el progresismo retornara el rumbo correcto, donde la culpabilidad no se presume, y se respetan los principios de inocencia y juicio previo a una sentencia de condena.
De esta manera, se redefinió el eje feminista dejando en claro que el “yo te creo hermana” es un concepto relativo que queda sujeto a una investigación judicial previa y eventualmente a una sentencia que defina tal circunstancia.
La exministra Tolosa Paz fue tajante al respecto manifestando que si bien las imágenes de Fabiola con los hematomas a simple vista horrorizan, ella no es juez para tomar una determinación al respecto. Dejando en claro que se necesita un juicio que acredite la culpabilidad de un individuo previo a condenarlo.
Es curioso que haya realizado estas afirmaciones porque el gobierno del expresidente Fernández y sus militantes, fueron los primeros en fomentar la cacería de brujas, con el argumento de brindarle contención a la víctima y creerle fehacientemente sin necesidad de un proceso penal (evidentemente este criterio fue el aplicable hasta que afectó a uno de ellos).
Mientras servía como elemento para ganar votos del progresismo y perseguir opositores no parecía ser un problema, ahora bien, cuando este criterio se volvió en contra de uno de los suyos, volvieron a creer en el principio de inocencia y el estado de derecho.
Celebro de cualquier manera este cambio de rumbo, toda vez que no tengo duda de que es el camino correcto, nadie bajo ningún concepto puede ser considerado culpable sin un proceso penal previo que brinde certeza a tal efecto.
El acusado no tiene que estar probando que es inocente, es el Estado el que tiene que probar la culpabilidad de alguien. Tiene elementos que las personas no tienen para investigar, tiene poder de policía e instituciones para tal fin. El individuo es un fin en sí mismo y tiene derechos y garantías que son absolutos.
Incrementar el poder del estado para perseguir delitos tiene como contracara que se puede tornar en contra del individuo, extralimitando sus atribuciones y generando verdaderas injusticias. De esta manera uno puede creer que está haciendo un bien, acortando el margen de posibilidades de eludir al sistema, pero en verdad está fomentando una guillotina sobre su cuello. Un estado totalitario y con facultades amplias para limitar derechos y garantías es el fin de la libertad y el bienestar de sus ciudadanos.
No todas las denuncias son verdaderas, no todas las personas señaladas como autoras de delitos son culpables. Y la mejor forma, de alguna manera, de que estos principios se respeten es que se conozcan y se tengan en cuenta dentro de la opinión pública.
Para condenar a alguien hay que tener certeza, hay que tener pruebas contundentes, independientemente de lo altruista que sea el objetivo que tengamos en mente. No podemos fomentar bajo ningún concepto una neo inquisición alzando las banderas de ninguna idea o ideología; terribles injusticias y regímenes nefastos han sucedido en la historia por seguir este camino,
No es admisible como ha estado sucediendo que cualquier persona que esté involucrada en una causa de género tenga sobre su cabeza una presunción de culpabilidad, invirtiendo de alguna manera, la carga de la prueba. Estas situaciones están haciendo que, con la ausencia de pruebas contundentes, en casos, incluso, donde no hay certeza, se está condenando a la persona de una manera absolutamente arbitraria.
Tengo esperanza que este caso mediático, que involucra a un ex Presidente de la Nación, sea un retorno al camino correcto, formado por nuestra Constitución Nacional, respetuoso de los derechos y garantías indispensables para la existencia de un estado de derecho, que fomente el bienestar y la libertad de sus habitantes.