El exjefe de Gabinete de Mauricio Macri, Marcos Peña, volvió a utilizar las redes sociales luego de dos años. Alejado de la política doméstica, inmerso en trabajos de consultoría para clientes del exterior, pasó estos últimos años.
Ahora regresó con un informe sobre liderazgo y emociones de los políticos de la nueva era. Y lo compartió a través de su cuenta de Twitter, donde su última publicación había sido hace dos años atrás ya en retirada del poder.
En un documento de 14 páginas titulado “Un nuevo liderazgo político para el siglo XXI”, Peña sostiene: “Este trabajo surge de una búsqueda personal. En diciembre del año 2019, luego de 16 años ocupando cargos públicos, concluía mi tarea como Jefe de Gabinete de Ministros del gobierno del Presidente Mauricio Macri en la Argentina. Con 42 años, y luego de muchos años de estar en la primera fila política, estaba exhausto y decidí alejarme un poco para poder tomar perspectiva y procesar la experiencia vivida”.
Peña explica que comenzó este trabajo repasando el proceso político desde la creación del Pro en 2003 la Ciudad de Buenos Aires hasta la llegada al Gobierno Nacional junto con una serie de interrogantes entre los que se preguntó por qué “no pudimos ganar la reelección, frustrando un proceso de transformación que había generado una gran esperanza”.
A este planteo macro le agregó un punto de vista más personal: su experiencia, la de personas con las que había trabajado, “entusiasmos, frustraciones, desencuentros, alegrías y tristezas”, además de “discusiones políticas, de gestión o ideológicas” que se le fueron presentando en “casi 50 conversaciones” de las cuales extrajo la materia prima de este documento.
El exjefe de Gabinete de Mauricio Macri entre 2015 y 2019 afirmó que la formación de un político es en general en “aspectos racionales” y “se tiende a omitir a uno mismo a medida que progresa su carrera”. Esa omisión -asegura- que aparta al dirigente “de una mirada mas integral” de su persona, generando “potenciales problemas de salud mental, física y emocional” que terminan “potenciando la autosuficiencia y la dificultad para conectarse emocionalmente. Vivir en permanente conflicto, defendiendo posiciones, tomando decisiones, recibiendo críticas y ataques, nos lleva a un modelo adictivo donde la operación táctica se vuelve la droga del día a día”.
A este contexto le agrega “el condimento de la fama y la exposición pública”. Peña se refiere a cómo impacta todo este cóctel en la persona del político y su familia restringiendo su libertad, redefiniendo relaciones. “Nadie te prepara para eso”, lamenta como la ciencia política no se concentra en entender la fama y sus consecuencias.
Peña cuestiona además el poder vertical y “altamente personalista” que perdura en liderazgos carismáticos y populistas vigentes al día de hoy. Una concepción del liderazgo que ahuyenta a mucha gente de la posibilidad de convertirse en líderes. “Entender que los próceres, los héroes de nuestra historia, los grandes líderes de la humanidad, son tan seres humanos como el resto es clave”, reflexiona y lo relaciona con “la cultura del caudillo” que se forjó en América Latina.
Y añade: “Ese liderazgo siempre tuvo aspectos dramáticos, de sacrificio, de expresa omisión de sí mismo por ‘amor al pueblo’. El líder nunca se retira, siempre está dispuesto a sacrificarse un tiempo más por el pueblo, no se le ocurre formar a gente nueva y puede justificar la corrupción o cualquier abuso de poder en su misión redentora”, profundiza y señala que esa tradición convivió con una cultura más liberal que promueve “un liderazgo más parecido al de los países sajones: institucional y republicano”.
En este marco invita a repensar el modelo de liderazgo: “No solo tenemos que preparar a nuestros políticos en valores éticos y morales, en capacidades de gestión, en comprensión del mundo. También hay que ayudarlos a conocerse íntegramente a sí mismos, cuidarse, prepararse mentalmente, emocionalmente y físicamente para la tarea híper exigente de gobernar sin perder contacto con su humanidad”.
Y propone: “Luego tenemos que pensar una dimensión más colectiva, más grupal del liderazgo, entendiendo que no debemos esperar que una persona sola pueda administrar efectivamente tanta complejidad”.