El legislador Alejandro “Topo” Rodríguez evitó apuntar contra el gobierno nacional por la frustrada negociación con Pfizer y aseguró que la Casa Rosada “equivocó el camino” en su combate contra la pandemia.
“Tenía que suscribir un pacto federal para la emergencia Covid-19, como un marco institucional adecuado para administrar y tomar decisiones en medio de la pandemia”, indicó Rodríguez, en una entrevista con Noticias Urbanas.
-¿Es más optimista respecto a la situación sanitaria a raíz de la llegada de dosis de vacunas? ¿Qué opina de la negociación con Pfizer?
-Son temas sobre los que tienen que opinar los que saben. Nunca me he caracterizado por ser un miembro más de la caravana de declarantes sobre temas que no conocen. Estos asuntos tienen que ser tratados seriamente en el Congreso, en el marco de la ley de parámetros epidemiológicos. El Gobierno ha equivocado el camino. Tendría que haber avanzado con un acuerdo con las provincias y la Ciudad. Todavía está a tiempo. Tenía que suscribir un pacto federal para la emergencia Covid-19, como un marco institucional adecuado para administrar y tomar decisiones en medio de la pandemia, con el apoyo activo de las provincias, la Ciudad y la Nación. Respecto de las vacunas, debería opinar quién sepa.
-¿Cómo evalúa la gestión de la pandemia de Axel Kicillof?
-Cuando esto pase seguramente habrá tiempo para escuchar a quienes tengan elementos hacer un balance. No es responsable de mi parte hacer balances sobre la marcha. Insisto: las provincias y la Nación debería dar un ejemplo y consensuar un marco de acción común a través de un pacto federal para arbitrar la pandemia. Buenos Aires parece seguir insistiendo en proyectos que están fuera de la realidad, como la construcción de 135 mini gobernaciones, un proyecto soviético de alguien que está empezando a conocer la provincia. Está fuera de tiempo y de época. O siguen insistiendo en hacer a la provincia de Buenos Aires un distrito petrolero, por eso, no ha participado en la discusión de lo que hoy se discute en el Congreso: una nueva ley de biocombustibles.
Respecto de la pandemia, que opinen los que saben.
-¿Puede haber un estallido social a raíz de la crisis económica?
-Claramente este año hay una recuperación en la actividad y crecimiento económico. Eso producto de que el año pasado el PBI cayó diez por ciento. De todas maneras, lo que el gobierno no hizo aún es poner a la creación de trabajo como eje sobresaliente de la etapa de recuperación que tendría que haber ya llegado. En ese contexto, es indispensable que el Gobierno ponga el acento en inversión y trabajo. Hemos planteado una ley pyme y hay que avanzar también es otorgar incentivos a aquellos que sostienen el empleo o que crean más puestos de trabajo. En eso el Gobierno no ha manifestado aciertos y no lo ponen como prioridad.
-¿Le preocupa la falta de avances en la negociación con el FMI por la deuda?
-Eso es secundario. Lo primero que tiene que hacer el Gobierno es fijar un rumbo estratégico, hacia dónde quiere llevar la Argentina y, en ese marco, las negociaciones con acreedores son funcionales a la estrategia de desarrollo de la Argentina. No existe un rumbo estratégico para el país. Si eso no existe, los acuerdos o desacuerdos con acreedores son simples accidentes. Tienen que estar al servicio de una estrategia.
“Tengo la impresión que el gobierno actual está transitando la ruptura en materia de su política exterior y son cambios profundos que no favorecen a la Argentina en términos de sus relaciones internacionales”.
-¿La ausencia de planificación está vinculada a las internas en la coalición gobernante?
-No, no tiene que ver con internas. Si uno mira la interna de moda, no es la del oficialismo. En los últimos 45 días la oposición más rabiosa y los medios de comunicación anti-oficialistas se enamoraron de Guzmán. Tanto Guzmán como otros sectores del gobierno son kirchneristas. Esto tiene que ver con una cuestión del liderazgo. El Presidente tiene intactos todos los instrumentos de ejercicio de la autoridad presidencial, pero lo que no hay en la Argentina es liderazgo presidencial. Por lo tanto, en un régimen presidencialistas, la falta de liderazgo es igual a cuando en un asado no hay carne, le falta algo.
-¿Por qué no hay un ministro de economía fuerte en el gobierno nacional desde Roberto Lavagna?
-El caso de un subsecretario que se niega a renunciar no existe en la práctica. Hay una decisión presidencial de no relevarlo a través de un decreto. No hay un problema de un ministro, sino de liderazgo al máximo nivel. Serán acuerdos propios de la coalición gobernante. Por eso me extraña que Juntos por el Cambio y los medios estén tomando partido en la interna kirchenrista por uno de los dos sectores. ¿No será un acuerdo?
-¿Cree que es el juego del “policía bueno y policía malo”?
-No lo sé. Una hipótesis es que puede ser un acuerdo.
-Guzmán pierde en ese juego porque queda debilitado.
-No tengo interés en que un ministro pierda o gane. A mí me interesa qué se hace con la conducción económica y el rumbo estratégico del país.
-¿Le llaman la atención las últimas posturas del Gobierno en materia de política exterior?
-Por supuesto que me preocupan. El cambio político se consolida o cristaliza con decisiones de ruptura de la política anterior. En 1991, el entonces presidente rompió la histórica neutralidad argentina enviando naves al Golfo Pérsico. Votó en contra de la violación de los DDHH en Cuba. A partir de ahí se construyó una nueva política exterior. Tengo la impresión que el gobierno actual está transitando la ruptura en materia de su política exterior y son cambios profundos en la orientación de la política exterior. Esto no favorece a la Argentina en términos de sus relaciones internacionales ni de las decisiones que, atadas a eso, tienen que tomarse en materia económica y financiera hacia el exterior.
-¿En esta campaña inédita va a pesar más el plan de vacunación o la crisis?
-No lo sé. Hay que ser muy respetuosos de lo que la sociedad vaya manifestando. Lo que sí creo es que la sociedad argentina no está esperando ni queriendo campaña siquiera. Vamos a tener que tener la humildad y sabiduría de establecer diálogos con la sociedad y no campañas ni campañitas. Hay que escuchar, más que dar discursos.