A pesar de que hayan transcurrido dos semanas, la renuncia de Martín Guzmán sigue dando de qué hablar. ¿Usted ve su accionar como una debilidad de Alberto? ¿De Cristina? ¿O de ambos?
Si tengo que definirme por alguna de las tres opciones, diría que se muestra la debilidad de los dos. Claramente, es la debilidad de Alberto Fernández. La renuncia de Guzmán es la ratificación de que Alberto no pudo implementar el programa con el Fondo en soledad. Lo intentó hacer sin el aval de Cristina. En alguna de las entrevistas que dio en sus viajes, el Presidente dijo frases como: “el funcionario que no esté de acuerdo será removido”. Incluso, el propio Guzmán había dicho que iban a implementar el Programa sin importar quien esté de acuerdo. Eso no se pudo hacer. Sin acuerdo con la coalición, no se pudo hacer un ajuste.
Mencionó también a Cristina. ¿Qué quiso decir?
La renuncia de Guzmán ratifica también la debilidad de Cristina. En última instancia, es la confirmación de que Cristina sola no gobierna. Puede ser, en todo caso, que tenga capacidad para vetar algunas decisiones. Pero no puede tomar las decisiones por su propia voluntad. Y ésta es la dificultad de la coalición: ¿cómo hacer para poner de acuerdo a los miembros de la coalición que tienen miradas distintas? La propia realidad se los exige. La propia economía se los exige. Se necesita de alguna definición con respecto a cómo resolver esto y, además, de un compromiso político para hacerlo. De lo contrario, las correcciones que hay que hacer en economía se van a imponer por la fuerza del mercado.
Después de la primera conferencia de prensa de Silvina Batakis, funcionarios del oficialismo salieron a decir que estaban unidos. ¿Considera que existe tal unidad?
Habría que distinguir entre estar unidos y acordar un rumbo. Y más aún, comprometerse a ello. Acá no es un problema de juntarse o no juntarse. Es cierto que la ausencia de diálogo entre el Presidente y la Vicepresidente era un inconveniente para la coalición. Pero que se junten no es la solución. En todo caso, no es suficiente. Además de juntarse, se necesita que se pongan de acuerdo. Y que se comprometan. Comprometerse significa asumir los costos de la decisión acordada. Y ésta es la dificultad que estamos viendo. Esta coalición, tanto por factores endógenos como exógenos, se encuentra en una situación muy particular. Después de dos años cumplidos de su mandato, se ven en la obligación de llevar a cabo políticas que su base electoral no desea. O que la mayoría de los dirigentes no prefiere. Esto es, corregir los equilibrios fiscales y la crisis de la balanza de pagos. Eso implica asumir costos políticos en el corto plazo, que podrían obstaculizar la posibilidad de una reelección. El escenario presenta muchos riesgos para descartar cualquier tipo de marco disruptivo y de discontinuidad en el proceso electoral.
¿Y cuál es el incentivo para que lleven a cabo políticas de ajuste?
Aun haciendo lo que tienen que hacer, eso no les garantiza un triunfo electoral. Y la reelección es el incentivo natural de cualquier gobernante. Los políticos hacen las cosas bien porque quieren ganar las elecciones, de acuerdo a la teoría “shumpetereana” de la democracia. Como los representantes necesitan del voto del pueblo para seguir gobernando, necesitan satisfacer al pueblo y así ser elegidos. Esto es lo que está roto. Y está roto porque las circunstancias ponen a este gobierno sin tiempo suficiente para implementar un programa económico integral, que produzca resultados beneficiosos que puedan ser capitalizados a nivel electoral. No tienen tiempo para un programa de shock, que solucione de manera integral los problemas económicos de nuestro país. Pero, al mismo tiempo, queda mucho tiempo de mandato. Yo lo defino de esta forma: este gobierno se quedó sin tiempo y, a la vez, falta mucho.
De acuerdo a su investigación, ¿cuál es la opinión del público acerca de las principales figuras del oficialismo y de la oposición?
Desde el punto de vista de la opinión pública, las perspectivas de este gobierno son lo suficientemente adversas para descartar una posible reelección. Tenemos niveles de aprobación del gobierno por debajo del 20%. Por otro lado, una imagen positiva del Presidente por debajo del 20%. El nivel de imagen negativa de los principales dirigentes del oficialismo es, en promedio, 71,8%, según nuestro último estudio. Estoy hablando de Alberto, Cristina, Massa, Máximo y Axel Kiciloff. Y con respecto a la competitividad electoral, según nuestro registro de este mes, hay un 21% de intención de voto para el Frente de Todos (FdT). Esas son condiciones difíciles para pensar una reelección.
¿Y con respecto a la oposición?
Cuando me refiero a la oposición, me refiero a la coalición más grande. Por más que hemos visto una demanda importante del electorado por opciones liberales o libertarias, Javier Milei no monopoliza indiscutiblemente el espacio. Y además, es una tendencia que, por ahora, está por debajo del 20% de intención de voto. No es una opción ganadora. Hoy, la opción ganadora es claramente Juntos por el Cambio (JxC). El problema que tienen es que, de tan bien parados que están de cara al proceso electoral, terminan teniendo consecuencias internas. En este contexto del oficialismo, cualquier dirigente opositor con aspiración presidencial está en condición de ganar una elección en el 2023. Y cuando digo cualquiera, esto incluye a Mauricio Macri. Esto sólo quiere decir que todos los dirigentes opositores están iguales en términos competitivos. Hay algunos que tienen mayor capacidad de juntar votos. Pero cualquiera de ellos, puesto vis a vis contra cualquiera del oficialismo, gana cualquier escenario de ballotage.
Entonces, ¿cómo resuelven esta disputa?
A través de una interna. ¿Cómo se va a dar? Lo desconocemos. Difícilmente, veamos una primaria de más de tres candidatos. Con lo cual, todavía tenemos que ver un proceso de reducción. Intuyo que podríamos tener fórmulas cruzadas. Hay una combinación de dos factores. Hoy, el candidato que suma la mayor cantidad de votos es Horacio Rodríguez Larreta. Pero no es el candidato que tiene garantizado el triunfo en la interna. Dependerá de la resolución de Macri. Mientras Mauricio sea un aspirante, él va a recoger votos de la interna. Y si Macri se bajara de la interna, habría que ver adónde van esos votos. Ahí, aparece Patricia Bullrich porque ella capitaliza mucho mejor un electorado enojado con lo que está pasando, que premia a la oferta más opositora de JxC. Todo lo que hizo Bullrich durante estos dos años lo está capitalizando en esta posible competencia interna. Ahora, puestos a competir, el candidato que logra la mayor cantidad de adhesiones es Larreta, por su posición centrista.
Varios funcionarios allegados a la Vicepresidenta advirtieron que el objetivo de la Corte Suprema de Justicia es proscribir a Cristina en las próximas elecciones. ¿Esto es posible? ¿Cree que hay pruebas de la existencia del lawfare?
De ninguna manera existe el riesgo de la proscripción de Cristina. Aun siendo condenada en la causa Vialidad, sentencia que conoceremos en las próximas semanas, tiene la posibilidad de apelar y eso no va a obstaculizar que sea candidata. Yo lo veo más como una enunciación política. Si se quiere, una especie de acto de victimización para justificar su teoría macro acerca de la teoría del lawfare. El lawfare supone que hay una acción sistemática de persecución política utilizando a la Justicia. Yo no tengo elementos para convalidar esa teoría. Es difícil decir que no hubo elementos no ecuánimes, no transparentes en todos los procesos que involucran a la Vicepresidenta. Por otro lado, son tantas las causas, tanto elemento probatorio, que yo no tengo evidencia suficiente para definirme por un lado o por el otro. No tengo la capacidad de definir si existe el lawfare o no. En todo caso, sí interpreto que es una forma que tiene Cristina Kirchner de formular, de una manera políticamente correcta, sus dificultades judiciales. Puede ser que hayan existido causas flojas de papeles. De ahí a decir que hay una persecución, me parece demasiado, teniendo en cuenta la cantidad de elementos probatorios que son bastante evidentes. Por lo menos, desde la sospecha de que pudieron haber existido acciones ilegales y de corrupción.