El periodista Juan Salinas, que investigó el atentado por cuenta de la propia mutual judía, habla de la muerte del fiscal Nisman y el estado (de parálisis) de la causa. Destaca que es imprescindible descongelar también la causa de la Embajada de Israel, sobre la que dice que está “pisada” en la Corte Suprema, y advierte que es necesario evitar que la muerte de un fiscal oculte lo principal: quiénes, cómo y por qué colocaron y detonaron las bombas que mataron a más de cien personas.
–En su opinión, ¿Nisman se suicidó, fue un suicidio inducido o lo mataron?
–Hasta ahora todo, absolutamente todo, indica que se suicidó. Hay dudas, sí, sobre el papel que desempeñó su íntimo colaborador Lagomarsino, y no solo porque le entregó la pistola homicida. Pasa que la figura de “suicidio inducido”… Tengo entendido que nadie fue nunca condenado en la Argentina utilizando esa figura. Es muy difícil de probar, pero no lo descarto para nada. La denuncia que tenía en el escritorio era absolutamente insustancial y parece evidente que la escribió gente de Stiuso refritando papers de servicios secretos extranjeros. Tan evidente como que Nisman tenía una estrecha cercanía con dichos servicios. Gilles Perrault, autor de La Orquesta Roja, una excelente investigación sobre la red de espías del ejército soviético en la Bélgica ocupada por los nazis, escribió una excelente novela compuesta exclusivamente por “partes de inteligencia” de un servicio secreto extranjero. Se llama Dossier 51 y ojalá alguien la publique pronto porque ahí puede estar una clave. Otra clave está en averiguar quién lo llamó y consiguió que viniera tan precipitadamente a inmolarse (NdR: La entrevista fue realizada previo a la conferencia de la fiscal Viviana Fein, quien aseguró que Nisman ya había sacado el 31 de diciembre pasado su pasaje de regreso, pese a la existencia de un mensaje del WhatsApp del fiscal que parece indicar lo contrario). Mi conjetura es que el emisor del mensaje debió ser Stiuso, a quien Nisman admiraba hasta el arrobamiento. Debió decirle que la procuradora Gils Carbó lo iba a remover. Pero también me parece obvio que los servicios secretos de los Estados Unidos e Israel, a los que Stiuso servía con diligencia, querían demonizar a Irán aprovechando la ominosa sensación reinante después de los sospechosísimos asesinatos de París, que según el octogenario líder del neofascismo francés, Jean-Marie Le Pen, exudan el inconfundible olor de los servicios franceses, que no sé en qué andan, aunque seguramente han de estar nerviosos a causa de la suspensión de la entrega de las fragatas misilísticas Mistral a Rusia por pedido de los Estados Unidos. Son dos, y el contrato es de casi mil millones de euros. El complejo militar, industrial y financiero conformado por empresas de los Estados Unidos e Israel está totalmente en contra de Obama, que quiere arreglar con Irán por dos motivos principales: sustraerlo de la alianza con Rusia-China y conseguir que sean los ayatolás y sus aliados, Hezbolá y el gobierno de Damasco, quienes se encarguen de frenar la expansión del Califato decapitador. Obama no quiere mandar tropas a Medio Oriente. La CIA y los servicios secretos de Israel (parecería que más el Shin Bet que el Mossad, instituto del cual varios ex directores “están a la izquierda” de Netaniaju y su canciller Liberman, un racista desembozado) quieren mantener a Irán como enemigo principal porque están aliados “por debajo de la mesa” con Arabia Saudita, bastión del wahabismo, la manera más tradicional y retrógrada del Islam suní, a la que se oponen completamente los chiítas o shíes persas. Por supuesto, abominan del intento de Cristina y Timerman de destrabar la causa permitiéndole a Nisman interrogar a los altos funcionarios iraníes a quienes tan livianamente acusó de haber matado a 85 personas. Y es que esa jugada fue un jaque mate para el tándem Stiuso-Nisman, ya que el fiscal no podía ir a Teherán y acusar, por ejemplo, al expresidente Akbar Rafsanjani de haber ordenado el ataque porque no tenía absolutamente ninguna prueba de semejante cosa. Es bueno recordar que cuando Scotland Yard detuvo en Londres al exembajador iraní Hadi Soleimanpour en cumplimiento de los famosos alertas rojas de Interpol, cuando los empelucados jueces de la Corte de Londres consiguieron que Nisman les mandase las supuestas evidencias contra él, de inmediato, horrorizados por tal rosario de dimes y diretes sin sustancia, pusieron en libertad al diplomático. Y la Argentina no solo tuvo que pagar las costas del proceso, sino también 26 mil dólares de indemnización a Solemainpour. Que el fallo de la Corte londinense nunca haya sido hasta ahora traducido y publicado en castellano muestra claramente hasta qué punto la Secretaría de Inteligencia estaba colonizada por esos servicios extranjeros. Respaldo absolutamente la decisión de la Presidenta de disolverla.
–Patricia Bullrich declaró que Nisman, tiempo atrás, le transmitió su preocupación porque se había enterado de que un agente argentino le informaba a uno de los acusados iraníes sobre su propia familia. ¿Qué piensa de estos dichos?
–Ni Nisman en su momento ni ella ahora dieron el nombre del supuesto agente. De todos modos, en la nueva Agencia Federal de Inteligencia le va a estar taxativamente prohibido a sus miembros establecer relaciones con los agentes de servicios extranjeros. Esas relaciones tienen que estar reservadas al director de Inteligencia o a quien este designe.
–¿Cuál es su teoría acerca de quién o quiénes estuvieron detrás de los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA?
–Ahí llegamos al punto. No hay que dejar que el árbol tape al bosque, es decir, la muerte de Nisman tape a los más de cien muertos de la Embajada de Israel y la AMIA-DAIA. Recién ahora se están dando las condiciones para que podamos desembarazarnos de la falsa historia oficial pergeñada entre los gobiernos de la Argentina, Israel y los Estados Unidos para que nunca se sepa quiénes pusieron las bombas y por qué las pusieron, y acusar a Irán sin evidencias. Pacto que tiene su eje en la supuesta existencia de camionetas-bomba con choferes suicidas libaneses teledirigidos por Irán. Algo que se convirtió en un dogma de fe, como lo es para los musulmanes que hay un solo dios, o para los católicos que hay un solo dios, sí, pero que se reparte en tres personas. Para creer en las camionetas-bomba hay que tener el coco comido por la absoluta repetición de ese mantra, ya que ni en un atentado ni en el otro nadie, absolutamente nadie, vio las supuestas camionetas, y en el de la AMIA no solo hubo un testigo mirando fijamente a la puerta, sino que sobrevivió un barrendero que estaba en la misma puerta y que dijo con total claridad que si hubiera habido una Trafic-bomba, lo hubiera pisado. Por otra parte, Hezbolá nunca actuó fuera de Medio Oriente y en todos, en absolutamente todos los atentados con coches-bomba, se pueden observar a simple vista los restos calcinados del vehículo. En todos excepto en Buenos Aires, donde nadie vio las camionetas ni antes ni después de las explosiones. ¡Fíjense en las fotos de coches-bomba que hay en internet!
–En su blog (www.pajarorojo.com.ar) viene desmintiendo desde hace años la historia oficial sobre el atentado a la AMIA y la existencia de la Trafic-bomba, que inicialmente había incluido en su libro sobre el atentado, de 1997.
–En AMIA. El atentado. Quiénes son los autores y por qué no están presos, producto de más de tres años de labor que fueron pagados por la propia AMIA, no llegué a impugnar la existencia de la Trafic por la sencilla razón de que tenía acceso al expediente a través del abogado de la AMIA y este me daba las partes que quería. Siempre le pedía que me pusiera en contacto con Carlos De Nápoli, un particular que había desbaratado la historia de la única Trafic, que había demostrado que se habían utilizado al menos dos (para armar no una camioneta-bomba, sino una camioneta-señuelo, pero eso lo averiguaría más tarde), y el abogado, Luis Dobniewski, no me lo daba. Aun así, apenas salió el libro, la DAIA me envió tres telegramas acusándome ¡de antisemita! Y es que yo, contra sus deseos, le había dado prioridad a la investigación del volquete que se había depositado justo frente a la puerta de la AMIA unos pocos minutos antes de la catástrofe. La DAIA operó rápidamente proponiéndole a la editorial un instant-book con una evaluación de famosos juristas sobre la investigación del juez Galeano. La editorial, que me había hecho una entrevista para la bella revista que entonces tenía, la tiró a la basura, e incluso sacó mi libro de la lista de novedades. De modo que cuando algún librero pedía “el libro de la AMIA”, le daban el otro. De todas maneras, la maniobra les salió a medias porque mi libro vendió casi diez mil ejemplares por el boca a boca, y los juristas pidieron, en nombre de la AMIA y la DAIA, que se investigara a Monzer al Kassar, como postulaba yo en mi libro. Nunca más en estos 18 años la DAIA pidió que se investigara a Monzer al Kassar. Poco después de que saliera mi libro conocí a De Nápoli, y hablando con él enseguida me di cuenta del timo de la Trafic-bomba. Tan buena sintonía tuvimos que escribimos juntos el que es, hasta ahora, mi libro más logrado: Ultramar sur. La última operación secreta del Tercer Reich, libro que, perdóname el chivo, acaba de ser reeditado por Ediciones B y que lleva vendidas en silencio, casi sin críticas, diez ediciones. Ni buenas ni malas; al parecer, nadie sabe qué decir de una operación secreta planeada para traer a Hitler a la Argentina que derivó en una serie de hundimientos, incluido el del crucero brasileño Bahía, con más muertos todavía que los que produjo el torpedeamiento del crucero ARA General Belgrano. Estoy muy orgulloso de ese libro y de la investigación que hicimos. De Nápoli planeaba escribir un libro impugnando la existencia de una camioneta-bomba, pero Gabriel Levinas lo madrugó.
–Su nombre aparece en una escucha entre D’Elía y Khalil. ¿Qué tiene para decir sobre eso?
–Hice un buen documental con Cuatro Cabezas que se llamó AMIA 9.53. No era un documental de autor, ya que también se exponía, junto a otras, la hipótesis de la Trafic-bomba. Se emitió una sola vez, por Telefé, cuando se cumplió el duodécimo aniversario, y nunca más, me enteré que por presiones de la DAIA. Así que fui a verlo a D’Elía con un conocido documentalista a interesarlo en la posibilidad de hacer otro, aún más contundente en lo que hace a la refutación de la falsa Trafic-bomba. Nos reunimos dos veces con él pero nunca tuvimos una respuesta.
–¿Qué opina sobre el anuncio de la Presidenta del proyecto para disolver la Secretaría de Inteligencia y reemplazarla por una nueva Agencia Federal de Inteligencia, y de la consecuente transferencia al Ministerio Público Fiscal del sistema de escuchas telefónicas?
–Estoy totalmente de acuerdo, y en ese tema sigo con mucha atención las propuestas del CELS y especialmente de Marcelo Sain. Y es que tengo muy presente lo que hizo como subsecretario de Seguridad de la Provincia y lo que puso en práctica en la Policía de Seguridad Aeronáutica. Y también creo que hay que disolver y crear de nuevo la UIF que encabezaba Nisman, que fue durante toda una década una oficina de encubrimiento. Y acuerdo con Memoria Activa en que no debe haber un solo fiscal, sino tres, o mejor cuatro. Es muy difícil comprar a cuatro. Por mi parte, estoy dispuesto a debatir respetuosamente en cualquier foro en qué se basa mi convicción de que ambos atentados, el de la Embajada de Israel y el de la AMIA-DAIA, fueron la consecuencia de “mejicaneadas” en el reparto del dinero producto del tráfico de drogas y acaso también de armas, lo que ya adelanté en mi libro Narcos, banqueros y criminales. Armas, drogas y política a partir del Irangate (Punto de Encuentro, 2005). Porque ese dinero “negro” necesitaba ser blanqueado e introducido en el circuito bancario, y en ese proceso los lavadores, a veces, se quedan con dinero que no les corresponde. Como sucedió en el Yomagate que precedió al bombazo en la Embajada. Causa que tiene “pisada” desde hace pila de años un secretario de la Corte Suprema, Esteban Canevari, que es el equivalente de Nisman. ¡Hay que descongelarla ya! Y es que en ella se puede apreciar todavía con mayor facilidad que en la AMIA que lo de la camioneta bomba es un invento. Me ofrezco a debatir con cualquiera los múltiples y concordantes indicios, además, de que las bombas fueron colocadas por mercenarios locales. Lo principal es desentrañar cómo se hicieron los atentados, y eso solo puede hacerse si se admite que no es posible mantener en pie una única hipótesis, la de las camionetas con kamikazes de Hezbolá, hipótesis que Lanata, Goldman, De Nápoli, Levinas y otros coincidimos (y conste que con Lanata y Levinas no coincido en nada más) en que es un embuste, un engaño, un artificio para desviar la atención.