¿Cuáles son las diferencias fundamentales entre la corrección política y el progresismo?
El progresismo, que está ligado a la izquierda, es la idea de que hay un movimiento de fondo en la humanidad que tiende hacia una evolución positiva. Está ligado a los avances tecnológicos, pero también a los sociales. La corrección política es un movimiento que se venía gestando en los setenta en las universidades estadounidenses y que despega en los años ochenta y noventa. Se trata de, en nombre de la inclusión y la diversidad, permitir que grupos tradicionalmente vulnerables y postergados se sientan más integrados. Esto empieza a manifestarse sobre todo a través de la cultura y luego, del lenguaje. Concretamente es, por ejemplo, no decir que alguien es “discapacitado”, sino que es una “persona con discapacidades”. Hay una adecuación del lenguaje que rápidamente es adoptada por la sociedad. Incluso por las corporaciones, que veían en esto una manera de refrescar su imagen exterior, sin comprometer su negocio.
¿Y el movimiento woke?
El wokismo, que está emparentado, en realidad es una radicalización que no pretende limar asperezas sociales. También trabaja con la cultura, pero apunta a hacer una revolución a través de un marco teórico que tiene varias patas. Una es la Teoría Crítica de la Raza. Otra son las Teorías de Género. Y también, la descolonización. Lo que comparten todas estas teorías es que hay una puja de poderes. Pero el wokismo ya no lo ve en el sentido clásico. Ya no lo ven como ricos contra pobres, explotadores versus explotados, sino de opresores y oprimidos. El opresor universal ya no es el capitalista, sino que es el hombre blanco heterosexual que oprime a los que ellos llaman racializados. Es decir, aquellos considerados como no blancos y por ende, víctimas naturales. El wokismo entonces lo que propone es un prisma que establece que toda la realidad debe ser entendida a través de este filtro.
¿La cultura de la cancelación es parte del wokismo?
El wokismo rehabilita un comportamiento que tiene que ver con el estalinismo y también el macartismo. Es decir, de ilegalizar todas las opiniones que pueden cuestionar su marco teórico. ¿Cómo? Catalogándolas de peligrosas para la sociedad, fascistas y hasta nazis. Y así, amplían el espectro de lo que no se puede decir. Algo importante del wokismo es que funciona como una secta. Es decir, tiene sus gurúes, sus reglas, sus tabúes, sus herejes que deben ser purgados a través de la cancelación, el establecimiento de listas negras y la muerte pública.
¿Cuáles fueron los primeros gurúes del wokismo?
No hay uno solo. Sí está muy ligado al post estructuralismo francés y a figuras como Jaques Derrida y Michel Foucault. Esta corriente empezó a pensar por fuera del marxismo clásico. Y fueron muy influyentes en las universidades estadounidenses, que se conjugó con el movimiento de los derechos cívicos. Y hay que tener en cuenta que se reforzó a partir de la caída del bloque soviético porque la izquierda andaba necesitando otra manera de explicar el mundo. Y esta fue su manera de evolucionar para seguir teniendo peso en el debate público.
Cuando uno analiza los miembros del movimiento, suelen ser personas de estratos sociales altos. ¿Por qué sucede esto?
Bueno, hay una tradición muy larga de activistas y líderes revolucionarios de origen burgués como Marx o Lenin. De hecho, podemos decir en contraste, que en países como Francia el partido más votado por los obreros es la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. Lo mismo que ocurre en Estados Unidos. Los trabajadores son quienes votan a los partidos conservadores y de derecha radical. Es decir, no votan a la izquierda. Esto tiene que ver con varias cosas. Primero, existe muchas veces una “culpa de clase”, algo que tiene que ver más con el psicoanálisis. Y hay un montón de casos. Podemos hablar del Che Guevara, de Grabois… Hay un montón de gente que tiene mucho resentimiento y necesidad de “matar al padre”, por decirlo de alguna manera. El segundo punto es que lo que vemos es una izquierda cultural. Es decir, que tiene que ver con gente que tiene un acceso privilegiado a la educación y que también tiene mucho más tiempo libre que las personas que no tienen otra opción que trabajar todo el día. Y entonces es gente que puede ir a las universidades, que son los focos de todas estas ideologías. Y de esta forma acceden al pensamiento de la élite intelectual, incluso de otros países.
Uno de los aspectos más llamativos del movimiento woke es su vínculo con el islam. ¿Cómo se explica?
Cuando colapsa el bloque soviético, la izquierda se queda sin una alternativa militar, sin financiación y sin poder oponerse al triunfo estadounidense. Ante lo que ellos entienden como el “Imperialismo Occidental”, encuentran una alternativa en el islam. Ellos lo ven como una herramienta política legítima que tiene el tercer mundo de luchar.
En su libro “La Traición Progresista”, usted habla de la obsesión de este movimiento por Israel. ¿La influencia del islam está ligada a esta idea?
Para entender cómo piensa una persona woke hay que entender lo siguiente. De acuerdo a ellos, el mundo se divide entre opresores y oprimidos. En este esquema, los blancos son los estadounidenses, pero también los israelíes. Según el punto de vista woke, los israelíes son blancos que quieren instalarse en Oriente Medio. Esto se vincula con que la izquierda occidental solo conoce a los judíos askenazí que son los de origen europeo y por lo tanto, coinciden con esa fisonomía. Y la realidad es que en Israel más de la mitad son de origen medio oriental y un 20% de la población es árabe. Pero de acuerdo a su mirada, lo incluyen al judío del lado de los supremacistas blancos. Y por otro lado, ven al islam como la religión y forma de lucha del tercer mundo.
¿Pero cómo coexiste el dogma religioso del islam con las minorías sexuales que el woke dice representar?
¿Cómo puede coexistir una mirada machista, homofóbica, teocrática y rigorista con los movimientos LGTB? Eso es por un concepto que se llama interseccionalidad. ¿Qué quiere decir? Que en esta lucha entre oprimidos y opresores, los oprimidos, que son diversos, están bajo un paraguas común que es el de la interseccionalidad. Están, supuestamente, en un grupo de víctimas. Y pueden y tienen diferencias, pero en la lucha los van a ubicar de un lado y del otro lado, a los blancos heterosexuales. Y así entienden esta dicotomía. Dicotomía que en los hechos no funciona. Los homosexuales en Oriente Medio están solo en Israel porque en el resto de los lugares los matan. Al menos públicamente como es el caso de la Franja de Gaza, Irán, Arabia Saudita y todos los países que, invocando a la religión, persiguen y matan a las minorías étnico-sexuales.
Recientemente, una niña judía de 12 años de Courbevoie fue violada en masa en un acto de antisemitismo. ¿Cómo ve un woke este hecho?
Lo minimizan. Por un lado, no van a enfocarse en la cuestión antisemita. Van a decir que es un drama la violencia machista y punto. Van a decir que es una mera cuestión social y le van a sacar el peso al factor ideológico. Cuando, a todas luces, fue una violación ideológica. Fue una violación que se hizo en nombre de lo mismo que se proclama en Gaza, como ahora en los suburbios de París. Necesitan quitarle la esencia misma del crimen para mezclarlo con aquello que ellos consideran señalado como culpable. Es decir, el machismo sistémico. Van a buscar excusas por fuera de lo que los mismos autores de estos crímenes invocan cuando los hacen.
Como argentino judío viviendo en Francia, ¿percibe una diferencia en el nivel de antisemitismo con respecto a Argentina?
En Argentina, el antisemitismo es sobre todo el antisemitismo tradicional. Es decir, ligado a un pensamiento de extrema derecha nacionalista católica que odia al judío por las mismas razones que el nazismo odiaba al judío. En Francia y en el resto de Europa, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, el antisemitismo que prosperó es el de tipo antisionista. Hay una reformulación. Muchos lugares comunes del viejo antisemitismo toman cuerpo en nombre de otras consideraciones. Ya no van a acusar al judío de no tener patria, sino de ser un nacionalista. Ya no lo van a acusar más de ser un cobarde, lo van a acusar de belicoso militarista. Van a decir que el desarraigado ahora es un fanático por usurpar tierras. Y tiene mucho que ver con que este antisemitismo/antisionismo ha prosperado en la izquierda, de la mano de los movimientos descolonizadores, que ven en el judío una avanzada colonialista del hombre blanco, pero en el siglo XX y XI. Es un antisemitismo en nombre del antirracismo. Esa es la particularidad del antisemitismo que se vive hoy en Europa, que es posible gracias a la alianza entre la izquierda y aquellos que ellos ven como víctimas, que serían los musulmanes.
¿Pero no condenan los ataques terroristas ocurridos en Francia en el 2015?
La gente se olvida y los naturaliza. Y además, no quieren ponerlos en el mismo nivel. No vinculan el terrorista que gritó Allahu akbar en el Bataclán con el que gritó lo mismo y violó, mató y torturó a israelíes el siete de octubre pasado, a pesar de que sean de la misma ideología. Y no lo quieren decir, porque les supondría un problema ideológico muy grande aceptar que hay una parte significativa de la población francesa que representa un desafío muy grande para la república y la convivencia democrática.
Desde la masacre del siete de octubre, se han desplegado diversas manifestaciones antisemitas. Sin embargo, la decisión de la mayoría de los gobiernos es no aplicar sanciones. ¿Cree que hacerlo implicaría infringir la libertad de expresión?
Es muy curioso. Si hay lugares en donde la libertad de expresión está en peligro, es justamente donde se hacen los famosos campamentos, que es en los campus universitarios, empezando por Harvard. Hay un ranking que lo hace una fundación de Estados Unidos que se llama FIRE (Fundación por los Derechos Individuales y de Expresión) que establece cuáles son los lugares en los que hay menos libertad de expresión. Y Harvard lo encabeza. Estamos hablando de que fueron expulsadas personas por, por ejemplo, ponerse un gorro mexicano en Halloween. Estamos hablando de que les toman test de diversidad a los profesores que están por ingresar. Las autoridades de estas facultades fueron personas ultra susceptibles que, de la noche a la mañana, se volvieron maximalistas de la libertad de expresión. El famoso “Depende del contexto”. De repente, alguien podía abiertamente llamar al genocidio de los judíos y tenías a todo el aparato buroctático de estos establecimientos escudándose en la libertad de expresion.
¿Considera que el costo político de aplicar sanciones es mayor que el de no hacerlo?
Existe una tradición liberal occidental que establece que las universidades son una suerte de santuario donde no debe ingresar la policía. Históricamente, cuando ingresó la policía fue en contextos de regímenes represivos y con desenlaces trágicos. Entonces, tenemos a todos estos chicos que pagan unos 80.000 dólares al año para estar en las universidades de la elite y jugar a la revolución. Imaginan que éste es su Vietnam. Y al mismo tiempo, tenemos una administración que no quiere que haya imágenes de policías pegando a estudiantes, básicamente porque trae muy mala prensa. La realidad es que recién reaccionaron cuando varios de los que financian las universidades empezaron a decir que iban a cerrar la canilla, ante la ola de manifestaciones antisemitas de chicos malcriados. Manifestaciones que empezaron a impedir que se dicten las clases y se pasó todo a videoconferencias. Pero hay que tener en cuenta que el wokismo cuenta con un arma infalible, que es el chantaje moral. Que te acusen de racista o machista es algo que puede terminar con tu carrera. El señalamiento, sobre todo en las redes sociales, ha llevado al despido de muchas personas. Entonces se genera un clima de temor, en el que la gente teme por su trabajo.
¿Cree que el auge de la derecha está vinculado con la radicalización del movimiento woke?
Como la intimidación ha funcionado tan bien frente a las personas que son moderadas, los centristas y liberales, éstos se han callado la boca en muchas ocasiones. El punto de inflexión es cuando se empezaron a meter con los chicos. Con lo que es la militancia LGTB en las escuelas, con las tempranas transiciones de género, los baños unisex. Cuando esto empezó a pasar, los mismos padres empezaron a reaccionar. Y sobre todo, los sectores más duros y conservadores, a los que no podés intimidar llamándolos fachos o racistas. Empezaron a moverse y a darse cuenta de que organizarse podía tener un rédito político. Y entonces, hubo una suerte de contrarrevolución conservadora frente a todos los desbordes wokistas. Y además una revolución rebelde, porque estos conservadores empezaron a decir las palabras prohibidas y hasta incluso a burlarse de toda esta susceptibilidad que tienen los wokes. Y empezó a tomar la forma de partidos políticos. Bueno, Milei es claramente un ejemplo de eso. Pero también está el caso de los conservadores europeos y también, estadounidenses, con Trump, que fue uno de los primeros en capitalizar esto. Así como hay una cuestión identitaria en la izquierda, los conservadores se dieron cuenta de que podían apelar a otro sector de la sociedad, que se identifica con viejos valores tradicionales. Y más en un contexto donde una gran parte de la población considera que hay caos y todo se está yendo a desmadre.
¿Esto inicia el fin del wokismo?
Se están viendo consecuencias económicas del wokismo. Desde decisiones publicitarias, de películas… el público ya no quiere ver más de eso. Está harto. Ya no es más rentable. Y esa es la parte que duele, la económica. Ahí, hay una alerta que se prende. Y el otro foco que se encendió es el de cuando empiezan a ganar las elecciones los que se burlan de todo eso. Y mucha gente empieza a sentir que ahora puede empezar a decir lo que piensa de forma más libre. A empezar a apelar al sentido común. Pareciera ser también una forma de recentrarse. Pero en el medio de esta batalla, es medio difícil saber exacto para dónde va la cosa.
¿La ve como una derecha peligrosa?
Hay un movimiento populista nacionalista que tiene rasgos autoritarios. Lo que pasó en el Capitolio ante el resultado de las últimas elecciones en los Estados Unidos nos muestra lo que puede llegar a ser el socavar toda la parte institucional en nombre del pueblo. Y esto es un problema tanto del populismo de derecha, como de izquierda. Ambos atacan los pilares de la República. Esto sí puede ser un grave problema porque es permitir que se instale un sistema demagógico en una sociedad ultra polarizada, lo que es altamente explosivo.