Crónica de los seis jefes de Gobierno desde la autonomía

Crónica de los seis jefes de Gobierno desde la autonomía

Por Enrique Colombano

Con la asunción de Horacio Rodríguez Larreta, la Ciudad suma un nuevo capítulo a su historia política desde la sanción de la Constitución porteña. Así transitamos estas administraciones.


Desde que se sancionó la Constitución porteña, en 1996, y hasta la asunción de Horacio Rodríguez Larreta, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires tuvo cinco jefes de Gobierno: Fernando de la Rúa, Enrique Olivera, Aníbal Ibarra, Jorge Telerman y Mauricio Macri.

Los cambios de poder en cada uno de esos períodos estuvieron signados por diferentes circunstancias. Fernando de la Rúa le dejó el cargo a su vicejefe, Enrique Olivera, para asumir la Presidencia de la Nación, en 1999, cuando había cumplido solamente la mitad de su mandato. Eran épocas de la recién estrenada Alianza, en la que la UCR gobernaba en tándem con el Frepaso. Sin embargo, la fórmula porteña que había asumido en la Ciudad el 7 de agosto de 1996 era puramente radical, porque el pacto entre esas dos fuerzas se concretó recién al año siguiente.

De la Rúa había asumido en la Ciudad al calor de un electorado porteño que previamente lo había votado para senador y que, hasta la debacle de la Alianza en 2001, le fue fiel eligiéndolo primero como jefe de Gobierno y luego como presidente de la Nación. Durante los gobiernos porteños de De la Rúa y Olivera se sentaron las bases de la flamante autonomía y las nuevas instituciones, y se administró la Ciudad sin grandes destellos, pero también sin demasiados sobresaltos.

A Olivera lo reemplazó Aníbal Ibarra el 7 de agosto de 2000, estrenando la fórmula aliancista porteña junto a la radical Cecilia Felgueras. Así, continuaba el romance del electorado porteño con el denominado “progresismo”.

A Ibarra le tocó hacer frente a la debacle de 2001 y la caída a nivel nacional de la Alianza. Sobrevivió sin emitir cuasimoneda, a diferencia de la casi totalidad de las provincias de la República Argentina. Pero tampoco se caracterizó por hacer demasiadas obras. La Corporación Buenos Aires Sur, un ente que había sido creado para desarrollar el sur porteño, brilló por su ausencia, como muchas otras áreas que nunca terminaron de arrancar. Sin embargo, Ibarra culminó su mandato con un aire de “piloto de tormentas” que le alcanzó para presentarse a la reelección.

Para los comicios porteños de 2003 surgió, por primera vez, la figura política de Mauricio Macri. Con un estilo bastante diferente del actual (mucho más frío, sin los retoques que con el tiempo fue sumando a su personalidad producto de la estrategia de marketing de Jaime Durán Barba), pero con una campaña hiperexitosa en Boca Juniors y una imagen de gestor empresarial, Macri logró imponerse en la primera vuelta electoral, aunque por muy escaso margen. El balotaje del 14 de septiembre de 2003 fue para Ibarra, con la ayuda invalorable de Néstor Kirchner que, en mayo de ese año, había ganado la elección presidencial con un porcentaje bajísimo pero que para ese momento ya encarnaba un sentimiento popular de esperanza. El incipiente kirchnerismo agitó una campaña fantasmagórica que anunciaba “si gana Macri vuelve Menem”, que, finalmente, dio resultado.

El segundo mandato de Ibarra comenzó bien, pero su segundo año estuvo signado y paralizado por la tragedia de Cromañón, ocurrida el 30 de diciembre de 2004. Días antes de la fatídica noche, el entonces jefe de Gobierno había celebrado una fiesta en la que anunciaba su lanzamiento a la arena política nacional. La crisis económica había pasado y Aníbal estaba en el cénit de su carrera. En esa época, lo que se discutía en la Ciudad era una interna entre Raúl Fernández, que apuntaba a cerrar el ibarrismo sobre sí mismo, y Vilma Ibarra, que abogaba por abrirlo más al kirchnerismo. Todo eso quedó sepultado con la bengala que se llevó cerca de doscientas vidas e incendió las aspiraciones del jefe de Gobierno. Juicio político, donde Ibarra pagó caro cierto destrato a los K y la debilidad política que mantenía en la Legislatura. Suspensión. Destitución. Asunción traumática del entonces vicejefe, Jorge Telerman, en medio de denuncias públicas de “traición” de parte del jefe de Gobierno depuesto, quien también acusó al Pro de haberle perpetrado un “golpe de Estado institucional”.

Telerman, que anunció que iba a gobernar como un “intendente” (es decir, que iba a ocuparse de la administración de la Ciudad y los problemas de los porteños sin entrar demasiado en cuestiones nacionales), no pudo aprovechar la posibilidad de estar en el poder para lograr su reelección.

Su pelea con el entonces jefe de Gabinete de la Nación, Alberto Fernández, hizo que el peronismo en la Ciudad fuera dividido en dos fórmulas: la encabezada por Jorge Telerman y la del FpV, que postulaba a Daniel Filmus. Esto le dejó servido el triunfo a Mauricio Macri, quien en balotaje venció 60-40 a Filmus (Telerman no pasó la primera vuelta) y se consagró, por primera vez, jefe de Gobierno, comenzando la hegemonía del Pro en la Ciudad hasta la fecha. Así, en 2007, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dejaba de ser “progresista” para convertirse en amarilla. Algo impensado unos pocos años atrás.

Al principio, a Macri le costó adaptarse: tuvo peleas con gremios como Sutecba y algunas idas y venidas en torno a la aplicación de sus planes de gobierno. Y aunque su primera gestión no fue brillante, dejó una mejor impresión que aquellos últimos que lo precedieron. No pudo cumplir con su promesa de diez kilómetros de subte por año, pero sí con la creación de una policía propia. Algo que, sumado a la postura ya netamente opositora del electorado porteño con respecto al Gobierno nacional (agudizada en 2008, durante la crisis del campo), le permitió obtener por amplio margen la reelección en territorio porteño, otra vez, contra Daniel Filmus, que hizo lo que pudo frente a un escenario adverso.

El segundo mandato de Macri legó a los porteños obras sustanciales en materia hidráulica que permitieron evitar las inundaciones, mejoras en los edificios escolares y otras obras útiles como el metrobús (considerado un éxito en transporte hasta por la oposición), los paso bajo-nivel, la extensión de la autopista Illia y la mudanza de la sede de Gobierno a Parque Patricios, entre otras. El desarrollo no fue, en cambio, acompañado por políticas de vivienda, dejando allí uno de los mayores déficits sociales de su mandato. Tras una interna fuerte y postergada entre Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti por la sucesión, que se zanjó con el triunfo del primero (quien contó con el aval público de Macri y la estructura del Gobierno porteño a su favor), el jefe de Gabinete se impuso, con susto (solo tres puntos de ventaja), en las elecciones porteñas frente a Martín Lousteau, comenzando un raid de tres victorias que llevaron al Pro a gobernar la Ciudad, la provincia con María Eugenia Vidal y la Nación con Mauricio Macri. Este 10 de diciembre de 2015, el Pro se encuentra en su punto más alto de hegemonía. Lo que ocurra luego será puramente su responsabilidad.

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