El 10 de marzo de 1950 nacía en Buenos Aires Norberto Aníbal Nappolitano, originalmente guitarrista, después cantante y luego autor de algunos temas que quedaron en la historia del rock argentino.
Vivió gran parte de su vida en el barrio de La Paternal, donde su padre regenteaba el taller mecánico en el que nació su pasión por los fierros, con una desmesura que lo llevó a la muerte. Paralelamente, cuando comenzó con sus guitarras a investigar en el alma del hombre suburbano, sus padres y su hermana Liliana fueron su primera hichada y luego devinieron, cuando sus seguidores fueron miles, en sus fanáticos más fieles.
Más allá de algunas zapadas, el primer grupo del que formó parte, con el que grabó también por primera vez fue Los Abuelos de la Nada, que
lideraba Miguel Peralta (Miguel Abuelo). Allí tocó en un simple “Tema en flu sobre el planeta”, que junto con “La Estación” serían los únicos registrados con la banda de Miguel Abuelo, de la que se fue para tocar blues.
A fines de 1967, Pappo se fue a Mar del Plata, donde aceptó la invitación de Javier Martínez para tocar como invitado de Manal durante ese verano. A mediados del año siguiente, Carlos Bisso lo convocó para formar parte de la Conexión Nº 5, un grupo que se dedicó a grabar covers en inglés. Paralelamente, Pappo grabó un tema en el LP “Pidamos peras a Mandioca”, llamado “Nunca lo sabrán”, en el que extrañamente tocó el piano, aunque fue acompañado por una lujosa banda, formada por los Almendra Luis Alberto Spinetta en guitarra, Edelmiro Molinari en bajo, Rodolfo García en batería y por su futuro co-equiper Pomo, en pandereta.
En 1969, Litto Nebbia convocó al gran Nappolitano para grabar dos temas con la banda número uno de aquel tiempo, Los Gatos, que había iniciado en el mundo de habla hispana el rock en castellano dos años antes. Allí Nappolitano dejó dos registros inolvidables: “Rock de la mujer perdida”, con una introducción guitarrística al estilo Blackfoot y “Beat Nº 1”.
Luego de un año de divague y rock and roll, finalmente, el gran guitarrista parió a Pappo’s Blues, un grupo que, con altibajos y cambios constantes de formación le dio forma al blues de estas latitudes del sur del mundo. Con este grupo, Pappo grabó nueve discos con su grupo y dejó algunos temas antológicos como “Sucio y Desprolijo”; “Adónde está la Libertad”; “Siempre es lo Mismo, Nena”; “Stratocaster Boogie” y “El Tren de la Hora Dieciséis”.
Una multitud de excelentes músicos pasaron por Pappo’s Blues, que fue un grupo poseído por el talento y la fugacidad. David Lebón, Black Amaya, Pomo, Machi Rufino, Juan Pignatta, Luis Gambolini, Alejandro Medina, Isa Portugheis, Conejo Jolivet, Julio Candia, Marcelo Pucci, Darío Mandinga Fernández y el gran Botafogo (Miguel Vilanova). En 1977 pasó como un viento la fugaz Aeroblus, en la que Pappo convocó a Alejandro Medina y Rolando Castelo Junior, grabó un solo disco y luego desapareció para volver a dar paso al séptimo disco de Pappo’s Blues y último de esta primera etapa, grabado en 1978. Años después, en 1195 y 1999, las presiones comerciales dieron paso a la vuelta de Pappo’s Blues, con quienes grabó dos discos: “Volumen Ocho – Caso Cerrado” y el tiro del final, que tituló “El Auto Rojo”.
En 1980 Pappo formó Riff, que significó para él un paso enorme, que incluyó abandonar el transitado territorio del blues para pasar a explorar las asperezas del heavy metal. “Ruedas de Metal” fue el acto inaugural del Riff primario, que aunó el toque de Boff (segunda viola), Vitico Bereciartúa (bajo) y la batería de Michel Peyronell. Luego, en una segunda etapa, Riff fue Pappo, Juan Antonio Ferreyra, Vitico y Oscar Moro, con quien había tocado en Los Gatos. Riff fue su banda más perdurable, con la que tocó -con sus habituales espacios en blanco- a lo largo de 16 años.
En 1989, Pappo se fue a los Estados Unidos a reencontrarse con el blues. Allí formó Widowmakers, con Ric Ness, David Hatlee y Saint Bongosto. En su peregrinar interminable, el gran Carpo tocó en 1993 con B.B. King en el Madison Square Garden. El legendario bluesman incluso lo destacó de la fila interminable de guitarristas que suele acompañarlo en ocasiones y le permitió tocar un solo, ante un público delirante. Antes, el argentino lo había acompañado como telonero en una serie de recitales en el Cine Gran Rex y lo visitó en su camarín, adonde le regaló un queso, que motivó que el rey del blues lo apodara desde entonces “Mister Cheesman”. Después del recital el amante de “Lucille” -su guitarra, para los que se lo preguntan- expresó, desde los camarines del Madison- que “Pappo debe ser uno de los mejores guitarristas alrededor del mundo, no sólo en su país, sino también aquí. Así que a todos los fans: ¡¡¡nosotros lo amamos!!!”.
Cuando su peregrinaje lo encontró en el Reino Unido, Pappo tocó con el mítico John “Bonzo” Bonham, el mejor baterista de la historia del rock y de todas las demás disciplinas; con el gran Lenny Kilmister, líder de Motörhead; con Hubert Sumlin -guitarrista de Howlin’ Wolf- y con el armoniquista de Muddy Waters, James Cotton.
Quedaron para una estadística que al Carpo le importaba muy poco, los tres Konex que le entregaron en 1985, 1995 y en 2005. El 25 de febrero de 2005, mientras viajaba en su Harley Davidson desde un restaurante en Luján hacia la casa que había alquilado para el verano, cayó al pavimento tras una mala maniobra y un auto que viajaba por la mano contraria lo mató.
Las crónicas aseguran que lo sobrevivió su música y es verdad. Pero para este cronista, que admira su arte musical, la irreverencia que guió sus pasos en la vida y que también adhiere a la desmesura de sus guitarras, quedará para siempre aquel majestuoso solo de guitarra incluido en su versión del tema “Ruta 66”, que incluso supera en claridad y manejo de los trastes al mismo solo, que grabara su autor -y creador del rock & roll, nada menos- el glorioso Chuck Berry.