Desde el 10 de diciembre del año pasado, en los casi 70 días de gestión del nuevo Presidente de los argentinos, Javier Milei, se pueden observar diferentes acciones promovidas por el Poder Ejecutivo que no guardan relación alguna con la metodología aplicada por las anteriores administraciones de todos los signos políticos.
Estamos pasando como sociedad un momento en el cual aún no tenemos la capacidad de descifrar con precisión, producto justamente de la disrupción permanente como elemento distintivo de un gobierno que cada vez tiene más claro y lo hace público, que solo tiene puesta la vista en algunos vectores de la macroeconomía. Atiende únicamente ese frente y descarta -de manera agresiva- todo aquello que se le reclama desde otros sectores del cuerpo social. Son los que tienen en cuenta que hay distintas cuestiones políticas, sociales y productivas en la transición en las cuales debería inmiscuirse rápidamente, por ejemplo, nombrar funcionarios en áreas importantes, que son muchos y no existen, tomar decisiones que no toman, mirar con más atención no solo los ¿éxitos? Financieros, sino la realidad más amplia, que no figura en las planillas que miran ellos, el Fondo y diez personas más y, especialmente, atender más cómo se vive dentro y fuera de cada vivienda de cada uno de los hogares argentinos.
Trataremos de ser lo más imparciales posibles, tratando de no verter opiniones sobre lo que está sucediendo, sino intentando describir tanto los hechos concretos como el ánimo de la gente y los espacios políticos tras estos primeros pasos.
A favor de los que se alinean en el esquema promovido desde Balcarce 50 y esperan que todo se consolide de manera positiva en un tiempo que nadie puede confirmar, ni de qué manera, ni si incluye dolarización o no, o cuál es el horizonte vislumbrado, aparecen los dos grandes logros. Una captura de reservas que ronda los 6.000 M de dólares y los superávits gemelos de la balanza comercial y del gasto financiero.
El recorte, inédito por la dureza, se basó no sólo en la reducción de las transferencias a las provincias y el freno de la obra pública, sino sobre todo, a partir de la enorme licuación de los principales gastos del Estado: jubilaciones, prestaciones sociales y salarios del sector público. Con ese combo, el Gobierno logró un superávit financiero de $518.000 millones. Este ajuste casi criminal, fue la decisión que hizo llorar – y descompensarse emocionalmente- a la ministra de Capital Humano, Sandra Petovello, en una de las tantas internas que se desataron al confirmarse en la práctica el curioso método de toma de decisiones del Ejecutivo. Es reducido. Javier Milei, su hermana Karina y poco más, que incluye algo de Santiago Caputo y algo de Nicolás Posse. El ejecutor, obviamente, es Luis Caputo.
Por el lado de la balanza comercial, tras el parate que ya venía por la escasez absoluta de divisas antes de diciembre, en enero la lenta normalización del régimen de importaciones y las dificultades, que incluso hoy todavía implica para las empresas lidiar con sus proveedores del exterior, provocó una caída de 14% de las importaciones en términos interanuales. Al mismo tiempo, las exportaciones anotaron una mejora, combinación de la que surgió un superávit fiscal de USD 797 millones. No sucedía desde el gobierno de Néstor Kirchner la situación de superávits gemelos, aunque en aquella ocasión fueron producto de condiciones y acciones totalmente distintas.
Este empujón masivo a la pobreza de los trabajadores formales e informales del país, sacando mínimas excepciones como bancos, el sistema financiero y el sector petrolero, obviamente, sólo podrá empeorar en los meses que se avecinan. A la desintegración del salario, que es lo que sucede hoy, se le sumará en un par de meses la destrucción masiva de empleo en todos los rubros de la producción y el comercio, causadas por el bajo o nulo consumo de la gente, que deambula por la calle sin tener la más mínima idea de los costos de sus necesidades, careciendo en la mayoría de los casos del dinero para afrontar lo básico.
Esto es producto de la desregulación total en un país dominado por monopolios en los productos claves. Y del desinterés absoluto por parte de las autoridades, que están en otro planeta, dando una pelea ultra ideológica, que no incluye el accionar de los funcionarios del Estado en la Argentina, sino un relato que llevan a cabo a través de los millones de pesos invertidos en redes sociales y en su ejército de trolls.
Un párrafo de cada sector político:
El Poder Ejecutivo solo mira los números financieros y no atiende ningún tema más. El equipo que se ocupa de eso fue nombrado anteriormente y la mecánica es la información (o agresión) digital desde el Presidente hasta los Iñakis.
Los seguidores de Macri y la mayoría del Pro no pueden romper el cerco que les puso Milei, se encuentran incómodos en el esquema de tira y afloja, en el que habitualmente pierden. Intentaron una jugada riesgosa, que los pone muy cerca de ser la UCeDé de Carlos Menem, pero en un escenario distinto, sin el jefe de aquel proyecto, sin un peronismo con mayorías parlamentarias, y con jugadores de LLA que parecen –si son comparados- del Nacional B. Si todo sale bien, Milei se lleva todo (esquema Patronato en Copa Argentina) y si pasa lo más probable, los arrastra y desaparecen para siempre.
La oposición dialoguista -hoy Pichetto dependiente- se cansó de brindarles salidas y oportunidades para los experimentos raros que introdujeron, como es el caso del DNU y de la Ley Ómnibus. No sólo no fueron escuchados, sino que fueron descalificados y ahora Milei tendrá que remar en dulce de leche para coordinar con ellos, si ésa es su intención. Hasta ahora, eligió la confrontación permanente con todos a la vez. Y suma la peor casta en cuentagotas. La otra alternativa -muy peligrosa- es que descarten el Congreso como camino.
En Unión por la Patria están callados, por un lado, porque les conviene, ya que vienen de perder una dura elección y la credibilidad social aún no los asiste y habrá que ver por cuánto tiempo, pero a su vez están desorientados ante esta propuesta metodológica de gobernar. No le encuentran la vuelta y a ello se suman las internas que no afloran tan altisonantes por el poco protagonismo que tienen sus integrantes. Los gobernadores, la CGT en la defensa de los derechos amenazados y otras organizaciones gremiales, el Instituto Patria y la reaparición simbólica de CFK (como el Cid Campeador atado a su caballo antes del combate), la provincia de Buenos Aires (ahogada financieramente) con Axel Kiciloff, el Frente Renovador de Sergio Massa, con planes propios, pero sin ánimo de rupturas, forman un puzzle difícil de armar en este primer semestre. Alberto, por su parte, vuelve seguramente para no ser más. Puede pasar cualquier cosa, pero todos eligen esperar un par de meses.
Los radicales de Yacobitti y Lousteau (y quizás alguno más), la Coalición Cívica de Lilita Carrió y Horacio Rodríguez Larreta prefieren que la distancia con Milei sea bastante mayor a la que plantea el Pro (que quedará con Mauricio Macri a la cabeza y con Jorge, este último con reservas). Se hizo añicos Juntos por el Cambio y aquí también habrá nuevos alineamientos, aunque por ahora esperarán a ver qué sucede con el experimento Milei.
Lo único seguro que el escenario 2025 será muy diferente al del 2023 y todo dependerá del humor social mayoritario que, con su decisión de cómo actuar tras la arremetida libertaria, constituirá la verdadera vanguardia del nuevo proceso político. Todos mirarán eso para encolumnarse. Y allí moverán. Habrá bajas y cadáveres. Ojalá sean solo políticos.
No existe Club del Helicóptero, existen potenciales riesgos terminales.