Sin historia, no hay futuro

Sin historia, no hay futuro

Reinan los sofistas que ignoran el pasado. Sin pasado no hay nosotros, sólo individuos que consumen un yogur, política o ropa interior.


Las grandes narraciones de la historia, que están contenidas en la Biblia, el Corán, la Torá, el Manifiesto Comunista de Karl Marx y el psicoanálisis de Sigmund Freud, que provienen de Europa y del Medio Oriente, tanto como la filosofía que legaron al porvenir desde Sudamérica el Popol Vuh, La Comunidad Organizada, Siete Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana y el Manual de Zonceras Argentinas han sido ocultadas de la memoria o cuestionadas por ignotos sofistas (“maestros de la “sabiduría imaginaria” los llamó Aristóteles) surgidos de think tanks universitarios, de tal manera que los ciudadanos de todas las naciones, privados de la historia y de las creencias de sus antepasados, ahora pueden ser manipulados con facilidad. Esto es la consecuencia del hecho que no existan narraciones académicas y colectivas que expliquen el mundo. Para eso es que las sociedades financian a las ciencias sociales, para que sus científicos ayuden a entender el universo y a proyectar el futuro.

El filósofo coreano afincado en Alemania Byung-Chul Han explica que de esta manera no existen relatos colectivos, porque se ha ocultado el pasado. Al no haber historia, no hay nosotros, sólo hay individuos desvinculados entre sí. Borrada la historia, no hay futuro colectivo, sino relatos y visiones del pasado impuestas por el poder para realizar sus proyectos.

En este marco de mundos individuales, sólo existe la pantalla digital para vincular a los sujetos con su entorno social. Esta simple acción cotidiana, normal para casi todos, reduce a los individuos al rol de consumidores y de personas sometidas al influjo de cualquier tipo de propaganda comercial, ideológica o política.

Rodolfo Walsh lo planteó en 1968, en el diario de la CGT de los Argentinos. “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las cosas”

La militancia sin pasado, de esta manera, pone en acción a sujetos influenciados por relatos que no reflejan la realidad, que repetirán discursos ajenos, apropiados como han sido por usinas que elaboran teorías que convierten al individuo en un mero consumidor de ideas implantadas por quienes tienen interés en sumarlo a “las fuerzas del cielo”.

No hay rostros, ni personas visibles en la construcción de estas realidades, sólo estrategas ocultos tras pantallas brillantes, que manejan el humor, el futuro, la propia historia y hasta los amores de los individuos condenados a la soledad, ya que hasta les imponen modelos de hombre o mujer ideales, siempre adaptados a esa realidad que algunos otros inventaron.

La rebelión de los “ignabos”

Para romper con este proyecto de poder total ideado por los oligarcas del mal, nacieron los movimientos populares, que suelen ser descalificados con motes “populistas”, “dictatoriales”, “totalitarios” o, ¡peor aún!, “comunistas”. En cuanto al mundo individual -que no es un mundo, sino millones de mundos, tantos como personas hay-, sólo los lazos sociales, la solidaridad, la empatía y el deseo de llevar adelante una vida con los otros rompe con el proyecto hegemónico de los ricos del mundo, que tienen agenda propia (la Agenda 2030) y abrigan serios temores de que la masa se subleve, por lo que han desarrollado sólidas estrategias represivas.

En este marco de adversidad, los sucesos que culminaron con el advenimiento de Javier Milei, que llegó con una loca concepción de la economía y una casi inasequible filosofía política obligaron al movimiento popular a replantearse absolutamente todas sus premisas para volver a representar a los amplios sectores de la sociedad a los que decepcionó gravemente entre 2019 y 2023.

La opción que encarnó Milei se condice casi perfectamente con la teoría de comunicación política urdida por Joseph Overton, que sus continuadores titularon La Ventana de Overton. El concepto es de una simpleza proverbial: una idea que es considerada inconcebible puede acceder al terreno de lo aceptable cuando aparece otra idea aún más repudiable. De esta manera llegó Milei mucho más lejos de lo que se pensaba que era posible.

Milei atacó a los votantes de Juntos por el Cambio radicalizando las propuestas de la coalición liderada por Mauricio Macri, acusando a éste y a sus adláteres de “no estar a la altura”. De esta manera, obligó al Pro y a sus aliados a moverse más hacia la derecha. En ese momento, se cerró la pinza. Milei modificó desprejuiciadamente su discurso hacia una radicalización mucho más notoria, sin temor a perder a los votantes más moderados. Sus votantes más extremos atrajeron así a los malhumorados, pero que aún se mostraban remisos a las soluciones despiadadas. Impensablemente, lo absurdo se había vuelto aceptable. Lo irrealizable ahora era posible. Y lo fue.

Hubo votantes “ignabos” en diciembre de 2023. Esta raza de argentinos son un calco de los “ignavos” que encontró el Dante en su excursión al Infierno. A éstos últimos los halló en el vestíbulo, pues habían sido expulsados del Paraíso por cobardes y no habían sido aceptados en el Infierno por la misma razón. Ignavo significa, según el diccionario de la Real Academia, “indolente, flojo, cobarde” y la raza argenta de los ignavos argentinos, practican los mismos defectos, a los que agregan cierto nivel de ceguera para observar la realidad. Votaron en contra de sí mismos para sancionar a los políticos tradicionales, que no estaban respondiendo a las expectativas, sólo para encontrarse con otro exponente de una casta diferente, pero tan parecida que es igual a la de los repudiados.

De todos modos, existe algo positivo. Aunque la experiencia será traumática, el pacto democrático surgido de los sucesos de diciembre de 2001 se quebró y es necesario fundar otro pacto diferente. Eso expresa Milei, aunque es difícil que él encarne esa nueva realidad. De todos modos, la dejará planteada, seguramente.

El tiempo pretérito

Antes, cuando el mundo argentino era democrático, la política se había vuelto previsiblemente prebendaria. Unos proponían, otros aceptaban. Todos se peleaban y unos ganaban…pero los perdedores también ganaban. Encarnaban una apócrifa reformulación de la teoría de Antoine de Lavoisier, aquella que planteaba que “en la naturaleza (política) nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”. Todos se llevaban algo de cada negociación y esto ocurre aún en la era Milei, que busca votos rascando el fondo de la olla, repartiendo las mismas prebendas que repartían sus antecesores. Algo cambió para que nada cambie, se podría decir.

Había polémicas, discusiones, manos alzadas y manos caídas en las votaciones, pero todos sostenían el statu quo. Un cargo, un contrato o una obrita no se le niegan a nadie, si la causa es justa y la bandera debe seguir en alto. Es sabido que cuando en un discurso se predican los grandes ideales, ha llegado el preciso momento en que hay que comenzar a desconfiar. Las frases grandilocuentes esconden más que muestran. Son pocos los rectos y valientes que se niegan a entregarse. La mayoría sostiene la teoría marxista (de Groucho) que sugiere que “éstos son mis principios, pero si no le gustan…tengo otros”.

Lo que va de hoy al futuro

El ajuste nunca trajo soluciones. Lo sabe todo el mundo, pero todo el mundo finge demencia y lo ignora. Eso sí, los argumentos que sostienen el ajuste son los mismos de siempre.

El primero, es que la prosperidad está cerca, pero no llegará pronto. Primero, antes de llegar al Cielo, ya que estamos en el mundo Milei, hay que pasar por el Purgatorio. Hasta Néstor Kirchner usó esa frase. La diferencia es que el santacruceño lo hizo, desmintiendo a quienes lo acusaron de demagogo. No existe la demagogia si las promesas se cumplen.

El segundo argumento es místico: “veo una luz al final del túnel”. El chiste que corre por las calles es que no es seguro si esa luz es el final del túnel o una locomotora que viene a toda velocidad hacia uno.

La metáfora del choque pareciera ser la foto del presente. Es de desear que se modifique el rumbo, de lo contrario, la violencia reinará en las calles.

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