No hay nada que hacer. El hábitat del peronismo está en la calle, en el cemento. Está todo bien con la modernidad, con el mundo digital y con el vasto universo de las redes, pero el peronismo vive en la calle, junto a los plebeyos. Allí es donde se ve la densa entidad que le proporciona su épica histórica, que incluye gloriosos triunfos y aciagas derrotas.
¿Qué era eso de un acto “virtual”? ¿Se puede conmemorar un 17 de octubre desde dispositivos móbiles? La respuesta de la realidad fue negativa, en esta ocasión. Existían algunos cuestionamientos previos, una aceptación a regañadientes del sitio 75Octubres.ar, pero los hackers de algún misterioso poder resolvieron el problema expulsando al peronismo del mundo virtual mediante malas artes conspirativas. Además, el sitio funciona solamente en los barrios que tienen cemento, agua potable y buen wifi. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
Por eso, el sábado 17 de octubre, como tantas otras veces, fue el Movimiento Obrero el que salvó la ropa, casi sin proponérselo. De no haber sido por la masiva convocatoria del Movimiento Sindical para el Modelo Nacional, que llenó la calle de camiones y colectivos en la mañana, sólo se hubiera podido hablar de una “app fallida” y todo se hubiera agotado en explicaciones que no hubieran explicado nada.
Esto, más allá de las implicancias políticas del acto que se desarrolló en la CGT, en el que el presidente Alberto Fernández rememoró –con un lenguaje llano y peronista- aquel 17 de octubre de 1945, en el que la historia argentina cambió para siempre. Ésta era una de las exigencias de los principales dirigentes de su partido.
El peronismo no es sólo un partido político, sino toda una cultura, que posee un lenguaje propio y una comunicación invisible para todo aquel que no sabe descifrar sus signos. Para comenzar, el federalismo –toda semejanza con el Partido Federal de los tiempos de Juan Manuel de Rosas no es casual- forma parte del ADN justicialista. Para confirmarlo, cinco gobernadores –Axel Kicillof, Gustavo Bordet, Jorge Capitanich, Sergio Uñac y Omar Perotti- se hicieron presentes en el mítico Salón Felipe Vallese, de la CGT. El resto de los mandatarios peronistas, incluído el díscolo Juan Schiaretti, estuvieron presentes a través de la aplicación Zoom, sin ausencias en esta ocasión. Su presencia grafica la idea de la unidad, que es básica en el partido gubernamental por estos días.
Otro punto importante es que el propio presidente del Partido Justicialista, José Luis Gioja, tras un prolongado Operativo Clamor, le ofreció al presidente cederle esa distinción. Esto aún no se concretó, pero Fernández habría aceptado el convite. De todos modos, aún quedan puntas por cerrar, por lo que en el Congreso del PJ que se realizará el 20 de diciembre los operadores presidenciales esperan tener lista la culminación del operativo.
De todos modos, las cosas no son tan diáfanas como aparecen. Es tradicional que el PJ sea presidido por el presidente de la Nación en ejercicio, una tradición que Cristina supo romper. Pero Ella rompió todos los moldes, no sólo éste.
En el caso de Alberto, el propio acto en la CGT y el ofrecimiento de Gioja y de los gobernadores implica a la vez una distinción y una exigencia. Es decir, un condicionamiento. Quieren más peronismo. No existe ni enemistad, ni disconformidad interna. Necesitan más dinero para obras, necesitan que sea una realidad la redistribución de la riqueza, necesitan que exista siquiera un atisbo de felicidad hacia el seno del Pueblo.
La pandemia no facilita la acción gubernamental en ningún nivel, por lo que el hecho de que esta época sea una sumatoria de adversidades y tristezas no es lo que se espera de un gobierno peronista, que lleva en la Justicia Social uno de sus principios liminares. Otros gobiernos pueden no impulsarla, pero el peronismo no puede fallar en este terreno.
Dicho esto, la discusión interna en el Justicialismo es otro de los componentes de su ADN. No existiría ya el movimiento –que trasciende al partido- si no existiera esta circunstancia. Por estos días, la consigna primigenia de sindicalistas y gobernadores –el poder real del peronismo, que es netamente territorial- es el hacerse cargo de la situación y comenzar a desarmar la obra que dejó Mauricio Macri. Lo contrario, es decir, su aceptación, sería el suicidio para todos. Y a eso están apostando los empresarios más poderosos, tal como se pudo observar en el Coloquio de IDEA. Necesitan a un peronismo que fracase. Esa sería una definición de poder mucho más aleccionadora que poner presa a Cristina o a algún funcionario de menor rango.
En este sentido, los caudillos peronistas se mostraron disconformes por estos días con el accionar de algunos ministros. Hace pocos días, el propio Alberto, que posee un fino sensor político incorporado, le pidió a su jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, que promueva que todos sus ministros salgan a defender una gestión que muestra a casi todos en situación defensiva. Alberto necesita una estrategia más riverplatense, de jugadores que jueguen en cualquier cancha y que sean capaces de ganar en todas ellas.
Este microclima es el que le reprochan algunos dirigentes al presidente. Le plantearon que mantenerlos confortablemente instalados en sus búnkers a sus ministros, sin salir al barro es casi un suicidio.
En el caso de Alberto, el propio acto en la CGT y el ofrecimiento de Gioja y de los gobernadores implica a la vez una distinción y una exigencia. Es decir, un condicionamiento. Quieren más peronismo. No existe ni enemistad, ni disconformidad interna.
En este juego, uno de los puntales con que cuenta Fernández es Uado de Pedro, que ha mantenido alineado a un sector de la tropa peronista tras su figura y le ha servido a la vez de escudo, recibiendo él algunos golpes que tenían a la Casa Rosada como blanco.
Otro de los que han servido como correa de transmisión y devuelto tranquilidad a la tropa fue José Luis Gioja, que fue en sus tiempos –cuando era el gobernador de San Juan- el jefe de la Liga de Gobernadores y mantiene en ese ámbito un cierto predicamento. Gioja, que preside hoy el PJ, al que le atribuyen ser “un buen telefonista”, es uno de los que transmiten los reclamos y funciona con su interlocución como prenda de paz, manteniendo –o intentando mantener- la correntada en su cauce.
En cuanto a sus planes de poder, el peronismo implementará en 2021 la estrategia de potenciar al radicalismo en los distritos en los que Macri triunfó (Mendoza, Jujuy y Corrientes) y a Candelaria de la Sota y a algún radical en Córdoba. Es sabido que Schiaretti siempre jugó para Macri en los últimos tiempos y que no puede esperar otra cosa que hostilidad desde el PJ nacional. A no ser que encare un serio recambio en su estrategia política, algo que hasta ahora no ha intentado.
En lo concreto, el presidente quedó en deuda con el sindicalismo combativo -el que encarnan Hugo Moyano y sus muchachos- y con los gobernadores, que salieron a consolidar su poder con su apoyo y su alineamiento.
Y todos ellos esperan recibir como devolución una aceleración en las políticas de redistribución y reindustrialización. Sólo así lograrán mantenerse en el poder y potenciar el poder del presidente.