¿Le gustaría ser Presidente?”, fue la primera pregunta que recibió Aníbal Fernández en su segundo período como jefe de Gabinete. “Yo soy precandidato y tengo toda la vocación de serlo”, fue la respuesta del funcionario que anoche juró en Casa Rosada ante la presidente Cristina Kirchner.
Fernández marcó la primera diferencia con su antecesor en el cargo, Jorge Capitanich. Ya no habrá más conferencias de prensa a las 8:05 en uno de los salones de la Rosada. Ahora el diálogo con la prensa será en la explanada de Casa de Gobierno, más cerca de las 7 y sin demasiado protocolo. El jefe de Ministros se frena y contesta las preguntas. Unos minutos más tarde ingresa a su despacho para iniciar la agenda del día.
Esa agenda estará dominada este viernes por un tema de gran impacto político: el fallo del juez Daniel Rafecas que desestimó la denuncia de Alberto Nisman contra la Presidente y otros miembros del partido gobernante. “Yo tenía una visión muy clara cuando tildé la denuncia de ridícula sin haberla visto, cuando vi la denuncia dije que no era ridícula, que era escandalosa. La realidad es que después de leer la sentencia un par de veces, la comparé con lo que yo venía diciendo. No se puede salir por otra puerta; la única salida que hay es el derecho porque la presentación (de Nisman) era burda”, declaró el ministro coordinador.
Fernández cuestionó a los dirigentes de la comunidad judía que hicieron hincapié en al celeridad que el juez Rafecas le dio al trámite que terminó beneficiando a Cristina Kirchner. “El que cuestiona eso es porque tiene intereses creados; me tienen podrido los tipos con intereses creados. Cuando se hacen asesorar por un abogado, nadie puede dudarlo”, contestó.