Nisman, suicidio sui géneris

Nisman, suicidio sui géneris

El abogado, licenciado en Seguridad y comisario inspector (R) de la Policía Bonaerense, Luis Vicat, manifestó sus dudas con respecto a la investigación del caso Nisman. Acá se reproducen sus dichos.


“Sui géneris” es una locución adverbial procedente del latín que significa “de su propio género o especie”, y que se usa en castellano para denotar que aquello a lo que se aplica es de un género o especie muy singular y excepcional (único, sin igual e inclasificable). El término fue creado por la filosofía escolástica para indicar una idea, una entidad o una realidad que no puede ser incluida en un concepto más amplio, es decir, que se trata de algo único en su tipo.

Algo de esto sobrevuela el suicidio del fiscal Alberto Nisman, el hecho que hoy amenaza en convertirse en una grieta difícil de cerrar en el consciente colectivo, parte del cual se expresó a través de marchas y protestas.

¿Homicidio, suicidio consentido o inducido? El correr de las horas provee elementos que, en lugar de aclarar, oscurecen.

Opiniones fundadas y prudentes se entrecruzan como relámpagos en la noche con teorías disparatadas y conspiranoicas. Todo tiene cabida cuando la duda es anfitriona.

Así como la oscuridad acrecienta temores atávicos y ancestrales, la desconfianza surte el mismo efecto en una sociedad empavorecida.

Lo cierto es que más allá de las teorías existen ciertas circunstancias que podrían entenderse como “inconsistentes” a la hora de autodespacharse:

A horas del deceso manda una foto de su escritorio de trabajo a un dirigente de la comunidad judía en franco tono jovial.

Su largo mensaje a conocidos a través del WhatsApp presenta una expectativa de franca “pelea” por sus convicciones.

Deja una nota en su departamento a la empleada para que compre comida el lunes.

El barrido electrónico da negativo a la existencia de los rastros características del uso de armas de fuego.

En un edificio donde al decir de vecinos se escucha todo, nadie escucha la detonación.

Impecable en su aspecto y atuendo, elige como último escenario de su vida no el escritorio con su trabajo, sino el cuarto de baño.

De acuerdo a quienes lo trataban cercanamente, más allá de la lógica expectación de saberse en el ojo de una tormenta perfecta, no presentaba marcadores psicológicos típicos de una conducta suicida.

El tiempo pasa, y las dudas, lejos de desaparecer, crecen.

 

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